Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




("¡Oh, Cristo! ¡Oh Verbo! Tú eres mi Señor y mi solo y único Maestro. Habla, yo quiero escucharte y poner tu Palabra en práctica. Quiero escuchar tu divina Palabra porque sé que viene del cielo. Quiero escucharla, meditarla, ponerla en práctica. Porque en tu Palabra está la vida, la alegría, la paz y la felicidad”. – P. Antonio Chevrier, VD 108).

 

EL HIJO DE DIOS SE ENCARNA ENTRE LOS ÚLTIMOS

Domingo 22 enero 2023, 3° ordinario

Domingo de la Palabra

Octavario por la unidad de los cristianos

Mateo 4,12-23. 1 corintios 1,10-13 y 17.

Carlos Pérez B., pbro.

 

Jesucristo asumió un cuerpo como el nuestro, y se fue a vivir… pues no precisamente a un lugar decente como correspondía a su condición divina, sino que decidió encarnarse en las realidades más pobres de su tiempo y de su país, en Galilea, en tierra de gente ninguneada y rechazada por los judíos, que eso era Cafarnaúm y sus pueblos circunvecinos. La comunidad de san Mateo ve en eso el cumplimiento de una antigua profecía: "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció”. Esa consideración sobre estos pueblos era una realidad: tierra de pobres, de enfermos, de poseídos por espíritus inmundos, alejados del templo de Jerusalén, marginados de la sociedad y de la religión. Pues ahí quiso el Hijo de Dios brillar con su luz. A partir de ellos brillará para todas las naciones, para todos los tiempos. Nosotros no tenemos derecho a cambiarle el estilo de su ministerio y de su vida a Jesús, debemos continuar llevándolo a esas realidades, para que desde ahí resplandezca como una buena noticia para todo el mundo.

En este domingo de la Palabra que celebramos hoy, debemos recalcar lo importante que es fijar nuestra mirada y nuestro corazón en lo que leemos en el evangelio. San Mateo nos dice que Jesús empezó a predicar: "Conviértanse, porque el Reino de los cielos ha llegado”. Esta frase tan breve nos expresa toda la misión de Jesús, de manera que no debemos olvidar, al encontrarnos más delante con sus milagros y sus encuentros con las personas, a qué vino a este mundo. Porque nos podemos hacer a la idea reducida de que Jesucristo es un mero curandero de barrio, un consejero popular, un santito milagroso. Es todo esto pero su labor va más allá, es toda una obra de transformación de nuestro mundo y de nuestra humanidad, de raíz, no superficial, una transformación integral que toca todos los aspectos de la vida de los seres humanos, y no solamente una religiosidad novedosa. Todo nuestro cristianismo, nuestra vida de fe, nuestra vida de Iglesia, parte de esta proclamación de Jesús. Estamos en el camino del Reino.

¿Qué significa la palabra ‘conviértanse’? Quiere decir ‘cambien’, pero es un cambio amplio y profundo de la persona y de todo el mundo. Cambien su corazón, sus hábitos, su mente, su manera de pensar y de actuar. Cambien todo lo que tengan que cambiar para que este mundo sea como Dios lo quiere. Cambien sus leyes, su sistema económico y social, su política.

Hay que decir que, en estos tiempos modernos, las personas cada día rechazan más, al igual que los políticos, que se metan con su vida y con sus cosas, pero el evangelio de Jesús ha de tocar tu vida o no es la auténtica buena noticia de Jesús. Y miremos cuántas cosas hemos de cambiar.

El Leccionario dice que Jesús decía: "está cerca el Reino de los cielos”. Pero proclamar la cercanía del Reino, es propia de san Marcos (ver 1,15). San Mateo nos dice que ‘ha llegado’. Porque san Marcos se refiere a que ese proyecto de Dios está al alcance de la mano de los seres humanos, siempre y cuando respondamos con nuestra conversión a su propuesta. Y la lectura de San Mateo se refiere más a la Persona de Jesús. ¿Ha llegado el reino de los cielos con Jesús? En estos tiempos nuestros se nos antoja decir que ese reino se ve muy lejano, con tanta violencia, con tanto materialismo, egoísmo, odio, narcisismo, con tantas muertes y tanta injusticia, con tantos marginados que no ven la suya. Pues eso es lo bello que contemplamos en Jesús: a su paso las cosas se iban transformando completamente: "los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mateo 11,5). Con Jesús, los pobres estaban siendo evangelizados, las multitudes se reunían en torno suyo para compartir el pan gratuitamente (es el reino de la fraternidad, de la gratuidad de Dios); la alegría, la salud, la misericordia de Dios estaba llegando de manera efectiva con Jesús. Y lo triste es que este mundo no ha querido abrirse a los ofrecimientos de Dios nuestro Padre: se deshicieron de Jesús, lo crucificaron, y todavía hoy está siendo rechazado de muchas maneras. Sin embargo, las cosas de Dios, la obra de la salvación en Jesús, sigue adelante, según los tiempos de Dios.

Para esta obra, Jesucristo continúa llamando discípulos. "Sígueme”, es su llamado. Simón y Andrés, Santiago y Juan se dejaron mover por este llamado y vivieron lo que todos los católicos (y todos los seres humanos incluidos) debemos hacer y vivir. Somos lo que somos por el llamado de Jesús. No somos cristianos por iniciativa propia, porque es una religión que nos gusta, porque nos gustan sus rezos y sus celebraciones, porque nos gustan tantos eventos religiosos de nuestra Iglesia. No somos cristianos porque nos gusta eso, sino porque hemos recibido el llamado de Jesús. ¿Y a qué nos llama Jesús? A colaborar en su obra de transformación radical de nuestro mundo y de nuestra humanidad. El quehacer de Jesús es el quehacer de cada cristiano y de toda la Iglesia. No tomemos distancia de su Palabra, hagamos de nuestra vida toda una respuesta a su llamado.

Estudiemos los santos evangelios diariamente para que nos sigamos dejando llamar por Jesús. Comprobemos en los evangelios cómo Jesús continuó haciendo llamados a sus discípulos para una o para otra cosa. Porque el llamado no es solamente inicial, sino constante a lo largo de toda la vida.

 

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No comento la segunda lectura, de la primera carta de san Pablo a los corintios, pero sí repito, en este octavario por la unidad de los cristianos, estos versículos contundentes del apóstol: "Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar. Me he enterado, hermanos, por algunos servidores de Cloe, de que hay discordia entre ustedes. Les digo esto, porque cada uno de ustedes ha tomado partido, diciendo: "Yo soy de Pablo", "Yo soy de Apolo", "Yo soy de Pedro”. "Yo soy de Cristo". ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados ustedes en nombre de Pablo?”

 

 


 

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