Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





DE TAL REY, TAL REINO

Domingo de Jesucristo Rey, 26 noviembre 2023

Ezequiel 34,11-17; Mateo 25,31-46.

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Primero, pongamos nuestra mirada y nuestro corazón en Jesucristo, para que no tomemos su enseñanza de hoy como si fuera una clase de teología. En los domingos del tiempo ordinario de este año, hemos venido siguiendo sus pasos (de manera vivencial, mística), como verdaderos discípulos, disponiéndonos paso a paso a entrar de cuerpo entero en el proyecto que él nos anunció desde el comienzo de su ministerio en los poblados de Galilea, a orillas del mar, en los caminos y en el monte: "Conviértanse porque el reino de los cielos ha llegado” (Mateo 4,17). Ésta es la buena noticia que suscita y renueva la esperanza de todo este mundo tan atribulado por tantas cosas. Él mismo encarna esa buena noticia. Su proclamación no es un rollo de palabras. Su buena noticia la ha proclamado con milagros, con encuentros personales y multitudinarios, incluso con choques con la gente del poder. Los pobres se le han aglutinado y han salido beneficiados con su presencia que es toda salvación. A partir de los pobres, los últimos, los de abajo es como nosotros estamos comprendiendo y entrando activamente en su Obra.

A Jesús lo movía la compasión del Padre con los más amolados. Es con ellos con quienes aparece más nítida y gratuita su compasión. Sólo de esta manera podemos comprender la enseñanza que escuchamos hoy, domingo de Jesucristo Rey. Hablar de rey, de reino, de reinado, estamos entendiendo, o debemos entender que no se trata de un proyecto espiritualista de Jesús, sino un reinado de a de veras, con implicaciones políticas, sociales, religiosas, eclesiásticas, espirituales, morales, culturales, lo que es la totalidad de la vida de los seres humanos. Aunque sabemos, por el mismo obrar de Jesucristo, que no se trataba de una toma del poder humano, de un golpe de estado, pero sí del establecimiento de una nueva sociedad, de una nueva manera de relacionarse entre los seres humanos, desde el amor de Dios, la caridad, la compasión, la entrega de uno mismo. Ése es el reinado de Dios, y les pertenece, como lo escuchamos hoy, a quienes viven su compasión.

Segundo, como discípulos, hemos de poner atención a las palabras de Jesús: "Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo”. Y qué severo rechazo para otros: "Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. De Jesucristo hay que acoger todas sus enseñanzas, no podemos quedarnos sólo con una parte.

Debe de sorprendernos a nosotros, a nuestra Iglesia, a nuestro mundo, que Jesucristo, nuestro Rey y Maestro, a punto de ser crucificado, nos diga claramente cómo se tiene acceso a su santo reino: vivir la compasión con los hambrientos, sedientos, enfermos, encarcelados, migrantes, etc. La lista de hoy no es exhaustiva, porque la caridad la hemos de vivir con todos los amolados de este mundo, que son muy diversos. Muchos cristianos, ya sea clérigos o laicos, hemos estado convencidos de que la liturgia, los rezos y las devociones son lo más propio de nuestra vida cristiana y de iglesia. Nuestro Señor Jesucristo, el Maestro, no piensa de esa manera. Él nos dice en este pasaje en dónde se juega nuestra salvación, tanto nuestra salvación personal como la salvación de todo este mundo. Si es necesario, para aceptar esto, hay que volver una y otra vez al pasaje de hoy. No dudemos que, si no vivimos así, nos colocaremos en el otro grupo, el rechazado.

Y si nos tomamos en serio sus palabras y toda su práctica salvadora, hemos de decir que no basta darle de comer a un hambriento un día, sino transformar todo lo que haya que cambiar en esta sociedad y en este sistema económico, desde lo profundo de los corazones, para que construyamos, iluminados y fortalecidos con su santo Espíritu, un mundo donde ya nadie pase hambre, ni desnudez, ni nadie tenga que pasar sus días en la cárcel.

Su reino, ¿no es una fantástica buena noticia? Celebremos a este Rey tan especial en esta Eucaristía.


 

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