RELIGIÓN ENCERRADA O
ABIERTA A LA VIDA
Domingo 2 de junio de 2024,
9° ordinario
Deuteronomio 5,12-15; Marcos 2,23 hasta 3,6
Carlos Pérez B., Pbro.
Tal como escuchamos en la
primera lectura, en el libro del Deuteronomio, al pueblo judío, por medio de
Moisés, Dios le pedía que no trabajaran en absoluto el día de sábado, ni
siquiera sus esclavos ni sus animales. El séptimo día como descanso, es una de
las conquistas laborales de estos tiempos modernos. Hace más de cien años se
obligaba a las trabajadoras y trabajadores a laborar jornadas hasta de diez
horas o más, y no se les reconocía el derecho al descanso. Eran tiempos de
moderna esclavitud. En esta conquista ¿cuánto tuvo que ver la Iglesia? Muy
poco, porque siempre hemos sido una Iglesia encerrada en nosotros mismos, en
los templos, en el culto. Lo bueno es que llegamos, aunque después, y en
nuestros documentos de la doctrina social sí se promueven esos derechos, pero
muchos católicos no ven que la movilización en pro de ellos, es parte de su
religiosidad.
Nosotros los cristianos
guardamos el domingo, aunque esta sociedad moderna obliga a muchos a trabajar
este día en las grandes empresas o comercios, o en la venta ambulante. Decimos
que es bueno y necesario descansar, divertirse, convivir en familia, entre
amigos, salir al campo, votar (en el caso de este año), pero a muchos,
muchísimos católicos se nos pasa el domingo sin dedicárselo al Señor sentándonos
a su mesa, generalmente sin tener alguna necesidad grave. En nuestra diócesis
ronda el 88% o 90% la inasistencia. Los enfermos y los que trabajan por
necesidad sí están disculpados (aunque estos últimos sí podrían buscar misa el
día de su descanso entre semana, si aman a Jesús). Pero en el evangelio vemos
precisamente lo contrario, mentes estrechas que no permiten la más mínima
actividad, sin importar que haya alguna necesidad por la vida y la salud de las
personas.
El pasaje evangélico de hoy
es interesantísimo y revelador en sus detalles. Primero, se aborda el asunto
del sábado presentándonos a los discípulos arrancando espigas para comerlas, al
atravesar por los sembrados. No se plantea la cuestión de si es robo o si está
permitido hacerlo, sino que lo que les preocupa a ellos es que está prohibido
espigar en sábado. Jesucristo zanja el asunto con una frase lapidaria: "El sábado se hizo para el hombre y no el
hombre para el sábado”, además de que el Dueño del sábado anda con ellos,
lo cual vale enormemente para nosotros.
San
Marcos nos presenta, desde el principio, a Jesucristo en continuo conflicto con
los dirigentes de la religión judía. Primero los escribas se escandalizaron
porque Jesús le perdonó los pecados a un paralítico. Enseguida vino el escándalo
porque Jesús se sentaba a la mesa con los publicanos y los pecadores, y uno de ellos
fue de sus primeros llamados. Más delante nos topamos con que los fariseos se
escandalizaron porque los discípulos de Jesús no ayunaban. Pues ahora, en el
evangelio de hoy, san Marcos nos ofrece otros dos conflictos que Jesús enfrenta
con aquellas gentes: uno porque sus discípulos arrancan espigas en sábado, y el
otro porque Jesús sana, también en sábado, a un hombre que tenía la mano
paralizada.
Ser
una persona de ojos, de mente y de corazón cerrados parece que es algo propio
de las personas muy entradas en religión, o también militantes de algunas
ideologías. Nuestro Señor era muy religioso, pero no de superficie, sino de
convicciones profundas. Así es que, tengamos cuidado. Hemos de ser como Jesús.
Algo muy bonito en Jesús,
es su manera de acudir a la Palabra de Dios escrita, lo que debemos fomentar en
nosotros, los cristianos, porque la Palabra ilumina nuestras vidas. El rey
David y sus compañeros, pasaje que encontramos en el primer libro de Samuel
cap. 21, comieron unos panes que les estaba prohibido comer, pero tenían
hambre. Y los fariseos desde luego que consideraban sagrado este pasaje aludido
por Cristo.
San Marcos nos da a
contemplar a Jesucristo en la sinagoga, en sábado. Y el evangelista presenta
esta escena de manera magistral, en todos sus detalles. Los fariseos estaban al
acecho, no solamente lo espiaban sino que estaban listos para cazarlo.
Jesucristo también los observaba, pero para evangelizarlos. Y llama la atención
que nuestro Señor hiciera las cosas con todo propósito, con provocación. Eso de
pedirle al enfermo que se colocara en medio, es como para decir: ‘no me quiero
esconder, puedo citarlo mañana cuando ya pase el sábado, o puedo curarlo cuando
no estén presentes mis adversarios’. Nada de eso, mejor ponte ahí en medio para
que nos vean y no quede lugar a dudas.
La pregunta de Jesús sobre
qué se puede hacer en sábado, está dirigida a todas las instituciones y
legislaciones, a todas las religiones del mundo, porque hay religiones e
ideologías que son capaces de dictar pena de muerte contra todos los que se
oponen a ellos. El leccionario romano traduce en la pregunta de Jesús: "dejarlo
morir”, pero la Biblia traduce más exactamente: "salvar una vida o destruirla”.
Y es que esto alude a la decisión que toman ellos precisamente el día de sábado
("en cuanto salieron de la sinagoga”): tramaron, junto con los herodianos, cómo
eliminar a Jesús. San Marcos puntualiza que primero se quedaron callados, pero
no inmóviles. Para que nos quede más claro: en sábado no se puede curar a un
hombre de mano paralizada, pero sí se puede usar ese día sagrado para eliminar
a Jesús.
Debemos fijarnos en la
mirada de Jesús hacia ellos: "mirándolos con ira y con
tristeza”. En muchas ocasiones las gentes preguntan si
es pecado enojarse. Pues la respuesta es que en ocasiones es necesario e
inevitable. Nuestro Maestro sí se enojaba, pero también se entristecía por la
cerrazón de sus adversarios. Ya san Marcos nos había presentado así a
Jesucristo cuando se le acercó el leproso (Marcos 1,41): Jesucristo "encolerizado extendió la mano”,
traduce la Biblia de Jerusalén.
Al
igual ahora Jesucristo se indignaría, se encolerizaría por tantas cosas que
hacemos y sufrimos en el mundo de hoy, por tantas injusticias, por tanta
violencia, por tantas resistencias por parte de nosotros a los planes de
salvación de Dios, por tanta cerrazón que hay en nuestra Iglesia.