UN POBRE LLAMADO JESÚS
Domingo 7 de julio de 2024,
14° ordinario
Ezequiel
2,2-5; 2 Corintios 12,7-10; Marcos 6,1-6
Carlos Pérez B., Pbro.
En los primeros cinco
capítulos de su evangelio, san Marcos nos relata varios milagros realizados por
Jesús y su discurso en parábolas del capítulo 4, narraciones muy sencillas pero
muy llenas de la sabiduría de Dios. Ante estos milagros, nos podemos hacer la
idea de que san Marcos y su comunidad, pretenden presentarnos a Jesucristo como
un superestrella que se las podía de todas, todas. Pero ahora, al comienzo del
capítulo 6 nos encontramos con la desilusión e incluso el escándalo de su
familia y sus paisanos de Nazaret. Así como ellos, es preciso que también
nosotros tomemos conciencia de que nos podemos hacer una idea falsa de Jesús.
Nos maravillamos de él: "¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa
sabiduría y ese poder para hacer milagros?” Esto es lo que espera gran parte
del pueblo cristiano: que Jesús continúe haciendo milagros, porque estamos
cargados de enfermos, de problemas, desgracias, peligros. Quisiéramos tener a
la mano a un santito muy milagroso, como el santo Niño de Atocha, el Sagrado Corazón,
el Señor de los Guerreros, el Señor de Mapimí, etc. Pero nuestro conocimiento
de Jesús debe ser más amplio y profundo. Debemos preguntarnos lo que no se
preguntó aquella gente: ¿Dónde obtuvo éste esa compasión que lo lleva a hacer
milagros y expulsiones? ¿Dónde adquirió esa sabiduría y claridad sobre el reino
de Dios? ¿De dónde le viene esa libertad para tomar posición en favor de los
pobres y afrontar las consecuencias, y esa palabra tan autorizada para
enfrentar a los poderosos de este mundo? ¿Y esa pobreza y renuncia a sí mismo
que lo hace ser tan libre? ¿Cómo es que vive esa transparencia de vida y esa
coherencia entre sus enseñanzas y sus obras? ¿Cómo le hace para vivir la
gratuidad en cada uno de sus milagros y sus enseñanzas? Éstas, entre muchas
otras preguntas que nos hacemos en la medida que lo vamos conociendo.
Para
llegar a eso quizá sea necesario que nos desilusionemos, aunque sea
temporalmente, del Hijo de Dios: un galileo sin importancia en el pueblo judío
y en el mundo de hoy. Un profeta que predica el reino de la paz y de la
justicia de Dios, pero que parece que no tiene ningún poder humano que lo lleve
a hacer algo ante las problemáticas tan graves que vive nuestro mundo de hoy:
la corrupción, la perversión de la política, un sistema económico que no
enmienda sus injusticias, el cambio climático, el ambiente de extrema
violencia, el narcotráfico, las ejecuciones…
Jesús
estaba extrañado de la incredulidad de sus gentes. La primera lectura, tomada
del profeta Ezequiel, nos habla de un pueblo rebelde. ¿Acaso no estará
igualmente extrañado de la gente de nuestro tiempo? Somos dados a la devoción,
a la religiosidad mágica, nos da por considerarnos creyentes, pero no
escuchamos la Palabra de Dios como para realmente creer en un Dios que nos
habla. San Pablo se gloría, lo escuchamos en la segunda lectura, de las
debilidades, persecuciones y dificultades sufridas por Cristo, porque cuando se
es débil, se es más fuerte.
Tomemos
conciencia de que Jesucristo no llena nuestras expectativas tan materialistas.
El evangelista san Marcos nos va a ofrecer, más adelante, varias reprimendas de
Jesús que nos hacen ver que en realidad no lo entendemos como él quiere ser
comprendido: "¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe?” (Marcos 4,40); "Y se maravilló de su falta de fe”
(Marcos 6,6); "quedaron en su interior
completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que
su mente estaba embotada” (Marcos 6,51); "¿Conque también ustedes están sin inteligencia? ¿No comprenden que
todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle…?” (Marcos 7,18);
"¿Aún no comprenden ni entienden? ¿Es que
tienen la mente embotada? ¿Teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen? …
¿Aún no entienden?” (Marcos 8,17.21); "Pero
él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: ¡Colócate
detrás de mí, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de
los hombres” (Marcos 8,33); "¿De qué
discutían por el camino? Ellos callaron, pues por el camino habían discutido
entre sí quién era el mayor” (Marcos 9,33); "Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les
reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: dejen que los niños
vengan a mí, no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el Reino de
Dios” (Marcos 10,13); "Jesús,
llamándoles, les dice: saben que los que son tenidos como jefes de las
naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su
poder. Pero no ha de ser así entre ustedes” (Marcos 10,42) …
El
reino de Dios se construye desde este pobre de Galilea llamado Jesús, y él lo
va construyendo a partir de los pobres.