NUESTROS TALENTOS SON DONES RECIBIDOS DE DIOS
Domingo 33° del tiempo ordinario, 19 noviembre
2023
Proverbios 31,10-31; Mateo 25,14-30.
Carlos Pérez B., Pbro.
Primero: hemos de tener en cuenta en esta Eucaristía, que el Papa
Francisco nos ha convocado a celebrar este día, domingo 33° ordinario, la
jornada mundial de los pobres, con el lema para este año: "No
apartes tu rostro del pobre” (Tobías 4,7), y nos dice
que éste es el contenido central del Evangelio. En verdad,
no podemos amar a Dios si no amamos a nuestros hermanos, especialmente a los
más desamparados.
En este capítulo 25, el evangelista san Mateo nos presenta a Jesucristo
en los atrios del templo de Jerusalén, donde se ha quedado solo con sus
discípulos después de recibir diversas comitivas de los dirigentes del pueblo
judío. Ahí les habla de la plenitud de los tiempos. Dios nos hará nuestro
examen final de toda nuestra vida, de nuestra manera de vivir la fe y la
existencia humana.
Nuestro señor Jesucristo, en su parábola, utilizó la palabra ‘talento’,
‘tálanton’ en griego. El leccionario romano utiliza la palabra ‘millón’, para
hacerla más comprensible. Un talento equivalía como a treinta o cuarenta kilos
de oro o de plata. Es ciertamente una cantidad exagerada de capital la que le
encomienda el dueño de la hacienda a sus siervos. Nos parece exagerada en
cuestión de dinero, pero no lo es tanto si tomamos en cuenta los dones que Dios
ha confiado a cada ser humano. Podemos decir que somos pobres, que no tenemos dinero
ni muchos bienes materiales, pero si nos ponemos a pensar cuánto valen nuestros
ojos, oídos, corazón, manos, pies, cerebro, y muchos etcéteras, pues tomemos
conciencia de lo que valemos y que no hemos hecho nada para ser lo que somos
porque todo lo hemos recibido del Creador. Qué bueno que se ha socializado y
universalizado, a partir de esta parábola de nuestro Señor, la palabra
‘talento’, porque así se reconoce que las cualidades de que gozamos todos los
seres humanos, no son de nosotros, no nos las hemos dado a nosotros mismos,
sino que las hemos recibido de Dios. Talentos es sinónimo de dones.
Así es que, metámonos de cuerpo entero en la parábola. Cada uno de
nosotros es uno de esos siervos, a unos Dios les ha dado unos dones, a otros,
otros; o para utilizar la misma terminología de Jesús, a unas personas Dios les
ha dado talento para la música, para los estudios, para la cocina, para
trabajar la madera o la mecánica, para el dibujo o la pintura, para las
manualidades o las artes manuales, el don de la palabra… a todos nos ha dado la
vida, la vida humana, la fe, el Evangelio, su Santo Espíritu.
¿Qué frutos para el reino estamos dando? ¿Qué frutos para la salvación
del mundo? ¿Qué frutos para que en este mundo reine el amor, la justicia, la
paz de Dios, la fraternidad, la equidad? Porque no debemos pasar por alto que
esta parábola ser refiere al reino de los cielos, así la introduce nuestro
señor Jesucristo: "El
Reino de cielos se parece también…”. Y es necesario
que nos mantengamos en esa sintonía. Podríamos evaluarnos en relación con
nosotros mismos, o en relación con nuestra familia, o nuestro entorno reducido.
No. No se trata de que digamos: "me hice rico y millonario con los talentos que
Dios me dio”. Esos no son frutos para el reino de Dios. Mejor preguntémonos:
¿cómo contribuí a la paz del mundo con los talentos que Dios me dio?, ¿cómo
colaboré para transformar este mundo en un mundo de equidad, de justicia, de
amor? ¿O sólo me dejé llevar por la corriente del individualismo de este mundo,
por el ‘que cada quien se rasque con sus propias uñas’?
Jesucristo se muestra muy severo con el siervo que enterró su talento
para no tener problemas con el amo: ‘siervo malo y perezoso… quítenle el
talento y dénselo al que tiene diez’. Esperemos que esta parábola nos lleve a
reaccionar y rectificar nuestra vida cristiana por una manera de vivir más
acorde con los deseos de nuestro Maestro. No tengamos enterrada nuestra fe en
la privacidad de nuestro corazón. Salgamos de nosotros mismos a llevar la Buena
Nueva de Jesús a todos, de palabra y con nuestra vida.
Bendigamos a Dios porque en la Iglesia contamos con muchos servidores a
favor de sus hermanos (como la mujer hacendosa de la primera lectura) en la
evangelización, en la caridad, en la catequesis, en la liturgia. Me sorprende
la gratuidad y el gusto con que lo hacen, porque nuestras parroquias no
tendrían para pagar tantos servicios, de tanto personal.
Miremos a Jesucristo, él es más que el que recibió cinco talentos. ¡Qué
vida tan provechosa para la salvación de este mundo! No vivió para sí mismo,
vivió enteramente para los demás, especialmente para los enfermos, los pobres,
a los cuales el Papa Francisco nos quiere hacer mirar en esta jornada mundial.