Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




RECONOCEMOS A JESUCRISTO EN LA ESCRITURA Y EN LA FRACCIÓN DEL PAN

Domingo 3° de pascua, 23 abril 2023

Lucas 24,13-35).

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Todos los cristianos hemos de nutrir nuestra espiritualidad repasando y entendiendo cada vez con más profundidad los diversos encuentros que vivieron las discípulas y los discípulos con Jesucristo resucitado. Son experiencias que nos enriquecen. Hoy nos toca proclamar este encuentro que vivieron dos discípulos, que no eran de los doce, camino de Emaús, poblado que estaba como a once kilómetros de Jerusalén. La narración es exclusiva de san Lucas. En esta experiencia de encuentro con Jesucristo, tienen un papel fundamental la escucha de la Palabra de Dios y la fracción del pan, ambas en el contexto de la comunidad, es más, en el contexto de los pobres, porque hay que pensar que nuestro Señor fue fiel en toda su vida terrena, al programa para el que fue ungido por el Espíritu, según Lucas 4. Ni la escucha de la Palabra ni la fracción del Pan son meras acciones rituales exterioristas. Bien le cuentan al mismo Jesús los discípulos que iban a Emaús: "Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel”.

El trabajo pastoral de la Iglesia, en estos años recientes, ha conseguido que todas las familias ya tengan su Biblia en la casa. Pero lo triste es que no la leen, ni individualmente ni en familia. ¡Sacerdotes y apóstoles laicos!, no invitemos con simpleza a nuestra gente católica a que lean la Biblia. La inmensa mayoría de ellos entran a la Biblia y muy pronto se desaniman, porque pueden leer muchas páginas, si tienen paciencia, pero no entienden nada. Hay que invitarlos más bien de esta otra manera: ‘busquen a Jesús en la Biblia, comiencen con los santos evangelios’. No vean páginas y letras, más bien encuéntrense con una Persona que habla, que enseña, que educa, que corrige, que conduce, fortalece, que llena de gracia, de amor, de misericordia, de luz y de verdad, que concede su Santo Espíritu para que poco a poco se vayan adentrando en la voluntad de Dios Padre, para que vayan entrando en sus proyectos de transformación de esta humanidad. A partir de los santos evangelios iremos entendiendo el resto de la Sagrada Escritura. Y será la palabra de Dios la nos vaya iluminando para entender nuestras realidades actuales. Vayamos haciendo, con la fuerza de Dios, una Iglesia que, en todos sus miembros, vive a la escucha de su Palabra.

En esta imagen de los dos discípulos nos vemos a nosotros mismos. Somos una Iglesia o comunidad de discípulos que camina. En una Iglesia encerrada en sí misma, estacionada, inmóvil, no se hace presente el Resucitado. Con nosotros camina Jesús, literalmente él es un compañero de camino. Nos ilumina con su Palabra. Esto es cierto si los católicos todos, nos ponemos a la escucha de su Palabra en los santos evangelios. En aquellos tiempos fueron como dos horas las que caminó Jesús con estos dos discípulos. Todavía no se escribían los evangelios, pero no hacía falta si el mismo Jesús les explicaba las Escrituras por el camino. Ahora sí necesitamos entrar en los santos evangelios para escuchar a Jesús.

Por el camino, Jesús nos explica las Escrituras pero luego se sienta con nosotros a la mesa para partirse a sí mismo en esa forma del pan y seguirse entregando por la salvación del mundo. Veámonos a nosotros mismos en esta escena maravillosa: "Quédate con nosotros… Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron”.

¿Somos una Iglesia que parte el pan (el alimento material y la persona de Jesús) como una familia y que se dispone a partir el pan para todos los seres humanos especialmente para los pobres? Tenemos mucho trabajo por delante: sólo el 10% de los católicos asisten a Misa los domingos. Ninguna institución aceptaría eso. Pero no nos reduzcamos a invitarlos de esta manera: ‘vengan a misa’, ‘quien falta a misa en domingo, comete pecado mortal’. Invitémoslos a conocer a Jesús, a enamorarnos de él, a seguir sus pasos, a sentarnos en torno a su mesa para que Él, en persona, parta el pan como su Cuerpo y el vino como su Sangre, para la vida del mundo.


 

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