Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




EL MISTERIO DEL REINO DE DIOS

Domingo 16 de junio de 2024, 11° ordinario

Marcos 4,26-34.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Nuestro Señor Jesucristo era un contemplativo de esta maravillosa naturaleza creada, un amante del planeta, diríamos hoy día. Para comunicarnos el proyecto de Dios llamado ‘Reino’, que es la salvación, la profunda transformación de esta humanidad, Jesucristo utiliza ejemplos muy sencillos de la vida campesina, al menos de la vida que le era tan familiar a la gente de aquel tiempo.

Si en los capítulos anteriores el evangelista solamente nos había mencionado que a Jesucristo le daba por ponerse a enseñar a las gentes, sin ofrecernos sus enseñanzas, ahora sí, en este capítulo 4, nos ofrece un discurso en parábolas. (Sobre lo primero, vean estos ejemplos: Marcos 1,21: "Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar”; Marcos 1,38: "Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido”; Marcos 2,1: "Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra”; Marcos 2,13: "Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba”; etc.) A mí me da por subrayar siempre esta actividad del Maestro, para colaborar, con mi granito de arena, a convencer a todos nuestros católicos (y también a obispo y sacerdotes de que le insistamos a nuestra gente) de que nuestra vida cristiana consiste propiamente en la escucha cotidiana de nuestro Maestro, una escucha para poner en sintonía con sus enseñanzas toda nuestra vida. Somos discípulos en la medida que nos dejamos enseñar por él. El Papa Francisco sí lo hace. Esta semana, en su catequesis de los miércoles, por enésima vez nos insiste:

"Y para ello les recomiendo: tengan siempre un Evangelio de bolsillo y llévenlo en la bolsa, en los bolsillos…Así, cuando estén de viaje o cuando tengan un poco de tiempo libre lo toman y leen…Esto es muy importante para la vida. Tomen un Evangelio de bolsillo y durante el día léanlo una vez, dos veces, cuando puedan… Pero no olviden el Evangelio de bolsillo: llévenlo en la bolsa, en el bolsillo, y en algún momento del día lean un pasaje. Esto los acercará mucho al Espíritu Santo que está en la Palabra de Dios”.

Así pues, el pasaje de hoy comienza así: "Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas”. Bella imagen de Jesús enseñando a las multitudes en este asunto central de su ministerio, el Reino de Dios. En este capítulo 4 de san Marcos, Jesús nos habla del Reino por medio de parábolas, así nos llega al corazón: la parábola del sembrador, las parábolas de la lámpara y la medida, la parábola de la semilla que crece por sí sola, y la semilla de mostaza. Hoy hemos escuchado sólo las dos últimas.

¿Nosotros realizamos esta práctica de Jesús de contemplar en una planta el misterio de la vida creada por Dios? ¿Nos dejamos extasiar como nuestro Maestro contemplativo? Es sorprendente que una semilla que parece seca, muerta, albergue en su interior la vida. Se siembra en la tierra y es verdad que no sabemos ni cómo se desarrolla, como va formando el tallo, las hojas, los granos, hasta el tiempo de la cosecha. Por otra parte, a Dios le gusta hacer cosas grandes a partir de las pequeñas, como lo expresa en la parábola de la semilla de mostaza. Nosotros no hemos creado la vida, sólo nos aprovechamos de ella. Dios la puso ahí. Pues así es este proyecto de Dios para la humanidad, el Reino, el mundo de paz, de justicia, de gracia, de salvación, de amor que Dios quiere realizar para nosotros. Quisiéramos que ya estuviera cumplido, pero Dios tiene sus tiempos… y nosotros nuestras resistencias.

La obra es de Dios, no de nosotros, seamos obedientes a su proyecto, seamos activos en su proyecto de vida. Seamos como Jesús, pequeño con los pequeños, pobre entre los pobres, como una semilla de mostaza, pero fuertes y lúcidos por la presencia del Espíritu Santo.


 

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