MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ
Domingo 4° de PASCUA o del
Buen Pastor – ciclo C, 11 de Mayo de 2025
Salmo 100; Apocalipsis 7,9 y 14-17; Juan 21,1-19.
Carlos Pérez B., Pbro.
El cuarto domingo de pascua celebramos el domingo del Buen Pastor,
Jesucristo nuestro Señor. Es una de las varias figuras que utiliza nuestro
Maestro para comunicarnos la relación que quiere vivir con nosotros los
creyentes, sus discípulos: "yo soy la
puerta por donde entran las ovejas”, "yo soy el buen pastor”, "yo soy la vid y
ustedes los sarmientos”, "el que come mi carne y bebe
mi sangre, tiene vida eterna”.
El pasaje de este ciclo dominical C es muy breve, pero en poquitas
palabras nos invita Jesús a vivir una relación de intimidad, de amor, de
comunión estrecha y profunda, una relación que es vida, que nos vitaliza, nos
levanta, nos fortalece, nos brinda esperanza, y muchas cosas más.
Permítanme repetir lo que acabamos de escuchar: "Mis ovejas escuchan mi voz”. Cómo hemos de insistir, hasta el
cansancio, que la relación que Jesucristo quiere vivir con nosotros sus ovejas,
es una relación de escucha. Y nosotros, sacerdotes y obispos, que no tomamos
conciencia ni llevamos a la concreción que hemos de educarnos y educar a
nuestra gente en la escucha del Maestro, una escucha obediente, de vida. En
lugar de esto, le seguimos la corriente a una religiosidad devocionista, de
prácticas muchas veces exteriores, que también son parte de nuestro
cristianismo, pero no es lo principal, lo fundamental, lo que Cristo claramente
nos pide. ¿Por qué no nos educamos todos los católicos, clérigos y laicos en la
lectura cotidiana, en el estudio de los santos evangelios como una práctica concreta
de encontrarnos con Jesús, y de escucharlo como a nuestro buen pastor?
Él tiene palabras de vida, porque su Palabra es salvación para nosotros
y para todo nuestro mundo. Por eso la palabra ‘evangelio’ quiere decir ‘buena
noticia’, porque es buena noticia de salvación para este mundo que se nos
pierde; palabra de paz y reconciliación para este mundo tan conflictuado; de
amor para este mundo de tantos odios y egoísmos. Jesucristo quiere ser
escuchado por el bien de nosotros.
Un sacerdote del siglo antepasado decía: "Oh Cristo… habla, yo quiero
escucharte. Quiero escuchar tu divina Palabra porque sé que viene del cielo,
quiero escucharla, meditarla, ponerla en práctica, porque en tu Palabra está la
vida, la alegría, la paz y la felicidad”. Qué bella relación: Jesucristo nos
habla, con amor, con compasión, y nosotros abrimos permanentemente nuestro oído
a sus palabras. Jesucristo tiene muchas cosas que enseñarnos, muchas cosas que
decirnos. Es más importante escucharlo que rezarle, es incluso más importante
que adorarlo. Porque si lo adoramos, pero no lo escuchamos, ciertamente él no
estará contento con nosotros.
Desde luego que no quiere ser solamente escuchado, sino seguido: "ellas me siguen”, escuchamos hoy.
Caminar detrás de Jesús. Recordemos que desde el principio los santos
evangelios nos presentan a Jesús llamando a personas en su seguimiento. Así nos
hace discípulos y seguidores suyos, hasta enviados. Esa es nuestra verdadera
religión. No hagamos de nuestro cristianismo una cosa que se queda en
devociones y rezos. NO. De lo que se trata es de seguirle los pasos a Jesús,
así como las ovejas caminan detrás de quien las cuida y protege de todos los
peligros.
"Yo les doy la vida eterna”, nos dice bellamente Jesús. Si este pastor nos apaleara, nos
lastimara, nos maltratara, nos llevara por caminos de perdición, como sí lo
hace nuestro mundo, no lo seguiríamos, nos iríamos detrás de otros (que quizá
nos ofrecen, pero no nos cumplen). La vida eterna no es meramente una promesa
para un futuro que no acaba de cumplirse, es un presente que se extiende hasta
la eternidad. Los santos evangelios son un tesoro de vida. Entremos de cuerpo
entero a ellos.
Claro que Jesucristo quiere darnos la vida, una vida plena, una vida
que no es por un momento, una vida que no es pasajera, sino la vida eterna, la
vida que merece vivirse; una vida que nadie en este mundo nos puede dar. Cómo
se acercaban a Jesucristo los pobres, los enfermos, la gente impura, los
paganos, los pecadores. Y todos los que se acercaban salían transformados.
Y así como Jesús afirma categóricamente "el Padre y yo somos uno”, así hemos de decirlo nosotros sus
discípulos, con todo convencimiento: Jesucristo y yo somos uno, Jesucristo y
nosotros, somos uno. La palabra ‘unidad’ es la calidad de ‘uno’. Por eso vale
la comparación, Jesucristo quiere reunirnos a todos los seres humanos como un
rebaño bajo un solo pastor.
Nos alegramos en Dios por la reciente elección del Papa que
necesitábamos, León XIV , después de sufrir la partida del Papa Francisco, un
Papa que, como el anterior, ha sido obispo de la gente, en una región pobre en
Perú. Es un pastor que ha vivido en comunión con sus ovejas, cercano a su
gente, un pastor que no es un funcionario de escritorio o de sacristía. Por eso,
puede pastorear a toda nuestra Iglesia.