Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




JESUCRISTO EMPUJADO POR EL ESPÍRITU

Domingo 18 febrero 2024, 1° cuaresma

Marcos 1,12-15

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Del miércoles de ceniza al domingo de ramos contamos con 40 días para prepararnos a celebrar y vivir la pascua de nuestro Señor Jesucristo, su pasión, muerte y resurrección; su entrega de la vida, total, sin medida, a la salvación del mundo. La causa de Jesús es el reino de la vida de Dios, el reino del amor, de la justicia y de la paz para todos los seres humanos. Por esta causa vale la pena hacerse pobre, despojarse, entregarse de lleno, hasta el final. Es el camino que hemos de seguir todos los seres humanos, es el camino de la salvación de la humanidad. "Yo soy el camino”, nos dice Jesús en Juan 14,6.

Jesús, como lo leemos hoy en san Marcos, pasó 40 días en el desierto. ¿Qué es el desierto? Es el tiempo de la penitencia, de la renuncia, de la disciplina del cuerpo, de la carne, es el tiempo de la espiritualidad, el silencio, el encuentro con Dios; no porque Dios no esté en otro lado, sino porque en otro lado el ser humano se disipa, se distrae, se deja atrapar por otras cosas. Al no mencionar el ayuno absoluto de Jesús, san Marcos nos está dando a entender que estos 40 días pudieron ser un tiempo más largo, porque el número 40 significa ‘totalidad’ en la mentalidad de la Biblia. Es el tiempo suficiente para luego entregarse al ministerio de la enseñanza y de los milagros. Y como san Marcos no se detiene en hablarnos de las tentaciones que en particular padeció Jesús por parte de satanás, es por eso que nuestra lectura se extiende hasta el comienzo de la proclamación de Cristo, el tema central de su venida a este mundo: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”. Qué bonito que san Marcos nos centra en lo principal, para no desviar nuestra atención en otras cosas. La salvación de este mundo es la llegada del reinado de Dios. Y por esto, vale la pena entregar hasta la vida. Así lo hemos de celebrar y vivir en Semana Santa. Por ello vivamos en esta dirección nuestra cuaresma.

Mucha gente está viviendo la cuaresma con toda clase de privaciones, obligadamente: los que padecen la guerra, la violencia y la inseguridad de cada día, los desplazados, los migrantes, los desamparados de las colonias marginales. Tengámoslos presentes en esta celebración y en este tiempo cuaresmal.

Nos dice el evangelista que, después de ser bautizado en el Jordán, se manifestó el Espíritu sobre Jesús, e incluso el Padre eterno también se manifestó con esa voz venida del cielo. Enseguida, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Empujar es el verbo que utiliza san Marcos. Y nosotros decimos que los que necesitamos ser empujados, porque nos resistimos a los impulsos del Espíritu, somos nosotros. Tomemos en cuenta esto para este tiempo de cuaresma y para toda nuestra vida cristiana, y para toda vida humana. La carne nos empuja, nos jala, nos arrastra hacia el consumo, los satisfactores, las diversiones, el placer, el afán de poder y de dinero, hacia los vicios, hacia nuestro propio ‘Yo’. El Espíritu de Dios nos empuja al desierto, a la renuncia a nosotros mismos, hacia el prójimo, hacia los más necesitados, hacia la voluntad salvadora del Padre, pero no porque nos quiera maltratar, sino al contrario, porque ése es el camino de la salvación de nuestra pobre humanidad, desapropiarnos de nosotros para dejarnos apropiar por Dios. Jesucristo en la carne sí lo comprendió y así lo vivió.

Este tiempo de cuaresma nos ha de servir para ejercitarnos en el discernimiento del Espíritu de Dios, en la docilidad a sus impulsos. Hubo un tiempo en algunas comunidades nuestras que, influenciadas por movimientos exaltados de otras denominaciones, ponían el acento en manifestaciones supuestamente del Espíritu que no tenían nada que ver con la salvación del mundo, sino como distinciones meramente personales. Nosotros hemos de disponernos a sus impulsos, con discernimiento evangélico, para colocarnos en el camino de Jesús, para hacernos otros cristos por la salvación de todos.

No está por demás insistir que el camino de Jesús está bien plasmado en los santos evangelios, los que hemos de estudiar y estudiar para asimilarnos a él. Hagamos extensiva la cuaresma, sin imposiciones, a todos nuestros católicos, que la vivamos con más intensidad: en la escucha de la Palabra, en los sacramentos, en la oración (sobre todo en silencio), en la penitencia, en la disposición a cambiar nuestra vida y nuestras estructuras injustas, en la caridad, el servicio y el apostolado.


 

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