LA EVANGÉLICA CORRECCIÓN FRATERNA
Domingo 23° del tiempo ordinario, 10 septiembre
2023
Ezequiel 33,7-9; Mateo 18,15-20.
Carlos Pérez B., Pbro.
En
este mes de la Biblia tenemos que recalcar que nuestra vida cristiana, personal
y de Iglesia, se va edificando en la escucha y en la obediencia de la Palabra
del Maestro. Hemos de repetir a lo largo de este mes y siempre: no son nuestros
actos de piedad, las devociones o nuestros rezos los que nos hacen ser
católicos sino el dejarnos conducir por las enseñanzas de nuestro señor
Jesucristo. O, por decirlo de otra manera, la salvación no está en nuestras
devociones y actos externos y superficiales de culto, ni siquiera en nuestros
‘buenos comportamientos’, sino en el seguir el camino de Jesús, porque él en persona
es la salvación del mundo; él es la Palabra de Dios encarnada, la Palabra
integral, la Palabra Total. Estamos atentos a qué clase de cristianos quiere
él, qué clase de Iglesia quiere él.
Ahora,
Jesucristo nuestro Maestro nos enseña sobre la dinámica de la corrección
fraterna y del perdón. Tenemos que preguntarnos con seriedad: ¿cómo poner en
práctica esta enseñanza? Porque esta enseñanza es salvación en nuestra vida
ordinaria.
Al
parecer, el pecado es nuestra fragilidad más propia. Dios nos llama a ser
santos pero la verdad es que el pecado está al acecho. Somos débiles, como los
discípulos de aquellos primeros tiempos. Y estos tiempos modernos están llenos
de tentaciones, de caminos desviados en nuestro seguimiento de Cristo. Por eso,
el Maestro nos ofrece y nos manda este sabio recurso.
Hay
manuscritos antiguos que dicen simplemente: "si
tu hermano comete un pecado”, pero hay otros que dicen: "si tu hermano comete un pecado contra ti”.
La enseñanza de Jesús, hemos de decirlo, se refiere a ambas situaciones o
casos. ¿Qué hemos de hacer?
·
¿Quedarnos callados, asumiendo una
actitud pretendidamente ‘cristiana’?
·
Generalmente respondemos también
nosotros violentamente: ‘si me pegan me desquito’.
·
¿Hacernos de la vista gorda, para
no entrar en problemas, porque los chismes, dimes y diretes en nada ayudan?
·
¿Nos ponemos simplemente a orar
por el hermano, para que ‘le caiga el veinte’ y vuelva al buen camino?
·
Debo contemplar que este hermano
que ha caído en el pecado puedo ser y de hecho soy yo mismo.
Estas
reacciones son las más acostumbradas. Pero la enseñanza de nuestro Señor es
otra: "Si tu hermano comete un pecado, ve
y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano”.
Amonestar, corregir al hermano, o dejar que me corrijan a mí, es, no digamos
que una sugerencia, sino el mandamiento de Jesucristo. La corrección fraterna,
dejándonos llevar por su Palabra, es una dinámica que debemos practicar en la
Iglesia, de un lado a otro, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Ni
los obispos ni los sacerdotes estamos exentos de esta dinámica. "Todos ustedes son hermanos”, nos enseña
Jesucristo en Mateo 23,8.
La
dinámica de la corrección fraterna responde, no al prurito fariseo de estar mirando
nuestros defectos, como lo hacían ellos con Jesucristo; todo, sólo por estarnos
criticando. Tampoco responde al perfeccionismo de nuestra pasada moral
católica, en la cual no partíamos de la Palabra de Dios sino de nuestras ideas,
lo que a nosotros nos parecía que era bueno. La dinámica de la corrección fraterna
se inserta, de base, en el propósito amoroso y salvador de Dios nuestro Padre. En
los versículos inmediatamente anteriores a esta enseñanza, Jesús nos ofrece la
parábola de la oveja perdida. Salir a buscar y rescatar al hermano perdido, que
puedo ser yo mismo, es a lo que vino el Hijo de Dios a este mundo. Esta
parábola la concluye bellamente nuestro Maestro con estas palabras: "no es voluntad
de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños” (Mateo 18,14).
Así es que, con este propósito de rescatar al hermano hemos de practicar
la corrección fraterna, de lo contrario, seremos responsables de la perdición,
no sólo del hermano, sino también de todo nuestro mundo. La labor de los
profetas ha sido llamar a la conversión, al cambio de vida a todos los seres
humanos, no sólo los católicos. Por eso, la Iglesia nos ofrece como primera
lectura este pasaje tan revelador del profeta Ezequiel: "Si yo pronuncio sentencia de muerte contra un
hombre, porque es malvado, y tú no lo amonestas para que se aparte del mal
camino, el malvado morirá por su culpa, pero yo te pediré a ti cuentas de su
vida”. Todos somos
responsables unos de otros.
Hay
que decir que la corrección fraterna, y el llamado a la conversión de todo el
mundo, es un aspecto de nuestra vida de cristianos que tenemos muy descuidada,
sobre todo en estos tiempos actuales en que muchos gustan de vivir encerrados
en su vida privada. Muchos nos dirían, ‘yo voy a misa, pero no se metan
conmigo’. Entonces tu misa, les diríamos a ellos, no tiene valor, porque tu
manera de vivir es la que le interesa al Hijo de Dios.