Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     



LA AUTORIDAD DE LA PALABRA DE JESÚS

Domingo 23 de junio de 2024, 12° ordinario

Job 38,1 y 8-11; Marcos 4,35-41

Carlos Pérez B., Pbro.

 

El domingo pasado escuchamos que Jesús nos exponía el misterio del reino de Dios por medio de parábolas. Son cinco las parábolas que Jesús nos ofrece en el capítulo 4 de san Marcos, pero sólo proclamamos la de la semilla que crece por sí sola y la de la semilla de mostaza. A renglón seguido continúa el evangelista con la escena de la tempestad calmada. Estos dos pasajes han de tomarse juntos, por intención del mismo Jesús y del mismo san Marcos. En el leccionario romano no se comienza así con la escena de la tempestad calmada, pero hemos de ir a la Biblia para ver cómo la presenta el evangelista: "Este día, al atardecer”. O sea que no se trataba de otro día.

¿Por qué es importante esto? Porque es intención de san Marcos hacernos ver la falta de entendimiento y la falta de fe de los discípulos y de nosotros acerca del misterio del reino de Dios, y de la manera como éste ha de ser realizado. Tan importante es este tema que, si no entramos de lleno en él, estaremos distorsionando la misión de Jesús en este mundo y la estaremos convirtiendo en una simple religiosidad devocionista, tal como está sucediendo, o una pastoral de eventos socio-religiosos.

En otros pasajes, esta llamada de atención del Evangelio es muy explícita: "Él les hacía esta advertencia: Abran los ojos y guárdense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes… ¿Aún no comprenden ni entienden? ¿Es que tienen la mente embotada? ¿Teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen? … ¿Aún no entienden?” (Marcos 8,15-21). Y, ¿qué escuchamos en el pasaje de hoy? "¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”

Así es que es intención del mismo Jesús que entremos en el entendimiento de los misterios del Reino, el proyecto de Dios Padre por el cual Jesucristo vino a este mundo, y que nos involucremos de cuerpo y alma enteros en él. El proyecto de un mundo nuevo, de una humanidad nueva, no tiene obstáculo o resistencia de parte de los seres humanos, pero el camino por el cual ha de realizarse, eso sí que no lo podemos aceptar, y en varios momentos de su evangelio, san Marcos nos lo hace ver, como por ejemplo con las reacciones de los discípulos a cada uno de los anuncios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en los capítulos 8, 9 y 10.

Esto por un lado, pero también, por el otro, está la profesión de fe de la comunidad cristiana que está detrás del evangelio según san Marcos. Es una profesión de fe en la divinidad de este pobre galileo, sin importancia en la estructura religiosa y política del pueblo judío.

Habría que ir al antiguo testamento para contemplar que Dios es el dueño del mar y de toda la naturaleza. Lo escuchamos en el libro de Job, primera lectura: "Yo le puse límites al mar, cuando salía impetuoso del seno materno; yo hice de la niebla sus mantillas y de las nubes sus pañales; yo le impuse límites con puertas y cerrojos y le dije: ‘Hasta aquí llegarás, no más allá. Aquí se romperán la arrogancia de tus olas”. En los salmos proclamamos todos los días: "Suyo es el mar porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos” (salmo 95,5). En el salmo responsorial de hoy hemos recitado: "Cambió la tempestad en suave brisa y apaciguó las olas”. La gente humilde de la sinagoga de Cafarnaúm, así reconoció a este ciudadano de la marginada Galilea: Jesús conminó a un espíritu inmundo diciéndole: "Cállate y sal de él” … Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: ¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen” (Marcos 1,25). A un leproso, Jesucristo lo tocaba y le decía con plena autoridad, muy por encima de la autoridad de Moisés que se lo prohibía: "Quiero, queda limpio” (Marcos 1,41). También ahora hemos escuchado: "Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.

El viento y el mar obedecen a Jesús, ¿y nosotros los católicos? ¿Cómo lo vamos a obedecer si ni siquiera hemos sido educados y formados en la escucha de su Palabra? Escuchemos a Jesús cada día en los santos evangelios, y promovamos esta espiritualidad en todos nuestros católicos.


 

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