Vigilia Pascual, 30 de
marzo de 2024
Marcos 16,1-7
"VAYAN A GALILEA, ALLÁ LE
VERÁN”
Carlos Pérez B., Pbro.
En la celebración
de la Vigilia Pascual, el sábado 30 de marzo, proclamamos el relato de la
resurrección de nuestro Señor Jesucristo en el evangelio según san Marcos. Este
evangelista no nos dice que las mujeres (porque eran solamente mujeres las que
fueron al sepulcro, en ese lugar de los muertos) hayan visto a Jesucristo
vuelto a la vida. Más bien se encontraron con un joven vestido de blanco que
les dijo: "No se asusten. Buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado,
no está aquí. Vean el lugar donde le pusieron. Pero vayan a decir a sus
discípulos y a Pedro que irá delante de ustedes a Galilea; allí le verán, como
les dijo” (Marcos
16,6). Efectivamente, en el huerto de los olivos eso les había dicho (Marcos
14,28).
¿Qué significa
eso de volver a Galilea para ver a Jesucristo resucitado? Pues volvamos sobre
las páginas del evangelio según san Marcos. Si en un primer repaso por las
páginas de este evangelio ya tenemos una nueva óptica, una nueva mirada: es el
Resucitado el que camina delante de nosotros, el Maestro crucificado-resucitado
que nos llama a seguirlo, que nos lleva a la sinagoga de nuestro pueblo y
expulsa al espíritu de la impureza, de cada uno de nosotros, de nuestra
sinagoga y de toda nuestra sociedad. Luego nos encontramos con los marginados,
los pecadores, las mujeres, los pequeños, los expulsados de la comunidad para
declararlos puros, incluidos, partícipes de plenos derechos como todos los
seres creados por Dios: los pobres, ciegos, sordos, paralíticos, enfermos,
endemoniados, leprosos, etc., etc.
Es fantástico
volver a recorrer las páginas de este evangelio, una y otra vez, pero con una
mirada de resurrección: Jesucristo continúa sanando, purificando, incluyendo,
vitalizando, recreando a todo ser humano.
Galilea es algo
así como el paraíso donde Jesucristo realizó su gran obra de salvación, de
manera palpable, tangible. Galilea es todo lugar donde hay marginados,
excluidos, rechazados, ninguneados, empobrecidos, pecadores, personas y
familias destruidas por este mundo tan injusto que pone el consumo, el dinero,
el poder, etc., por encima de las personas. Al paso de Jesús todo iba
cambiando, todo se iba transformando. Es necesario que volvamos una y otra vez
sobre las páginas del evangelio para constatar la maravillosa obra de Jesús.
Y, a partir del
evangelio, vayamos a nuestra realidad y nos encontremos con nosotros mismos,
con nuestras miserias, y también de nuestro entorno, ese mundo que Jesucristo
viene a transformar, de un mundo de muerte a un mundo de vida; de un mundo de
violencia, a un mundo de paz y de amor; de un mundo de egoísmos, mentiras,
falsedades, corrupción, engaños, fraudes, trampas, a un mundo de verdad, de
humanidad, de compasión y misericordia, de justicia, no de los hombres, sino de
Dios.
Repito,
Jesucristo resucitado nos convoca a volver a Galilea para no dejar trunca su
obra, para que, en el seguimiento de sus pasos, continuemos esa labor de
revitalizar a nuestro mundo.
Permítanme
puntualizar: nuestra religión, la religión de Jesús, no son rezos y devociones
(no digo que sean malos, son buenos), sino obras que van cambiando nuestro
mundo.