¿CENA DE JUEVES O DE VIERNES?
La Cena del Señor, 28 marzo 2024
Juan 13,1-15 / Mateo 26,17-29 / Marcos 14,12-25
/ Lucas 22,14-38
Carlos Pérez B., Pbro.
Jesucristo, al
llegar el día de su pasión y de su muerte, de la entrega de la vida, se sienta
a cenar con sus discípulos por última vez. Según los evangelios sinópticos, se
trataba de la cena pascual del pueblo judío en la que se comía, como lo
escuchamos en Éxodo 12, el cordero sacrificado entre dos luces (la luna llena
por el este y el sol poniéndose por el oeste, lo que quiere decir que la pascua
se comía de noche) para rememorar la salida de Egipto, salida que en numerosas
ocasiones en los libros del AT se cita para identificar a Dios: "Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado
del país de Egipto, de la casa de servidumbre” (Éxodo 20,2). Los cristianos
vivimos la liberación del nuevo Cordero, Jesucristo, como una liberación integral,
salvación, transformación profunda del ser humano.
Esta cena no es
de jueves sino de viernes, porque según la cronología de aquella cultura, que
conservamos en la liturgia, Jesús se sentó a la mesa con los suyos cuando ya
había terminado el jueves, con la caída del sol, y el viernes había comenzado.
Aquellas gentes no contaban los días de las 0 horas a las 24, sino a partir de
la caída del sol. Así es que la celebración de hoy es de viernes. En la Iglesia
seguimos hablando de ‘jueves eucarístico’, cuando en realidad deberíamos llamar
a este día ‘viernes eucarístico’, así como antes hablábamos de ‘sábado de
gloria’, y ahora, más a tono con la Sagrada Escritura, vivimos la Vigilia
Pascual, como una celebración de domingo de resurrección. Pero la cronología no
es lo importante, sino el momento que vivimos los cristianos en torno a Jesús:
su Última Cena.
Los evangelios
sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) nos dicen que esa última cena era la cena
pascual de los judíos, pero claro, cambiada por Jesús en la nueva pascua, donde
él es el cordero sacrificado. El evangelio según san Juan, en cambio, nos dice
que la última cena era un día antes de la pascua. Por eso en este evangelio no
se habla de la fracción del pan y del vino, sino del lavatorio de los pies, del
mandamiento del amor, del servicio, de la entrega del Espíritu Santo, etc. Este
evangelista le dedica 5 capítulos a las enseñanzas de la última cena.
Todos estamos
convocados para sentarnos a la Mesa de Jesús, cada domingo. Pero la mayoría de
los católicos no lo hace. Si no aman a Jesús, está bien que no asistan. Pero si
aman a Jesús, ¿por qué no se sientan a su mesa? Se trata de vivir ese momento
de intimidad con Jesucristo nuestro Maestro y Señor, su entrega de la vida. Así
como lo decimos también de la lectura de los santos evangelios, que se trata de
una verdadera escucha de la Palabra del Maestro, no de una mera lectura, así lo
afirmamos de la Misa de los domingos: escucho a Jesús, no al sacerdote, que me
dice: ‘tomen esto es mi Cuerpo que entrego por ustedes’, ‘tomen, ésta es mi Sangre
que derramo por la salvación de toda la humanidad’.
Un llamado a
todos los católicos: celebremos vivencialmente la Cena de Jesús, y, los que
celebramos la entrega total de Cristo a la voluntad salvadora del Padre, hemos
también de estar dispuestos a vivir esa entrega en nuestras mismas personas. La
cristiana, el cristiano ha de ser una persona eucarística, no de misas
exteriormente, sino pan para los demás, como lo plasmó el p. Chevrier en su
cuadro de Saint Fons: "El sacerdote es un hombre comido. Hacernos buen pan”. Ya
san Ignacio de Antioquía usaba esta expresión: "Soy trigo de Dios y he de ser
molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo”
(Carta a los romanos).