Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





PERMANECER UNIDOS A JESÚS

5° domingo de pascua, 28 de abril de 2024

Juan 15,1-8

Carlos Pérez B., Pbro.

 

El domingo pasado escuchábamos la parábola del Buen Pastor, ahora escuchamos la parábola de la Vid y los sarmientos. En ambas Jesucristo plasma la relación que él quiere vivir con todos sus creyentes, con todos los seres humanos. Jesucristo no quiere tener con nosotros una relación de ídolo-adoradores, sino una relación de comunión, de unidad estrecha, de escucha, de seguimiento; una relación de permanencia, que es el verbo que se repite unas siete veces en este breve pasaje evangélico, una relación constante como la que un tronco tiene con sus ramas. Precisamente esta parábola se la comunicó Jesús a los discípulos en la última cena, en un ambiente de intimidad. Los discípulos no solamente asistieron a la primera Misa celebrada en el mundo y en la historia, porque no fueron meramente asistentes, sino que la vivieron con intensidad, como familia de Jesús, no unidos por la sangre sino por su llamado, porque él los había convocado a formar su nueva familia, y ya tenían tiempo caminando detrás de él.

Nosotros estamos ahora celebrando y viviendo su última Cena. Esperamos no ser meramente asistentes a un acto social, o socio-religioso, pero externo, no tanto un acto de culto y de adoración distante de él, como adoradores de un ídolo, sino como participantes de un acto y momento de comunión con él.

Escuchemos y sintamos la enseñanza que hemos escuchado en la lectura evangélica: "Yo soy la vid verdadera y mi Padre el viñador… yo soy la vid y ustedes los sarmientos”. Jesucristo se refiere a lo que ha de ser toda la vida del discípulo. El ejemplo es muy claro e ilustrativo. Lo nuestro no es una mera religiosidad, de actos de piedad, de devociones y de rezos, o incluso de ceremonias. Lo nuestro es la intimidad, la unión vital con Jesucristo.

Un árbol es una unidad vital. No es como una mesa o cualquier mueble en el que las tablas están unidas por clavos y tornillos, o por pegamento. Una mesa se puede desarmar y volver a armar, no pasa nada. Pero un árbol no. Si le cortamos una rama, pues se seca. Eso pasa con las podas al finalizar el invierno, son ramas que sirven sólo para el fuego, dice Jesús. El tronco está unido a la raíz, como las ramas también. Por el interior de ellas pasa un flujo vital llamado savia, como la sangre que circula por nuestras venas. Una vid es como un cuerpo, como lo somos nosotros. No se puede separar un miembro del cuerpo como tampoco una rama del tronco porque se muere.

Pues esa es la unidad que quiere vivir Cristo con sus creyentes, con sus discípulos, con sus católicos. Cualquier otra religión o religiosidad, no es la de Cristo. O vives unido a Jesucristo con esa unidad vital como un árbol o un cuerpo, o no eres nada, eres un miembro muerto y, además, estéril, que a Jesucristo es lo que más preocupa, el no dar fruto. Porque su vida ha sido tan fructífera que eso es lo que él trae en el corazón, dar fruto.

Por toda tu persona ha de circular ese flujo vital de su Espíritu. La espiritualidad de Jesús tiene que circular por la persona del creyente, la fe de Jesucristo, su humildad, su pobreza, su entereza, su libertad, su obediencia al Padre, su Palabra, sus enseñanzas, su amor por los pobres, sus milagros. Y si su vitalidad circula por nuestro ser, seremos tan fructíferos como él, daremos frutos de salvación para nuestro mundo. Estudiemos todos los días a Jesucristo en los santos evangelios, vivamos la comunión en la Eucaristía.

Pasemos este mensaje a todas y todos nuestros hermanos católicos, porque no es para un grupo selecto, para unas cuantas y cuantos. La Iglesia que Jesucristo quiere, nos referimos a la totalidad de los católicos (y todos los seres humanos son convocados a vivirlo), es esa Comunión de vida total con él. Precisamente el próximo domingo, continuando con los versículos que siguen de este capítulo 15 de san Juan, nos insistirá en cuál es la savia que circula por el interior de la vid: el amor.

Me permito recomendarles que repasen las cartas de san Pablo, para que veamos, como un ejemplo, cómo vivió él su relación con Jesucristo: "con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2,19s).

Antonio Chevrier fue otro que vivió la adhesión, la atadura (attachement) a la persona de Jesucristo: "Conocer a Jesucristo lo es todo. Todo está encerrado en el conocimiento de Dios y Nuestro Señor Jesucristo. Jesucristo es el Verbo eterno, es la Palabra vida del Padre en la tierra, es su ciencia y su sabiduría... Ningún estudio, ninguna ciencia deben ser preferidas a ésta. Es la más necesaria, la más útil, la más importante sobre todo para el que quiere ser sacerdote, su discípulo, porque sólo este conocimiento puede hacer a los sacerdotes. Quien ha encontrado a Jesucristo ha encontrado el mayor tesoro. El resto es nada... Ha hallado la sabiduría, la luz, la vida, la paz, el gozo, la felicidad en la tierra y en el cielo, el fundamento sólido sobre el que se puede edificar; el perdón, la gracia, lo ha encontrado todo. No estima nada por encima de Jesucristo. Porque, para él, Jesucristo lo es todo". (El verdadero Discípulo, p. 113ss).


 

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