LA PALABRA DEL PADRE SOBRE EL SACRIFICIO DE
SU HIJO
Domingo 25 febrero 2024, 2° cuaresma
Marcos 1,12-15
Carlos Pérez B., Pbro.
El segundo
domingo de cuaresma, cada año, contemplamos la transfiguración de nuestro Señor
en cada uno de los evangelios sinópticos (Mateo 17, Marcos 9 y Lucas 9). Este
año nos ha tocado hacerlo en el evangelio según san Marcos, por eso sigamos muy
atentamente su propia versión.
Comienza
diciéndonos (el leccionario no trae esta frase): "seis días después…” ¿Después de qué?, debemos preguntarnos. ¿Qué
sucedió seis días antes? Es propósito del mismo evangelista usar este nexo para
darle unidad a todo el pasaje. No nos vayamos a quedar con solamente una visión
gloriosa de Cristo. Si lo hacemos estaremos dejando de lado el mensaje más
fuerte, impactante que nos quiere dejar la Persona de Jesús.
Seis días antes,
Jesucristo había hecho a los discípulos la pregunta fundamental sobre su
Persona, sobre su identidad y misión: "¿Quién
dice la gente que soy yo?” … "¿Quién dicen ustedes que soy yo?” (Marcos
8,27 y 29). No se puede ser discípulo de Jesús sin responder a esta pregunta.
En las cosas importantes todos debemos tener claridad, no podemos caminar a
ciegas. En la política, ahora que estamos en tiempo electoral, tenemos que
informarnos quién es cada uno de los partidos y candidatos o candidatas. Pues,
en relación con Jesús, mucha más claridad hemos de tener, porque en su
seguimiento se juega nuestra vida, nuestra salvación y la salvación del mundo.
Y no solamente debemos de saber quién es él, sino cuáles son los caminos en
concreto que él ha decidido tomar, porque pudiéramos nosotros, sus discípulos,
pretender seguirlo por los caminos de nosotros, los que a nosotros nos gustan.
Esto era lo que precisamente les sucedía a los discípulos de aquel tiempo. Veamos.
En los
versículos 17 y 18 del capítulo 8 (lo pueden ver en su Biblia) los reprende (y
nos reprende también a nosotros) diciéndonos: "Abran los ojos… ¿Aún no
comprenden ni entienden? ¿Es que tienen la mente embotada? ¿Teniendo ojos no ven
y teniendo oídos no oyen? … ¿Aún no entienden?”. Con esto los prepara para la pregunta que hemos
mencionado, a la que Simón Pedro respondió: "Tú
eres el Cristo”. Se quedó corto. El evangelista ya nos había dicho, desde
el primer versículo de todo su evangelio, que Jesucristo, era el Hijo de Dios,
era la Buena Noticia. Y nosotros decimos, la Buena Noticia de la salvación de
este mundo, que empieza a partir de los pobres de Galilea. Pero, ¿por qué
camino? Por un camino que nos desconcierta profundamente a nosotros los seres
humanos: "comenzó a
enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los
tres días” (Marcos 8,31).
El más desconcertado ante esta revelación era el discípulo Simón Pedro, quien
se puso a reprender a Jesús, lo que le valió que Jesucristo le llamara ‘satanás’.
Antes de subir
al cerro, nos dice Jesús: "entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que
vean venir con poder el Reino de Dios”. Lo que quiere decir que su transfiguración tiene que ver con la
llegada del Reino de Dios.
Esto fue lo que
sucedió seis días antes. Ahora suben al monte alto para escuchar la respuesta
de Dios Padre a la pregunta sobre la persona, la identidad y la misión de Jesucristo.
Se transfiguró, sus vestidos se volvieron resplandecientemente blancos y
aparecieron Moisés y Elías, la ley y los profetas que conversaban con él. ¿Qué
dicen las Sagradas Escrituras acerca del camino que ha de seguir Jesús para ser
salvación para este mundo? Ratifican su anuncio de la pasión, muerte y
resurrección. Por si quedara lugar a la duda, la voz del mismo Padre se escucha
diciendo: "Éste es mi Hijo amado, escúchenlo”. Abraham no tuvo que llegar al final en el sacrificio de su hijo Isaac,
lo escuchamos en la primera lectura. El Padre eterno no nos escatimó a su Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros. Es la lectura que nos hace el apóstol
Pablo, segunda lectura, del sacrificio de Cristo.
¿Entendimos nosotros todo esto? Claro que no. Mentalmente sí entendemos
todo este pasaje, pero en nuestra vida, en nuestra vida cristiana, en nuestra
vida de iglesia como que tomamos otro rumbo. En vez de desprendernos de
nosotros mismos, de entregarnos totalmente a la voluntad del Padre, nos
apropiamos de nosotros y vivimos desde nosotros mismos, hacemos nuestro camino
según nuestros pensamientos. Sean para nosotros las palabras de Jesús dirigidas
a Pedro: "¡Colócate detrás de mí, Satanás!,
porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”
(Marcos 8,33). Nos escuchamos a nosotros mismos y no al Hijo amado del Padre.
Por ello repetimos y repetimos que la insistencia en estudiar a Jesús en los
santos evangelios no es una cuestión secundaria sino fundamental en la vida de
todos nosotros, católicos.
En los capítulos 9 y 10 de este evangelio, vemos también los intentos de
los discípulos de tomar un camino distinto al de Jesús.