Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





¿QUIÉNES TIENEN EL ESPÍRITU DE DIOS?

Domingo de Pentecostés, 28 mayo 2023

Hechos 2,1-11; Juan 20,19-23

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Hoy es el 50° y último día de este tiempo de pascua (22 días de abril y 28 días de mayo). En griego, cincuentavo día se dice "pentecoste hemera”. San Lucas, en el libro de los Hechos de los apóstoles, nos da ese número, que no se trata de una cifra aritmética sino de un mensaje religioso. Son siete semanas, número perfecto en la Biblia, coronadas por el 50. Es la plenitud del Espíritu que nos comunica el Resucitado. Así tenemos que leer toda la sagrada Escritura, tratando de captar su mensaje a través de tantos símbolos. No pensemos que se trata de datos exactos históricamente porque distorsionaríamos lo que Dios nos quiere decir y lo que quiere hacer para la salvación del mundo.

En cambio, vemos que el evangelista san Juan nos dice que Jesucristo les comunicó el Espíritu Santo a sus discípulos el mismo día de la resurrección. Dios Padre, por medio de toda la vida de su Hijo Jesucristo, nos da su santo Espíritu. Este Espíritu no se estaba esperando para entrar en acción una vez que el Hijo hubiera muerto y resucitado. Siempre ha estado activo, desde la creación del mundo, desde la comunión eterna de las tres divinas personas. Recordemos que el Hijo de Dios tomó un cuerpo en el seno de la Virgen por el poder del Espíritu Santo. Y el Hijo se dejó conducir por el Espíritu en todo su ministerio.

En tiempos recientes nos ha perjudicado mucho el haber hecho y seguir haciendo una lectura ingenua y simplista de algunos pasajes bíblicos que nos hablan del Espíritu actuando en los cristianos de aquellos primeros tiempos, como algunos versículos del capítulo 12 de la primera carta a los corintios, 2ª lectura de hoy. En ciertas sectas pentecostales y en algunos grupos católicos se presenta al Espíritu haciendo dar brinquitos a las personas, o gesticulando palabras confusas, cosas que nada tienen que ver con el plan de Dios de transformar radicalmente este mundo. En este mismo capítulo 12 y en el 13, san Pablo corrige a su comunidad.

Conviene hacer un repaso de la acción del Espíritu Santo en la persona encarnada del Hijo de Dios. Jesucristo, como verdadero ser humano, vivió una vida excepcional por la acción del Espíritu Santo. Vivió como un pobre, humilde, sencillo, alejado de todo poder humano, distante del consumismo que tanto nos distingue a nosotros, vivió la compasión del Padre tan radicalmente como nadie la ha vivido, tan desprendidamente, tan gratuitamente; vivió nuestra debilidad pero con la fortaleza del Espíritu, en sus afanes pastorales y en sus conflictos, especialmente a la hora de su pasión y de su muerte. Si hubiera querido reaccionar ante sus adversarios con el poder de las gentes del poder, no habría sido crucificado y resucitado, y entonces no sería para la humanidad el camino de la salvación de Dios.

Convendría también hacer un repaso de la acción del Espíritu Santo en el libro de los Hechos para contemplar la vida de aquellos primeros cristianos y sus comunidades. En la primera lectura escuchamos cómo todo mundo oía hablar a los discípulos en su propia lengua. Ésta desde luego es una imagen de una Iglesia abierta esparcida por el mundo que, movida por el Espíritu de Dios, se comunica en el idioma, cultura, idiosincrasia, etc., de cada pueblo. Es una Iglesia que se encarna en su tiempo y lugar y no se inmoviliza o se encierra en sí misma. Más delante nos ofrece este libro otros testimonios de la acción del Espíritu, como este formidable pasaje de la vida transformada de aquella primera comunidad: "Acabada su oración, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía. La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos” (Hechos 4,31-32). O también, entre otros, el testimonio valiente de este cristiano: "Se levantaron unos de la sinagoga… y se pusieron a disputar con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba… Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle… Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. Y diciendo esto, se durmió” (Hechos 6,8 al 7,60).

Así como Jesús, principalmente, pero también como los primeros cristianos, nosotros tenemos que ejercitarnos en la docilidad a los impulsos del Espíritu para entrar activamente, con una nueva espiritualidad, en la obra de Dios. Pero no es cosa de apretar un botoncito como en las máquinas tragamonedas para obtener el Espíritu de Dios.

El p. Chevrier, un sacerdote del siglo antepasado nos dice "¿Quiénes son los que tienen el Espíritu de Dios? Son aquellos que han orado mucho y que lo han pedido largo tiempo. Son los que durante mucho tiempo han estudiado el Santo Evangelio, las palabras y las acciones de Nuestro Señor Jesucristo” (El Verdadero Discípulo, p. 227).


 

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