(El padre Antonio Chevrier
comienza su obra ‘El Verdadero Discípulo’ con este misterio que nosotros
llamamos ‘La Trinidad’, porque creemos que Jesucristo, al que estudiamos en los
santos evangelios, es parte integrante, eterna de este misterio: "Y del amor de
estas subsistencias perfectas e infinitas, nace una tercera persona que se
llama el Amor o el Espíritu Santo. Pág. 52).
DIOS COMUNIDAD NOS LLAMA A
VIVIR EN COMUNIDAD
Domingo 26 de mayo de 2024,
Dios trinidad de personas
Deuteronomio 4,32-40; Mateo
28,16-20
Carlos Pérez B., Pbro.
¿Cuál es el Dios en el que
nosotros creemos? Es que hay muchos dioses, pero sólo hay un Dios verdadero.
Todos los pueblos de la tierra, desde tiempos remotos, ante el misterio de la
vida y de la creación en la que vivían, y porque empezaron a tomar conciencia
de muchas cosas, han tenido el conocimiento de que alguien, o algunos, que los
superaban con mucho, eran los que crearon todas las cosas y las conducían con
su poder. Así los vemos en los pueblos originarios de nuestro continente:
mayas, aztecas, toltecas, incas y muchos más. Todos tenían el sentido de un ser
superior, o varios. Así mismo en Europa, en África, Asia, en todos los puntos
del planeta. Ciertamente tenían derecho a vivir su religiosidad con honestidad,
sin ánimos de engañar a nadie.
Hoy día decimos que ya no
creemos en esos ídolos, sin embargo, nos hemos construido otros, como el
dinero, el placer, el Ego, la diversión, el poder, el consumo. Y los adoramos
como dioses, les entregamos nuestra vida personal y la sociedad; en muchos
casos nos entregamos con toda nuestra persona a ellos. Porque los ídolos sólo
están para ser adorados y recibir los sacrificios de sus creyentes. Algo así
escuchamos en el capítulo 4 del libro del Deuteronomio, primera lectura de hoy:
"Pregunta a los
tiempos pasados, investiga desde el día en que Dios creó al hombre sobre la
tierra… ¿Qué pueblo ha oído sin perecer, que Dios le hable desde el fuego, como
tú lo has oído?... Reconoce, pues, y graba hoy en tu corazón que el Señor es el
Dios del cielo y de la tierra, y que no hay otro”.
Hoy no se lee un versículo en
el que se nos habla de manera muy clara cuál es el Dios en el que nosotros
creemos: "Yahveh les habló de en medio
del fuego; ustedes oían rumor de palabras, pero no percibían figura alguna,
sino sólo una voz” (Deuteronomio 4,12). Lean ustedes todo el pasaje en su
lectura personal, en su Biblia, porque el Dios en el que nosotros creemos, el
Dios que nos ha revelado nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo con su
inspiración, es un Dios que habla, no es un ídolo para ser adorado y quedarse
ahí, sino que Dios quiere ser escuchado, porque así nos indica el camino de la
salvación que hemos de seguir. Incluso, el Hijo de Dios es la Palabra hecha
carne, y a eso vino, a enseñarnos: "todo
el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica…” (Mateo 7,24).
Nosotros conocemos un poco
mejor a Dios y su Plan de salvación gracias a que el Hijo, el Maestro que vive
la intimidad y la eternidad de Dios, nos ha hablado de él: "nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien
nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mateo
11,27).
¿Alguna vez han contado las
veces que Jesucristo menciona la palabra ‘Padre’ para referirse a Dios en
alguno de los evangelios? Sería bueno que nos diéramos tiempo para recorrer un
evangelio o los cuatro para comprobarlo. Jesucristo no sólo nos habla de Dios,
sino que nos enseña que Dios es un Padre admirable, sorprendente para todos los
seres humanos. Jesucristo así vive su vida, como Hijo. Nos habría mucho bien
repasar la parábola del Padre misericordioso en el capítulo 15 de san Lucas.
Muchos creemos que Dios es el Creador de todas las cosas, pero ¿nos
relacionamos así con él? ¿Lo escuchamos obedientemente como deben escuchar los
hijos a sus padres? ¿Sentimos su amor salvador y transformador a cada momento?
¿Nos regocijamos, como Jesucristo en el Espíritu, porque Dios ama a los
pequeños y los pobres? (Vean Lucas 10,21).
Jesucristo, su cuerpo, fue
concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de María. Jesucristo se dejó
empujar y conducir por el Espíritu en toda su vida y en su ministerio hasta
llegar a la cruz: "El Espíritu del Señor está
sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”
(Lucas 4,18). Jesucristo vivió en su vida terrena y no se diga en su vida
eterna la comunión con el Espíritu. El Espíritu nos va conduciendo, a partir
del Evangelio de Jesucristo, hacia la verdad plena: "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad
completa… El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a
ustedes” (Juan 16,13).
Celebremos en esta
Eucaristía que nuestro Dios no sólo es el motor de universo sino trinidad de
Personas viviendo en comunión eterna.