Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





ÉL NOS AMÓ Y NOS CONVOCA A AMAR

Domingo 3 de noviembre de 2024, 31° ordinario, ciclo B

Deuteronomio 6,2-6; Marcos 12,28-34.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Hemos venido siguiendo los pasos de Jesús, nuestro Maestro y Señor, por las páginas del evangelio según san Marcos (relectura que hemos de hacer infinidad de veces en nuestra lectura personal, como verdaderos discípulos que somos). Finalmente estamos en la ciudad santa. Nos brincamos el capítulo 11 donde san Marcos nos platica la entrada festiva de Jesús y sus seguidores a Jerusalén (Yerú Shalom, la ciudad de la paz). Estando aquí en Jerusalén, en los atrios del templo, Jesús, a pesar de que no era un rabino reconocido por la oficialidad judía, estuvo recibiendo varias comitivas que se acercaron para cuestionarlo. Había expulsado a los vendedores del templo y era obvio que le tenían que reclamar ese gesto, tan profundamente significativo para nosotros los cristianos, como provocador para el pueblo judío.

¿Con qué autoridad haces eso?, le preguntan primeramente los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos del sanedrín, la autoridad máxima en la religión judía. Luego se presentan los fariseos y los herodianos para tratar de enfrentarlo con el imperio romano o con la religión mediante la pregunta sobre el impuesto que habían de pagar a Roma. Enseguida comparecen los saduceos con la pregunta sobre la resurrección de los muertos, como tratando de ridiculizar esta creencia o fe que Jesús vivía con toda su persona y su ministerio.

Y finalmente está la comparecencia de este escriba que, sin ánimo (en el evangelio según san Marcos) de ponerle una prueba, sino al parecer, con toda buena intención, como una auténtica preocupación religiosa, le pregunta por el mandamiento más importante de la ley de Dios.

A san Marcos le hemos de agradecer que nos transmita, en boca de Jesús, el "Shemá, Israel” desde el principio, porque san Mateo lo cita sin estas primeras palabras, e igualmente lo hace san Lucas. La respuesta que le da Jesús es sumamente conocida por este escriba o maestro de la ley, porque los judíos recitan dos veces al día el Shemá (Deuteronomio 6,4, primera lectura de hoy). Qué bonito que también nosotros los cristianos lo hiciéramos, ya no por seguir las instrucciones de Moisés sino de nuestro Maestro Jesucristo.

Comencemos por la palabra ‘escuchar’. ¡Cuánto tiene que cambiar nuestra religiosidad católica para que pongamos la escucha de un Dios que nos llama en primer término a escucharlo! No somos una religión que pone en primer lugar los rezos, por más que queramos que sea Dios el que nos escuche a nosotros, sino nosotros escucharlo a él y vivir de acuerdo a sus llamados y enseñanzas.

El primer mandamiento es amar a Dios con todo y sobre todo. (En otros pasajes Jesús nos habla del amor de Dios Padre hacia nosotros). Preguntémonos ¿cómo le gusta a Dios que lo amemos? Porque yo no debo amar como a mí me gusta, sino como a Dios le gusta. Dios quiere que le demostremos nuestro amor escuchándolo y obedeciéndolo. Ya está dicho. Pero también está muy claro en la respuesta de Jesús, que a Dios le gusta que le brindemos nuestro amor amándolo en el prójimo, en los más pobres, en los excluidos. Ésta es una constante a lo largo de la Sagrada Escritura, especialmente en los santos evangelios. Jesús nos dice que Dios prefiere la misericordia que el sacrificio (Mateo 9,13); sus milagros en éste y en los otros tres evangelios, ¿a quiénes iban dirigidos?: a los enfermos, a los sufrientes. Veamos las parábolas del samaritano compasivo, la del rico epulón y Lázaro, la enseñanza final de Jesús en san Mateo (25,35: "tuve hambre y me dieron de comer”), etc., etc. Es obra de Jesús el unir estos dos mandamientos como la suprema ley de Dios. En el antiguo testamento no están unidos: el primero lo encontramos en Deuteronomio 6,5, y el segundo, en Levítico 19,18. Ahora nosotros los cristianos los acogemos y tratamos de vivirlos desde la autoridad del Hijo de Dios.

Nosotros hemos de notar que los primeros y más importantes mandamientos que nos da Jesús no son tantas devociones y celebraciones que tenemos, no es el culto o el cumplimiento de otros mandamientos, sino el amar. Qué bonito que leyéramos la encíclica que acaba de publicar el Papa Francisco en la que nos habla precisamente del amor humano y divino del corazón de Jesucristo, encíclica que lleva el nombre de "Él nos amó” (Dilexit nos), que gracias a los modernos medios de comunicación la podemos bajar gratuitamente de varias páginas web, en internet.


 

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