("Las obras las hace Dios…
Las obras no las hacen las previsiones humanas, ni el dinero, ni nuestros
cálculos y combinaciones. Dios elige un alma. Así es como Él crea las obras. Elige
un alma. La cambia, la vuelve, la forma, la moldea, la corrige…”. Beato Antonio
Chevrier, Escritos Espirituales, p. 12).
DISCÍPULOS MISIONEROS,
LLAMADOS Y ENVIADOS
Domingo 14 de julio de 2024,
15° ordinario
Amós 7,12-15;
Marcos
6,7-13
Carlos Pérez B., Pbro.
Una
vez que se encuentra con la falta de fe de su gente, su parentela, la de
Nazaret, como lo escuchamos el domingo pasado, nuestro Señor Jesucristo no se
detiene ahí, tratando de conseguir a fuerza que ellos crean en el proyecto de
Dios que se realiza a partir de la pobreza y la pequeñez de este vecino y
pariente suyo. Él sigue adelante su camino. Dice san Marcos, aunque esta parte
del versículo 6 no aparece en el leccionario, pero es importante para
comprender la misión a la que envía a sus discípulos, que Jesús recorría los
pueblos del contorno enseñando. Qué bella imagen del Hijo de Dios. Jesucristo
no es un funcionario de escritorio, como muchos de nosotros. Él primero, antes
que sus discípulos, es un misionero caminante entre los pueblos pobres y
marginados de Galilea, ejerciendo su papel de Maestro de las gentes. ¡Y muchos,
muchísimos católicos que no tenemos a Jesucristo como nuestro Maestro! Si no
leemos los santos evangelios cada día, pues ¿cómo puede Jesús enseñarnos?
Luego,
dice muy claramente san Marcos: Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en
dos. Estamos en el capítulo 6, pero ya desde el 3 nos había dicho el
evangelista que llamó a los que él quiso e instituyó a Doce para que estuvieran
con él y para enviarlos a predicar. Es más, desde el capítulo 1° vemos a Jesús llamando
a personas en su seguimiento. Ésta es la auténtica labor pastoral de nuestro
Señor y Maestro. No es su obra inculcar meramente una religiosidad en las
personas, ponerlas a rezar o a vivir de devociones. Su obra es el reino de Dios,
un proyecto de transformación de toda la humanidad, y Dios nuestro Padre ha
decidido involucrarnos a nosotros mismos en su obra, por eso Jesucristo se
dedicó a llamar a las personas a trabajar junto a él, y continúa llamando, no
sólo a los que se sienten llamados al sacerdocio, como así lo vivíamos en
tiempos pasados, sino a muy diversos ministerios y servicios que tengan como
finalidad la realización del reino de Dios, la salvación del mundo. Por eso hemos
de decir y vivirlo así, toda la labor de la Iglesia ha de ser vocacional (de
llamamiento): nuestras celebraciones, nuestras catequesis de todas las edades,
nuestro ministerio de caridad y de servicio. Si nuestras actividades tan
diversas de la Iglesia no son vocacionales, entonces no son de Jesús. Y han de
tener una clara referencia al llamado de Jesús, no de nosotros, y vivirse
constantemente así: es Jesús el que me llama, el que te llama. A cada momento
has de discernir en la oración y la escucha de la Palabra, y en el
discernimiento grupal y eclesial, el llamado y la misión de Jesús.
Enseguida,
después de llamarlos, les da unas instrucciones muy concretas y advertencias,
que también son para nosotros, para todos los católicos. Aquí en san Marcos son
más breves las instrucciones. En san Mateo 10 y san Lucas 9 y 10, son más las
instrucciones para la misión.
Jesucristo
los y nos envía despojados de todo bien material y hasta de uno mismo. ¿Por
qué? Son variadas las explicaciones que nos damos. Porque así vino él mismo al
mundo, sin nada, sin poder humano. Es que nosotros no somos el contenido ni la
fuerza del envío. Es la obra de Dios, es el poder salvador de Dios. Algunos o
muchos líderes religiosos o ministros laicos o consagrados, nos predicamos a
nosotros mismos, abierta o sutilmente. Como que nosotros mismos somos la
garantía del éxito de la misión. Tenemos que vivir, como san Pablo, esta
convicción: "Llevamos este tesoro en vasijas de barro para que aparezca que una fuerza
tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4,7).
Todos los católicos, todas
las católicas estamos invitados a vivir esta espiritualidad de Nuestro Señor.