Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





("No soy más que un pobre sacerdote arrinconado, no soy párroco, ni vicario y no sirvo para gran cosa, y lejos de contribuir a honrar su matrimonio con mi presencia, sería ocasión de censura… no me encuentro bien sino en medio de mis pobres mendigos, a quienes muchas veces tengo que darles pan”. Beato Antonio Chevrier, Cartas, # 24).

 

UN MOMENTO ANTICIPADO DEL REINO

Domingo 28 de julio de 2024, 17° ordinario, ciclo B

2 Reyes 4,42-44; Juan 6,1-15.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

En nuestra lectura continuada del evangelio según san Marcos, nos quedamos a punto de entrar al milagro de los panes, capítulo 6 de este evangelio. Nuestra Iglesia aprovecha, cada tres años, para enviarnos al evangelio según san Juan, también en su capítulo 6, para proclamar el milagro de los panes en este domingo 17° del tiempo ordinario del ciclo B, y pasar los siguientes cuatro domingos al discurso del Pan de Vida. Casi todo el capítulo 6 en cinco domingos.

Así es que nos vamos a san Juan, pero yo no quiero dejar pasar los detalles tan interesantes y reveladores que nos ofrece, de Jesús, el evangelista san Marcos. No sólo estos dos relatos del milagro de los panes son una riqueza por sus variantes, sino los 6 relatos que encontramos en los santos evangelios: Mateo capítulos 14 y 15, Marcos 6 y 8, Lucas 9 y Juan 6. Esto nos dice que éste es un milagro muy relevante. Se trata de una experiencia de Reino de Dios, de gratuidad, de fraternidad. Es el mundo que Dios quiere, el mundo al que todos estamos invitados a construir, con la gracia de Dios, con el soplo del Espíritu. Qué bueno sería que enriqueciéramos nuestra espiritualidad y conocimiento bíblico repasándolos todos.

San Juan es el que nos dice que este milagro tiene que ver con la pascua de Jesús. San Juan no nos relata la fracción del pan en la última cena, por lo que entendemos que el de este capítulo es su relato pascual, para que lo entendamos y vivamos así.

En san Juan, es Jesús el que se pregunta por la necesidad de ‘comprar’ pan para darle de comer a la gente, pero de hecho no está pensando en comprar sino en dar. En san Marcos leemos un interesante diálogo entre Jesús y sus discípulos. Ellos le dicen: "Despide a la gente para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a ‘comprarse’ de comer” (Marcos 6,36). Jesús se resiste a utilizar la palabra ‘comprar’ y les dice: "Denles ustedes de comer”. Ellos vuelven a esa palabra que tenemos tan arraigada en nuestra mente y el corazón los seres humanos, desde que inventamos el dinero, de manera que ya ni nos imaginamos la vida sin esa manía de comprar-vender: "¿Vamos nosotros a ‘comprar’ doscientos denarios de pan para darles de comer?”. Jesucristo no les pregunta cuánto dinero tienen, sino: "¿Cuántos panes tienen?”. Con esto, Jesucristo nos va introduciendo en la gratuidad de Dios, como dice el profeta Isaías: "¡Todos los sedientos, vengan por agua, y los que no tienen dinero, vengan, compren y coman, sin dinero y sin pagar, vino y leche! ¿Por qué gastar dinero en lo que no es pan, y su jornal en lo que no sacia?” (Isaías 55,2). El evangelista san Juan nos dice que un muchachito traía cinco panes de cebada y dos pescados. Y nosotros nos preguntamos, si este milagro tiene que ver con la Eucaristía, como Jesucristo mismo nos lo hace ver en su siguiente discurso, ¿por qué no se puede celebrar este sacramento con pan de cebada? En aquel tiempo era el pan de los pobres. Esa es la buena noticia: desde los pobres, Jesús realiza sus señales. San Juan no le llama ‘milagros’ a las obras de Jesús, sino ‘señales’, porque cada señal nos traslada a una realidad mayor, los misterios de Dios.

"Tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo… todos se saciaron”. En san Marcos leemos que Jesucristo pronunció la bendición; en san Juan, que dio gracias a Dios. Este hábito queremos inculcar en todos nosotros, católicos: cada vez que te sientes a la mesa, aunque sea pobre el plato que te pongan, bendice a Dios, dale gracias, porque él es el que te alimenta. El milagro de los panes nos hace conciencia de que éste sucede cada día, desde hace miles y millones de años. Dios le ha dado de comer a todas sus criaturas. El salmo 104, v. 27 pone estas palabras en nuestro corazón: "Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento; tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes”. Si tomáramos conciencia de la gratuidad de Dios, seríamos menos egoístas con nuestras cosas, menos ‘capitalistas’.

Una nota pertinente: cuando los creyentes escuchamos hablar de populismo, debemos tomar distancia de esos discursos políticos, porque para nosotros la gratuidad de Dios está por encima de todo, y estamos llamados a vivirla. Repito: este milagro de los panes es una vivencia anticipada del reino de Dios.

Jesucristo no buscaba popularidad ni poder humano, por eso huyó a la montaña cuando se dio cuenta de que querían tomarlo para hacerlo rey.


 

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