DIOS, TRINIDAD DE PERSONAS
Domingo de la Santísima
Trinidad, 15 de junio de 2025
Romanos 5,1-5; Juan 16,12-15.
Carlos Pérez B., Pbro.
Nos duelen las
imágenes de las redadas contra los migrantes en el país vecino. Se los trata
como si fueran delincuentes. Son gente que trabaja, que hace crecer a su país,
que laboran para sacar adelante a sus familias. El migrar es un derecho humano.
La sagrada familia de Jesús, María y José fueron migrantes en tierra
extranjera. Todos estamos en este mundo como migrantes.
Hoy celebra
nuestra sociedad el día del padre. Un abrazo cariñoso lleno de felicitación a
todos los papás. Celebremos con un corazón muy agradecido a Dios nuestro Padre
porque él es el autor y origen de toda paternidad y maternidad en el cielo y en
la tierra. Vayan nuestras oraciones y celebraciones por los papás que ya
partieron de entre nosotros, que Dios los tenga en su santo Reino.
Hoy celebramos a Dios, como
lo debemos hacer en todas las celebraciones, en todas nuestras actividades, en
toda nuestra vida. Pero hay que detenernos a tomar conciencia de cuál es el
Dios en el que nosotros los católicos creemos. Los creyentes afirmamos que hay
un solo Dios verdadero, y, sin embargo, a lo largo de la historia, los seres
humanos nos hemos relacionado con Dios de maneras muy variadas y hasta
encontradas, generalmente como si Dios, o los diversos o numerosos dioses
fueran solamente ídolos, ídolos mudos e inertes a los que sólo se les puede
rendir culto. En la antigüedad los seres humanos han puesto su fe o su vida en
ídolos que más bien son fuerzas de la naturaleza: el viento, el agua, el sol; o
también en fuerzas del ser humano, como la guerra, el poder, la sexualidad. Y
en estos tiempos modernos nos hemos forjado otros ídolos: el dinero, el placer,
la comodidad, el consumo, el vicio, etc.
Aun cuando afirmamos que
hay un solo Dios verdadero, pero hay maneras muy variadas de creer en Dios. Los
judíos, sobre todo sus líderes, tenían una imagen y concepto distinto de Dios a
la imagen y concepto de nuestro Señor Jesucristo, lo vemos claramente en los
santos evangelios, y por eso crucificaron a nuestro Señor, porque no aceptaron
esa imagen tan cercana y amorosa que proyectaba Jesús en sus enseñanzas y sus
milagros.
Es necesario, por todo lo
anterior, que aclaremos las cosas, para invitarnos a entrar en una relación
verdadera con él. ¿En cuál Dios creemos nosotros los cristianos? Partimos de
los santos evangelios, partimos de la persona de Jesús.
Nuestro Dios es un
Dios-personas. No es un Dios lejano, distante y ajeno a nuestras vidas. Dios se
relaciona con nosotros como un Padre, así nos lo ha enseñado Jesucristo,
nuestro Señor y Maestro. Dios ha querido relacionarse con nosotros como un
hermano cercano, un Dios humano y pobre: eso es Jesucristo. Dios ha querido
estar siempre a nuestro lado (paráclito), siempre en nuestro interior y en
nuestro mundo: eso es Dios Espíritu Santo.
Nuestro Dios es Comunión de
personas, que nos invita a vivir la Comunión que sólo se vive en el amor. Qué
bellamente encontramos esto expresado en el evangelio de hoy: "Todo lo que tiene el Padre es
mío. Por eso he dicho que (el Espíritu) tomará de lo mío y se lo comunicará a
ustedes”.
Nuestro Dios es un Dios que
habla, que nos habla por medio de la Sagrada Escritura y por medio de su
maravillosa creación, por medio de las personas. Dice la carta a los hebreos
1,1 que Dios nos ha hablado en la antigüedad por medio de los profetas, ahora
nos habla por medio de su Hijo, en los santos evangelios, y como lo escuchamos
hoy, nos habla por medio de su santo Espíritu. Es el Espíritu el que nos
recuerda e ilumina nuestros corazones para que comprendamos cada día mejor a
Jesús, su Evangelio, la Buena noticia en persona que es él, y así lo vivamos.
No hagamos de nuestro Dios un ídolo mudo al que sólo se le puede adorar y
rendir culto. Si no lo escuchamos a partir de la Biblia, pues lo convertimos en
un ídolo mudo. Dios nos habla, quiere ser escuchado y obedecido. Dios quiere
que vivamos de acuerdo a su santa voluntad, en lo personal, individual y en lo
colectivo, como humanidad entera. Vivir de acuerdo a su Palabra es nuestra
salvación.
Nuestro Dios es un Padre
que ama. Cuántas veces menciona Jesús al Padre en los santos evangelios. Así
nos enseñó a nombrarlo, así nos enseñó a dirigirnos a él. Y lo podemos hacer a
cada momento del día. Sobran motivos para alabar al Padre. Vivamos, y hagamos
vivir a nuestra gente, toda nuestra vida, como niños en brazos de su papá (hoy
por cierto que celebramos a los papás, a quienes les enviamos un abrazo y
nuestras oraciones, por los vivos y por los difuntos). ¿Cómo vivo esta relación
con Dios Padre? En casa, cuando me levanto, cuando me acuesto, cuando salgo, en
la escuela, en el trabajo, en la calle, en la diversión, en los problemas, en
el apostolado, en la caridad, etc.
Nuestro Dios es un Dios
hermano, un Dios que ha tomado cuerpo como el nuestro, para ser como nosotros,
para que lo escuchemos como se escucha a cualquier ser humano, para que nos
sintamos movidos a ser como él. ¿Escucho cada día a Jesús como mi Maestro?
¿Cada cuándo abro los santos evangelios para escuchar a Jesús? ¿Cómo dirige con
su palabra mi vivir cotidiano?
Nuestro Dios es un Dios que
hace de nosotros su morada. El Espíritu de Dios habita en nosotros (Romanos
8,9). El domingo pasado celebrábamos Pentecostés. No sólo ha venido un día de
la historia. Dios nos quiere dar su Espíritu a cada momento, porque quiere ser
nuestra fuerza, nuestra luz. ¿Pedimos el Espíritu para que comprendamos el
Evangelio de Jesús? Así nos lo presenta Jesús en el evangelio de hoy: "Primero recibirá de mí lo que
les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que
tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.