EL TRIDUO PASCUAL
Viernes 7 a Domingo 9 abril 2023
Juan 13,1-15. Juan caps. 18 y 19. Mateo 28,1-10.
Carlos Pérez B., pbro.
La principal celebración
del año litúrgico se llama Triduo Pascual. Es una celebración que dura tres
días. Poco a poco nos tenemos que ir formando en esta espiritualidad (no tanto
en la formalidad). Todavía gran parte de nuestra gente católica piensa que la
principal celebración es el Viacrucis (antiguamente eran las Siete Palabras).
Hoy día se ha fomentado que lo es la Vigilia Pascual. Pero la verdad es que se
trata de todo el triduo pascual, como una unidad que tiene varios momentos
celebrativos. Es toda una celebración continua, desde que nos sentamos a la
mesa en la que Jesucristo parte el pan y el vino como su Cuerpo y su Sangre, y
en la que él, como el Siervo de Yahveh, nos lava los pies humildemente. Nos
vamos con Jesús, como los discípulos de aquel tiempo, a orar al huerto de los
olivos, donde será arrestado por la guardia del sanedrín, y abandonado a su
suerte por nosotros, los suyos. De ahí será conducido violentamente a dos
tribunales, el de Caifás y el de Pilato en donde será condenado a muerte,
porque en aquellos tiempos existía la pena de muerte. Finalmente lo seguiremos,
a distancia, hasta su cruz donde entregará su Cuerpo, derramará su Sangre y nos
entregará su Espíritu. No estaremos presentes en el momento preciso de su
resurrección pero sí la celebraremos una vez terminado el sábado. Sus discípulas
y discípulos se encontraron con él, Resucitado, ya amanecido el domingo.
Hay que decir con toda
claridad que generalmente la diferente manera de contar los días entre el
pueblo judío de la antigüedad y nuestra manera moderna es la que nos crea
confusión. Nosotros contamos los días de las 0 a las 24 horas. Los judíos no lo
hacían así, sino que consideraban que cada día se terminaba al ponerse el sol,
y esa noche le pertenecía al día siguiente. Esto lo podemos verificar en varios
pasajes de los santos evangelios.
Teniendo esto en cuenta,
afirmamos que la noche de la Última Cena le pertenecía al viernes y no al
jueves. Así es. Por ello resulta anacrónico decir que la institución de la
Eucaristía se dio en jueves, tanto como continuar hablando del ‘sábado de
gloria’. Anacronismos que los que nuestra Iglesia se mantuvo por siglos, hasta
la reforma del Concilio Vaticano II. En aquellos tiempos, Jesús se sentó con
sus discípulos a la mesa, por última vez en su vida mortal, la noche que
precede al viernes. De la cena pasó a su oración del huerto, donde fue
aprehendido, y compareció ante los tribunales del sanedrín y el de Poncio
Pilato. Fue sepultado antes de terminar el viernes para descansar como un
verdadero muerto todo el sábado. Una vez terminado el sábado, al meterse el
sol, resucitó, no sabemos de qué manera ni a qué horas. El triduo pascual
comienza pues sentándonos a la mesa de Jesús.
Más allá de estas cosas
técnicas, lo que importa es vivir el triduo y toda nuestra vida cristiana con
intensa espiritualidad. Qué de desear sería que viviéramos esos tres días como
si nos quedáramos con Jesús, acompañándolo en los días más álgidos de su vida
mortal, y que son los días cúspides de su entrega entera de la vida por la
salvación de esta humanidad, trazando para nosotros el camino que hemos de
seguir, entregándonos a nosotros mismos, con la fuerza del Espíritu Santo. Invitémonos
todos los católicos a vivir estos tres días completos, en la medida que esta
vida moderna nos lo permita, aunque andemos en la calle, o estemos en nuestras
casas: permanezcamos en el espíritu de la pasión, muerte y resurrección de
nuestro Señor Jesucristo. El Dios de la vida se nos manifiesta fehacientemente
en toda la vida encarnada del Hijo de Dios.
Recordemos sus palabras: "Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus
discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole
aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: ¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún
modo te sucederá eso! Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡colócate detrás de
mí, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de
Dios, sino los de los hombres! Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque
quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la
encontrará” (Mateo 16,21-25).