JESUCRISTO LLEGA A JERUSALÉN PARA ESTABLECER
EL REINO DE DIOS
Domingo 2 abril 2023, de ramos
Mateo 21,1-11 y Mateo 26,14 al 27,66.
Carlos Pérez B., pbro.
Hoy proclamamos dos pasajes
evangélicos según san Mateo: la entrada de Jesús a Jerusalén, en el capítulo
21, y la pasión y muerte de Jesucristo, en los capítulos 26 y 27.
En el primer pasaje debemos
entender (al menos esa parece ser la intención de los 4 evangelistas) que se
trata del establecimiento del reino de Dios por parte de Jesucristo. Así entra él
en la ciudad, como si fuera una ‘toma’, una ‘conquista’. Pero no lo hace como
los grandes de este mundo. Los conquistadores europeos entraron a la ciudad de
Tenochtitlán; los romanos entraron con sus ejércitos a Jerusalén, en el año 70
y la destruyeron, aunque ya desde antes gobernaban todo el país de Israel; los
estadounidenses entraron en Irak, hace 20 años en plan de conquista; los rusos
lo hicieron con Ucrania, y han destruido este país, aunque no han logrado
conquistarlo. ¿Y Jesús? Entró montado en una burrita prestada, porque era un
galileo pobre, despojado, y sus seguidores no venían armados, sólo entusiasmados
porque efectivamente pensaban que Jesús llegaba para implantar el reino de los
cielos; y era verdad, pero los caminos de Dios son distintos de los caminos de
los hombres. En vez de sentarse en un trono y gobernar con un cetro de hierro o
de oro, fue colocado en una cruz, como un delincuente. Sin embargo, nos dejó en
el camino del reino de Dios, y ya está entre nosotros (ver Lucas 17,21), si
sabemos vivirlo con intensidad cristiana, y sí, esperamos su plenitud en los
tiempos de Dios.
El segundo pasaje
evangélico es largo, y son tantas las cosas que nos llaman la atención que lo dejamos
para que todos los católicos aprovechemos la semana santa para repasarlo en
detalle, pausadamente.
Mateo 26,14-35.- Nos
platica el evangelista la cena de pascua que celebró Jesús con sus discípulos
antes de morir. Jesucristo no la celebró con el Misal romano. Fue muy distinta
esa cena, la primera cena pascual cristiana, a como celebramos nosotros la
Misa. Ansiamos poder celebrarla lo más parecido posible a como la celebró Jesús. En
semana santa tenemos suficiente tiempo para adentrarnos en ella.
Mateo 26,36-56. – Nos
platica el evangelista la agonía de Jesús en oración en el huerto de los
olivos, donde finalmente será arrestado como si fuera un delincuente, por la
guardia del sanedrín, la junta suprema de los judíos.
Mateo 26,57-75.- Jesucristo
es juzgado y condenado primeramente por el sanedrín, el tribunal de los judíos.
¿Cuáles fueron las acusaciones? Que podía destruir el templo (sagrado templo
para los judíos) y levantarlo en tres días. Y por haber dicho que sí era el
Cristo y que se sentaría a la derecha del Poder. En realidad los verdaderos
motivos no salen a relucir aquí: sus milagros en favor de los más pobres; la
proclamación de la llegada del reino de Dios para los humildes, el reino de la
inclusión; la presentación de Dios como un Padre que ama a los pobres y a los
pecadores; porque invitaba a vivir una nueva religiosidad, es decir, una nueva
manera de relacionarse con Dios. Los sumos sacerdotes más bien encontraron un
pretexto para condenarlo a muerte.
Mateo 27,1-31, es juzgado y
condenado por Pilato, el procurador romano, un tribunal pagano. Aquí los
motivos son más bien políticos: que decía ser rey de los judíos, y otras cosas
que no se mencionan. Los sumos sacerdotes y los ancianos del sanedrín lograron
persuadir a la gente para que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de
Jesús. ¡Qué dolor para todos nosotros! Preferir la absolución de un delincuente
y condenar a un inocente… y no cualquier inocente, sino el Hijo de Dios. Luego,
san Mateo nos platica la crucifixión y muerte de Jesús, que nos deja en un
profundo silencio como a él mismo lo dejaron.
Son varias las lecturas que
los cristianos hacemos de la pasión y muerte de Jesús: ‘él murió para salvarnos
de nuestros pecados’, decimos, siguiendo lo que leemos en la Biblia, por
ejemplo, en 1 Timoteo 1,15. O como leemos en Isaías 53,5: "Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas”.
En Hebreos 9,26 leemos que Cristo destruyó el pecado con su sacrificio, es
decir, con el sacrificio de toda su persona. En otro lugar nos dice san Pablo
que Jesús murió para aplacar la cólera de Dios (ver Romanos 5,8).
Pero no debemos pasar por
alto que Jesucristo inició su ministerio con una proclamación: "el reino de
Dios está cerca o ha llegado” (Mateo 4,17 y Marcos 1,15). Asumir con toda su
persona esta causa del reino de Dios para esta humanidad fue lo que lo condujo
a la cruz. Lo anunció y lo hizo realidad por medio de sus milagros y sus encuentros
con las personas. Jesucristo hizo vivir a las multitudes la gracia, la
misericordia, el amor de Dios, la fraternidad de los seres humanos de manera
palpable. El egoísmo, la envidia, la odio, el afán de poder y dominio de los
poderosos, así sean gentes de religión; y lo mismo la apatía y resignación de
los desposeídos, fueron los enemigos de Jesús que lo llevaron a la muerte; y
esos enemigos sigue teniendo Jesús en nuestros días.