ESTE POBRE ES EL HIJO DE DIOS
Domingo 21° del tiempo ordinario, 27 agosto 2023
Mateo 16,13-20.
Carlos Pérez B., Pbro.
Escuchamos el domingo
pasado, en el capítulo anterior de san Mateo, que Jesús, andando en tierra paganos,
le había expresado a sus discípulos y a la mujer cananea que no había venido
sino a rescatar a las ovejas perdidas de Israel, pero ahora lo vemos también en
tierra de paganos no creyentes, es decir, una región no habitada por judíos,
como era Cesarea de Filipo, al norte de Galilea. Y precisamente ahí, en "tierra
de no creyentes”, es donde Jesús lanza esta pregunta central y fundamental para
los que decimos ser creyentes. Por eso pensamos que es una pregunta universal,
porque Jesucristo vino para ser salvación para todos los seres humanos.
¿Quién es Jesús? Los
católicos decimos ser creyentes en Jesucristo, pero, ¿sabemos quién es él? ¿Lo
conocemos realmente o sólo nos lo imaginamos? En algunas ocasiones, en pláticas
informales con grupos o con individuos, suelta uno algunas preguntas muy
elementales sobre Jesús: ¿dónde nació, dónde se crió, qué nos enseñó, cuántos
años tenía al morir? Muchas personas no saben responder. Pero mucho menos, un
porcentaje muy elevado de católicos, no han leído ni siquiera una página de los
santos evangelios. Les pregunto, ¿en qué parte de la Biblia nos encontramos
directamente con la persona de Jesús? Cantidad de católicos no lo sabe.
Bueno, al mismo Jesús le
interesaba vivamente que sus discípulos tuvieran un conocimiento más claro de
su persona. En el versículo 6 de este capítulo Jesús les hace este enérgico
llamado: "abran los ojos”, para que
ni ellos ni nosotros nos vayamos a desviar hacia la enseñanza y la manera de
vivirla de los fariseos y saduceos, como de hecho nos ha sucedido en la Iglesia
(lo primero que te digo y lo primero que haces).
Las gentes de aquel tiempo
pensaban que Jesucristo era un verdadero profeta, de los grandes, como Juan
bautista, Elías o Jeremías. La gente no pensaba que Jesús fuera un clérigo o un
político. Lo colocaban en la corriente de los profetas. Nosotros celebramos más
a Jesucristo Sumo y eterno sacerdote, que a Jesucristo sumo, eterno y verdadero
profeta (yo no sé si exista una fecha para celebrarlo así). Pero claro que ese
conocimiento que tenía la gente de aquel tiempo, lo mismo que nosotros, gentes
de hoy día, es un conocimiento insuficiente. Jesucristo no es un mero título,
no es un slogan que se repite sin contenido, no es una imagen plástica que nos
mueva a la devoción, no es un santito milagroso entre los tantos que hay.
Jesucristo es el Hijo de
Dios. ¿Nos damos cuenta de los alcances de esta confesión de fe de Pedro? En
san Marcos, de manera muy particular, la respuesta de Pedro es: "tú eres el Cristo”, sin más ni más. Y
es que, en el evangelio según san Marcos, la meta del creyente es acoger,
asumir a Jesucristo como el Hijo de Dios, con todas sus consecuencias y sus
beneficios. Por eso, al final de la vida de Jesús, ya muerto, un centurión
romano lo reconoce como el Hijo de Dios. Los otros evangelistas no tienen el
mismo plan y por eso muy temprano nos presentan esta confesión de fe. El jueves,
fiesta del apóstol san Bartolomé, escuchábamos que ya desde el capítulo 1, este
apóstol confesaba: "tú eres el Hijo de
Dios, tú eres el rey de Israel”.
De esta respuesta, pues,
depende toda nuestra vida ‘cristiana’, toda nuestra espiritualidad. En serio,
todo católico ha de contestar de manera muy personal y detenida: ¿quién es
Jesús para mí, para ti? No puede ser un personaje distante y ajeno a mi vida. Jesucristo,
el que se encarnó como un verdadero hombre en el seno de una jovencita de Nazaret,
ese galileo que vivió como un pobre, no esa imagen distinta que nos hacemos de
él, sino el artesano de Nazaret, el amigo de pecadores y publicanos, el que
vivía entre los pobres y los enfermos, el rechazado, el crucificado como un
bandido, ése Cristo de los evangelios, para mí, para ti, es el Hijo de Dios.
Que yo lo acepte como el
Hijo de Dios, quiere decir que lo puedo seguir sin condición alguna, aceptar
todo su evangelio sin pretextos o excepciones, amarlo como a Dios, por encima
de cualquier criatura, no se diga por encima de todo bien material. De esto él
precisamente nos hablará el domingo próximo.
Pedro, que hoy es
felicitado por Jesús por su respuesta, enseñará el cobre al resistirse a
aceptar a un Cristo crucificado. Porque Pedro sigue pensando como la gente, no
como piensa Dios cuyo pensamiento se expresa completamente en la vida que vive su
Hijo Jesús.
Para crecer en el
conocimiento del Hijo de Dios, es necesario escucharlo y contemplarlo cada día
en los santos evangelios. En la medida que vamos creciendo en este
conocimiento, hemos de decir que es una gracia, un don gratuito que nos concede
el Padre, no un mérito personal.