Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





EL ENCUENTRO CON EL RESUCITADO

2° Domingo de PASCUA – ciclo C, 27 de abril de 2025

Juan 20,19-31.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

El evangelio según san Juan nos ofrece varios encuentros de las discípulas y los discípulos con Jesucristo resucitado, el primer día de la semana judía. Los judíos sólo le tenían nombre al 7º día, el sábado. Los demás días sólo se conocían por su número en la semana. Precisamente porque Jesucristo resucitó el primer día de la semana judía, por eso los cristianos le llamamos el ‘día domínico’ (del Señor-Dóminus), o domingo. Este es un día muy importante para nuestra espiritualidad, para nuestra religiosidad, para nuestra vida de iglesia y nuestra vida cristiana personal.

Muy de madrugada, el Señor se encontró con una discípula privilegiada, María Magdalena. Esta mujer amaba al Maestro, como así lo tiene que vivir todo cristiano; y ella lo amaba aunque pensaba que estaba muerto. Quien no ama apasionadamente a Jesús no sabemos qué será, pero ciertamente no es cristiano.

Jesucristo se encontró con los discípulos hasta en la tarde (no en la noche, como dice el leccionario, porque san Juan dice que se trataba todavía del primer día de la semana). Y a los ocho días volvió a encontrarse con ellos. Éste es un acento del cuarto evangelio: los discípulos y discípulas se reúnen los domingos y Jesús resucitado se hace presente en medio de ellos.

En nuestra Iglesia de Chihuahua teníamos, antes de la pandemia, un registro de un 10-12% de nuestros católicos que asistía a Misa los domingos. Pero ahora, después de la pandemia, bajamos a un 7%. Son cifras sumamente preocupantes. Y más preocupante es que el obispo y los sacerdotes estamos muy conformes con esta realidad. Al menos no se nota que estemos en una campaña intensa para convencer a nuestra catoliquiza de que esto no es aceptable, no tanto por el porcentaje sino por el hecho de que haya quienes piensen que está bien vivir una religiosidad de esa manera, al margen o a distancia o ajenos al Resucitado. Y decimos estar en "misión permanente”, pero ésta es sólo una declaración vacía, como tantas en las que nos quedamos sólo en las palabras, sin acciones concretas. Sería muy conveniente que el obispo y los sacerdotes compartiéramos cómo le hace cada quien para estar invitando, convenciendo, contagiando a los católicos (y también a los no católicos y no creyentes) a vivir el encuentro con Jesucristo. Porque el encuentro vivo, personal, comunitario, intenso, y la relación permanente con el Resucitado es lo que nos hace verdaderamente cristianos y es lo que salva a este mundo. La religiosidad ligera y aguada no sirve para nada.

Jesucristo viene a nuestro encuentro con la paz, esa que tanto anhelamos en estos tiempos de guerra y de tanta violencia, y de tantos conflictos sociales, domésticos, etc. Ese saludo lo hemos conservado en la Misa: "la paz del Señor esté con ustedes”. Jesucristo nos muestra las manos y el costado, con las huellas de los clavos y la lanza, para que no vayamos a separar la resurrección de su crucifixión, porque luego, en nuestra exaltación, nos da por hacer a un lado la corporalidad del Hijo de Dios, y de paso le quitamos el evangelio, y nos quedamos con una especie de angelismo, con un Cristo desencarnado, y lo convertimos en un ídolo, poderoso según categorías humanas, cuando en su mesianismo nos llama a seguirlo, no a adorarlo, no a quedarnos en la devoción. Por eso nos envía. Y para enviarnos, nos da al Espíritu Santo soplando sobre nosotros, el mismo Espíritu que lo conducía y lo condujo hasta la cruz. Porque, si la reconciliación y la Salvación es una Obra de Dios, esto tiene que realizarse con la fuerza del Espíritu de Dios.

Los cristianos no vivimos nuestra religiosidad de manera individualista, porque al Resucitado le da por salir a nuestro encuentro cuando nos reunimos los domingos, para escuchar su Palabra, para vivir la Comunión con él, para que nos siga enviando al mundo a llevar la reconciliación, y si es el caso, para llevar la no reconciliación (suponemos que cuando no hay conversión).


 

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