Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





ESCUCHEMOS A JESÚS CADA DÍA EN LOS EVANGELIOS

Domingo 22° del tiempo ordinario, 3 septiembre 2023

Mateo 16,21-27.

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

En septiembre celebramos el mes de la Biblia. ¿Por qué un católico-católica ha de leer la Biblia, especialmente los santos evangelios, de manera habitual? Porque en esas páginas sagradas Dios nos habla. Lo quiero decir de una manera muy simple. Todos los seres humanos vivimos en comunicación, desde que nacemos, incluso antes. El niño escucha a sus papás y así se va formando como un hombre, una mujer cabal. En la escuela escucha principalmente a su maestra, pero también a sus compañeritos. Y ahí complementa su formación como ser humano. Escuchamos la tele, a los amigos, a los jefes del trabajo, las voces de la calle, las redes sociales.

¿Por qué tantos, tantísimos católicos pasamos nuestra vida sin escuchar a Dios? ¿Cómo puede Dios formarnos si nunca lo escuchamos? La manera ordinaria de escuchar a Dios y dejarnos formar por él es leyendo la Biblia. En la Biblia escuchamos a Dios por medio de Abraham, Moisés, los patriarcas, los profetas, los sabios de la antigüedad, pero de una manera especialísima, por medio de su Hijo Jesucristo. Lo leemos así al comienzo de la carta a los Hebreos: "Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Hebreos 1,1).

Todo católico ha de vivir con Jesús la relación Maestro-discípulo. Eso somos los cristianos, discípulos misioneros de Jesucristo. En cada página de los santos evangelios nos encontramos personalmente con nuestro Maestro y nos ponemos a la escucha y contemplación de su persona. No solamente seamos lectores de los evangelios como si fuera una devoción que cumplimos. No. Más bien escuchemos vivencialmente a Jesucristo, metámonos de cuerpo entero en esas páginas sagradas.

Así leemos el pasaje evangélico de hoy, que con el del domingo pasado, es una unidad. Jesucristo les preguntó a sus discípulos (de antes y de hoy) ¿quién soy yo para ustedes? Pregunta fundamental que todo católico se ha de hacer frecuentemente en su vida, porque no se puede vivir de rentas pasadas. Jesucristo no es un clérigo de hoy, que celebra para las multitudes y las deja en la superficie. No. Jesucristo es un Maestro que nos hace hurgar en el fondo de nuestros corazones, ahí donde radican nuestras más fuertes motivaciones. ¿Ahí en nuestro corazón habita él?

Simón Pedro contestó: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Pero le faltó decir qué clase de Cristo era Jesús su Maestro, es decir, cómo tenía Jesús que vivir su ser Cristo. Por eso les encarga el Maestro a todos que no le digan a nadie que él es el Cristo, para que no se vayan a aprender una respuesta de memoria y así la repitan. Cada quien ha de responder desde el fondo de su corazón quién es Jesús para ti.

Cuando Jesucristo les anunció a sus discípulos y a nosotros "que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”, entonces Pedro expresó que no le gustaba ese Cristo. Por eso nuestro Señor regañó a Pedro diciéndole, no propiamente como lo escuchamos en el leccionario romano sino más bien de esta manera: "Colócate detrás de mí, satanás”. Es decir, ‘a pesar de que te estoy dando las llaves del reino de los cielos, y que te estoy dando facultad para atar y desatar en el cielo y en la tierra, eso no quiere decir que te estoy nombrando mi maestro. El Maestro sigo siendo yo y tú tienes que seguirme a mí, no yo a ti’.

Debemos acoger en la Iglesia, especialmente en la jerarquía, la transparencia con que se conduce el Maestro, y por consecuencia, los santos evangelistas. No es dado nuestro Señor a vivir de apariencias. El regaño que le lanzó a Pedro, que también es para todos nosotros, no lo dijo en voz baja, no les encargó a los discípulos que no lo escribieran, para que el mundo no se enterara de las fragilidades y limitaciones del primado de sus discípulos, y de ellos mismos. No es como hace unos años, en que la jerarquía se preocupaba de tapar los escándalos y cuidar su imagen. Hay que alegrarnos, por el bien de la Iglesia y de la salvación del mundo, la energía con que está abordando el papa Francisco tantos escándalos.

Así lo tenemos que vivir en este mes de la Biblia. No somos nosotros los que nos vamos a trazar el camino de nuestra vida cristiana, sino Jesucristo; él es el Maestro que nos va indicando qué clase de cristianos son los que quiere él. Pero, ¿cómo nos vamos a dejar conducir por él si no lo escuchamos cotidianamente en los santos evangelios? Dejemos que sea su palabra, escuchada, discernida, la que nos vaya llevando por los caminos que él nos va indicando. Ni nuestra vida católica, ni nuestra religiosidad, ni mucho menos nuestra espiritualidad la vamos a hacer a nuestro gusto, sino al gusto de nuestro Maestro. Y, para decirlo más fuertemente, según la enseñanza de Jesús, si un católico sigue su propio camino, a su gusto, al gusto de la gente, eso es cosa de satanás. ¿No lo escuchamos así hoy?

Jesucristo no quiere que seamos simplemente católicos, con cierta religiosidad, sino que seamos seguidores suyos, que caminemos detrás de él, que vivamos nuestra vida de acuerdo a su Palabra, que sigamos sus pasos, que renunciemos a nosotros mismos, que asumamos su camino de la cruz, que tengamos sus mismos ideales, su misma misión, su proyecto del reino, su proyecto de una nueva humanidad, y la manera de llevarlo a cabo.


 

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