Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





JESUCRISTO ENTRE LOS MALDITOS DE LA SOCIEDAD

Domingo 4 febrero 2024, 5° ordinario

Job 7,1-7; Marcos 1,29-39

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Cómo quisiéramos que todos los católicos, clérigos y laicos, aprendiéramos juntos a hacer "estudio de evangelio”. Consiste en fijar la mirada y el oído, y todos los sentidos, en cada palabra, cada gesto, cada movimiento de Jesús, en cómo hace las cosas, en las personas que lo rodean, en toda la persona de Jesús. Por ejemplo, hagamos este pequeño ejercicio en el breve pasaje evangélico dominical:

"Al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés”. – Recordemos que el domingo pasado contemplamos a Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, enseñando y expulsando al espíritu de la impureza de un hombre, de ese lugar y del pueblo judío tan religioso. Para esto utilizaba Jesús el sábado, no para no hacer nada sino para limpiar a este pueblo pobre, para hacer el bien.

"La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó”. – El que sería el primer Papa de la Iglesia tenía suegra. Qué bonitos movimientos realiza Jesús. Aquí toma de la mano a la enferma y la levanta. También, más adelante, tomará de la mano a una muchachita y la pondrá a caminar. En otros casos meterá sus dedos en los oídos de un sordo tartamudo, y le pondrá saliva de la suya; en otro evangelio, hará barro con su saliva y la pondrá en los ojos de un ciego. Etc. No son actos de magia, son señales de cariño, de cuidado con las personas, como hacen las mamás con sus niños chiquitos. Mientras que los judíos se privaban de tocar a los enfermos y endemoniados, Jesucristo hace lo contrario, los toma de la mano, como hacen los amigos, los que se quieren.

"En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles”. – Más exactamente dice san Marcos que la fiebre la dejó. En aquellos tiempos no se sabía qué provocaba fiebre. Pensaban que era algo que se le metía a las personas. Ahora sabemos que es un síntoma de otros males del organismo. Habría que entrar en aquel mundo para entender mejor la obra de Jesús. Poner a servir a una persona no es tratarla como esclava o sirvienta, sino colocarla en la exacta vocación de todo ser humano, servir. El mismo Jesús se va a presentar como el siervo de Yahveh, como el servidor de todos, pobre y humilde.

"Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta”. – Qué bella imagen de Jesús contemplamos, qué mala imagen de Cafarnaúm nos presenta el evangelista. Por parte de Jesús, con la mirada cristiana del evangelio, vemos y veremos a Jesús inmerso en medio del pueblo, en medio de sus enfermos y prisioneros de sus males. En vez de mirarlo en el culto, en el templo de Jerusalén, lo vemos entre los pecadores. Así es, es la mala imagen de un pueblito cargado de pobres, de enfermos y poseídos. El pueblo esperó a que se pusiera el sol para salir corriendo detrás de Jesús. No lo hicieron antes porque era sábado. Y los judíos de la capital que pensaban que los galileos no sabían respetar las leyes de Moisés. El que no las respetaba era Jesús, al menos como ellos lo pensaban, porque no se esperó a que pasara el sábado para purificar al hombre poseído de la sinagoga, como tampoco para levantar a la suegra de Simón. Este pueblo, y otros, era considerado como un pueblo maldito, de gentes maldecidas, a las que Dios no quería y por eso estaban tan enfermos y poseídos por espíritus malignos. Pero Jesús llegó con ellos para ser su bendición, la bendición de Dios. Así vemos cómo resplandece con más nitidez la Buena Noticia que Jesucristo encarna en sí mismo. Muchos experimentamos el mundo de la enfermedad, la angustia, los caminos sin salida. La Iglesia nos hace entrar en ese mundo al ofrecernos el pasaje de Job. Habría que leer en casa todo el capítulo 7 de este libro, para percibir, hasta en carne propia (lo decimos algunos), los lamentos de Job, y compadecernos, y dejarnos mover por la compasión, como lo hacía Jesús.

"De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar”. - ¿No quisiéramos aprender a orar como Jesús? No veamos a Jesús recitando rezos vacíos, como acostumbramos muchos. La oración de Jesús era la oración de los lugares solitarios (ya había pasado su buen tiempo de desierto), la oración de la escucha (porque en la oración el que tiene que hablar es Dios, y no nosotros), la oración de contemplación (hay que aprender a contemplar a Dios y su obra en tantas cosas), la oración de discernimiento. Jesucristo, apenas empezó su ministerio y ya había conseguido éxito en su obra. Por eso tenía que discernir su camino, emprenderlo con decisión. ¿Buscaría el éxito de los curanderos? No. Él venía a proclamar, y a ser él mismo, la Buena Noticia del Reino, el Evangelio de Dios en persona. Por eso dirá: "Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Mi Biblia traduce: "para eso he salido”. Es más exacta esta traducción. Y eso nos coloca también a nosotros como una Iglesia "en salida”, volcada hacia el mundo.


 

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