Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





("Al tomar nuestro alimento material, debemos pensar en este alimento espiritual y divino que es el único verdadero… Jesucristo, su palabra divina, su sagrada carne, su sangre adorable”. Beato Antonio Chevrier, El Verdadero Discípulo, p.183).

 

ALIMENTÉMONOS INTEGRALMENTE

Domingo 4 de agosto de 2024, 18° ordinario, ciclo B

Éxodo 16,2-15; Juan 6,24-35.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

El domingo pasado, en la Misa, proclamamos la señal de los panes, es decir, el milagro que Jesucristo realizó al darle de comer a una multitud de miles de personas con tan sólo cinco panes de cebada y dos pescados que traía un muchachito. En el evangelio según san Juan, Jesucristo le llama ‘señales’ o ‘signos’ a sus milagros, con la intención de llamarnos a no quedarnos en la señal sino que vayamos a la realidad más grande que nos indican sus señales.

Así lo vivimos en nuestra vida ordinaria. Las señales de tránsito sólo nos indican que hay que hacer alto, o que no debemos dar vuelta a la izquierda o derecha, o cuál es el límite de velocidad, etc., pero lo importante es lo que hay delante de la señal. En la casa, cuando olemos a quemado, o el olor de que algo se ha echado a perder, pues no es el olor lo importante, sino la realidad que nos indica ese olor. Cuando nos saludamos, ordinariamente nos damos la mano derecha. Eso quiere decir que, en tiempos antiguos, se dejaba el arma a un lado y dábamos la mano en señal de paz. Esto último era lo importante.

Con esta palabra, Jesucristo nos estará llamando a ir más allá de la señal, a no quedarnos en ella. Veamos. Después de la señal de los panes, Jesucristo subió al monte, huyendo de la gente que lo podía hacer rey ante tamaña señal. Luego, Jesucristo se encuentra de nuevo con la multitud en otro punto de la orilla del mar de Galilea, en Cafarnaúm. Y su encuentro es por demás claridoso, quizá un poco o un mucho golpeado. Les dice, como lo acabamos de escuchar: "ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse”. Un poco golpeado pero es la verdad. ¿Qué es lo que nos mueve a los seres humanos si no es la comida y demás bienes materiales? Somos parte de la creación. Todas las criaturas tenemos que comer. En el caso de los seres humanos, tenemos que comer tres veces al día. Está bien. Dios nos da de comer a todos los seres vivos. Nosotros no alimentamos a los animalitos, Dios los alimenta, y también a nosotros. Y Dios se preocupa en verdad por brindarnos el alimento.

En la primera lectura, tomada del libro del Éxodo, vemos que el pueblo de la antigüedad prefería ser esclavo en Egipto pero con comida, que pasar hambres rumbo a la tierra de la libertad. ¿No decimos esto mismo de nuestra generación? Esclavos pero contentos.

Nuestra Iglesia tiene en el alimento de los más necesitados una de sus principales preocupaciones. ¿Hay hambre en el mundo? Eso nos preocupa. El Papa Francisco nos convoca para que a nadie le falte el alimento, el techo, el trabajo, el vestido. Nuestro Señor, en el evangelio según san Mateo, nos dice que seremos bienvenidos en el reino de Dios si le dimos de comer, de beber, si vestimos o lo visitamos en los más pobres. Vean Mateo 24,31.

Pero ahora nos convoca a ir más allá del alimento cotidiano. No sólo de pan vive el hombre, le decía Jesús al diablo en el desierto cuando tenía 40 días sin comer. Para el ser humano hay otros alimentos que solamente el plato que nos ponemos en la mesa. ¿Cuáles son esos otros alimentos? Lo menciono aunque no es el mensaje de hoy: la atención personal, el amor, el cariño, la lectura, la oración, la música y las demás artes, las relaciones sociales, el trabajo mismo, el ejercicio, el deporte (las olimpiadas), el descanso, el apostolado, la caridad, el servicio. El ser humano se recrea con todas esas cosas. Por todo esto tenemos que afanarnos, nos diría Jesús.

Pero a lo que Jesús quiere conducirnos es a que nos alimentemos de un Pan muchísimo más importante, su Persona, el verdadero pan que baja del cielo: "Yo soy el Pan de la vida”. Este es el tema que irá desenvolviendo Jesús en los próximos domingos, en el capítulo 6 del evangelio según san Juan. Estúdienlo pausadamente y hagámoselo llegar a nuestros demás hermanos, hermanas católicas.

Cómo quisiéramos que nosotros y nuestra gente se preocupara crecientemente por su vida de fe. En la segunda lectura, san Pablo nos llama a no vivir como los paganos. Y con tristeza vemos que nuestra sociedad ‘católica’ se sigue asimilando cada vez más a la mera vida civil: consumir, comprar, estar a la moda, comer, tener los más satisfactores posibles. Es porque nosotros, los de la Iglesia, no hemos sabido hacerles llegar ese otro alimento que les puede dar la vida plena, la verdadera felicidad, Jesucristo nuestro Señor.

Si Dios nos permite, ya iremos comentando que Jesucristo es un verdadero alimento-pan. ¿Se puede vivir sin alimentarse? Pues lo mismo hay que decir del alimento espiritual.


 

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