EL ARRIBISMO NO ES
SALVACIÓN
Domingo 20 de octubre de
2024, 29° ordinario, ciclo B
Domingo mundial de las
misiones
Marcos 10,35-45.
Carlos Pérez B., Pbro.
Hoy no se proclama
el tercer anuncio de Jesús de su pasión, pero yo se lo transcribo tomado de mi
Biblia para apreciar y entender mejor la reacción de los discípulos que hemos
escuchado en el pasaje evangélico de ahora, para que tengamos una visión más
completa de las cosas, como es la intención del evangelista y del mismo nuestro
Señor Jesucristo: "Iban de camino
subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban
sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y
comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Miren que subimos a Jerusalén, y el
Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le
condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le
escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará” (Marcos 10,32). En el capítulo 9 san Marcos
nos había dicho que los discípulos no entendían las palabras de Jesús y que
tenían miedo preguntarle. Pues ahora, para adentrarnos en la falta de
entendimiento de ellos en relación con el camino de Jesús, nos dice el
evangelista que estaban sorprendidos y que tenían miedo.
Todo esto nos sirve
para que nos vayamos esforzando en entrar en la comprensión cada vez más
profunda del verdadero mesianismo de nuestro Maestro, de su identidad, de su
misión, de su obra, que es la obra del Padre y la manera como él quiere
llevarla a cabo, que no es ciertamente por los caminos humanos.
¿Recordamos la
pregunta: quién dicen ustedes que soy yo? (Marcos 8,29). Esta pregunta y
nuestra respuesta personal y de Iglesia es la cuestión fundamental de todo el
evangelio. Jesucristo, por tres veces, nos anuncia por el camino su pasión,
muerte y resurrección. En el primer anuncio es Pedro el que se opone a ese
camino tratando de disuadir al Maestro. Después del segundo anuncio de la
pasión, los discípulos, en vez de entrar en ese camino, toman el contrario, es
decir, se ponen a discutir quién de ellos sería el más importante. Pues ahora,
ante el tercer anuncio, dos de los discípulos le piden al Señor no un lugar
junto a él cuando esté crucificado, sino un puesto en su gloria… y los otros
diez se indignan con ellos.
Es lo que nos sucede
a los cristianos de hoy, y en general a todos los seres humanos. Para alcanzar
la felicidad plena, la salvación, si no para todos los seres humanos al menos
para cada quien, pues tomamos el camino del poder, del ascender, del placer y
del honor, el camino del Ego. No entendemos que el camino de la salvación es el
servicio, el desprendimiento, la renuncia a uno mismo, el abajamiento de cada
uno de nosotros. Ese camino es el camino redentor del Hijo de Dios. Esta no es
una cuestión meramente religiosa, es una cuestión universal. O lo vivimos todos
o este mundo se pierde. Como no lo entendemos, pues por eso estamos como
estamos. Espero que todos nos miremos a nosotros mismos en las reacciones de
los discípulos ante los tres anuncios de la pasión de Jesús.
Ante esta reacción
tan contraria de los discípulos, Jesucristo nos deja una enseñanza que
cuestiona toda la estructura mental, cultural, económica, social y religiosa de
nuestra humanidad. Nos dice con toda claridad: "Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran
sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al
contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el
que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del
hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la
redención de todos”. ¿Le entendemos a Jesús? ¿Estamos dispuestos a entrar
en su camino de salvación? ¿Estamos dispuestos a seguir sus pasos?
Por eso decimos que
para ser verdaderamente cristianos hemos de escuchar a Jesús en los santos evangelios.
Ya basta de quedarnos en los rezos, en las devociones, en una religiosidad
cómoda y sin compromisos. Escuchemos a Jesucristo para vivir nuestra vida como
él nos enseña, como él mismo vivió su vida mortal.