Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





¿ES VERDADERO NUESTRO AMOR A JESÚS?

Domingo 6° de pascua, 14 mayo 2023

Juan 14,15-21

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Continuamos sentados a la mesa de Jesús, como cuando estaba por entregar su vida en la cruz, pero ahora lo contemplamos y lo escuchamos ya resucitado. Él es nuestro Maestro y nos encanta que nos enseñe, así como aquí, de corazón a corazón. Este ejercicio de escucha obediente es el que ha de vivir todo católico. Este domingo nos habla del amor, el amor que requiere ser conservado, cuidado, cultivado, porque nosotros necesitamos crecer en el amor a él, y también entre nosotros. Este tema del amor, es una insistencia en estos dos capítulos de san Juan, el 14 y el 15, para que los regustemos en nuestra lectura personal.

Hoy nos ofrece una clara señal de verificación de nuestro amor. Sabemos muy bien, porque nos conocemos, que a las personas nos resulta muy fácil decir que amamos a alguien: es fácil decirle a la mamá ‘te amo’, o a la esposa-esposo, a un amigo o amiga, a Dios, a la Iglesia. Pero las palabras muchas veces no tienen el contenido que expresan. En la tele y otros medios se usa mucho decir: ‘te amamos’, cuando no es completamente cierto. Y nuestro Señor nos conoce mejor que nosotros mismos. Por eso leemos muy al principio de este evangelio según san Juan: "Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre” (Juan 2,24).

Pues precisamente por eso, porque ya nos conoce, nos ofrece esta señal clarísima de la autenticidad de nuestro amor hacia él, y también a nuestros hermanos: "Si me aman, cumplirán mis mandamientos… El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama”.

¿Y cuáles son los mandamientos de Jesús? ¿Los conocemos, dónde los encontramos? Pues por eso nuestra insistencia. Para conocer los mandamientos de Jesús y vivirlos, es necesario leer los santos evangelios, los cuatro, completos. Más aún, es necesario estarlos estudiando persistentemente, porque los mandamientos de Jesús (no los de Moisés) no se pueden acoger superficialmente. Quien así los toma y los cumple, por encima, se engaña. Entraría en una práctica semejante a la de los judíos en tiempos de Jesús, y en tiempos de san Pablo: pensar que con el cumplimiento externo y superficial de sus mandamientos, tenemos acceso a la vida plena de su resurrección. Nada más lejos del pensamiento de Jesucristo.

Empecemos por conocer a Jesús en los santos evangelios, y progresivamente en el resto de la sagrada Escritura. Si nosotros los católicos no vivimos nuestra religión en esa lectura asidua de la Palabra de Dios, ¿cómo vamos a conocer y vivir los mandamientos de Jesús? ¿No creen que todos debemos trabajar mucho para hacer entrar a todo mundo en esa práctica necesaria de leer la Biblia? No unos pocos, sino todos.

Y así, una vez que todos vayamos leyendo y conociendo la Palabra a partir de los santos evangelios, iremos entrando en el misterio fascinante y salvador de la Persona de nuestro señor Jesucristo. Un ejemplo: en el capítulo 13 y en el 15, Jesucristo nos dice que su nuevo mandamiento es que nos amemos unos a otros como él nos ha amado. Es su mandamiento nuevo, pero no es su única enseñanza. O más bien, él mismo, a partir del amor hacia nosotros, vive en su Persona muchas cosas, y muy profundamente. Nosotros escuchamos este mandamiento y lo más seguro es que lo vivamos muy limitada y reducidamente. Pero cada vez que escuchemos que el Maestro nos insiste en éste y otros mandamientos suyos, los iremos viviendo más amplia y profundamente iluminados por su Santo Espíritu (aquí le llama Consolador). Uno puede pensar que amar al prójimo es saludarlo con respeto, con una sonrisa, sintiendo en el corazón, ‘te amo, que te vaya bien, que Dios te bendiga’, y que ya con eso cumplimos su mandamiento. Tarde que temprano iremos descubriendo que el amor es un camino en crecimiento, que los humanos no nos podemos quedar en los buenos deseos.

Hablemos de las bienaventuranzas, del amor a los enemigos, el perdonar hasta 70 veces 7, de la entrega de uno mismo, como él, de la gratuidad, de la compasión, del perdón, de la salvación, de la corrección fraterna, de la escucha, del consuelo, del amor a la verdad, de la misión de llevar su buena noticia a todo mundo, y tantísimas cosas que Jesús nos enseña y manda en sus santos evangelios. Por eso nos inquieta siempre, ¿cómo es que les hemos enseñado a nuestros católicos y a nosotros mismos a vivir su religiosidad, cada quien como le da su regalada gana y no en la obediencia a Jesús?


 

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