JESUCRISTO QUIERE GENTE
LUCHONA
Domingo 24 de agosto de 2025,
21° del tiempo ordinario - C
Hebreos 12,5-7 y 11-13; Lucas 13,22-30.
No sé si ustedes se habrán
hecho la pregunta que escuchamos en el evangelio, que le lanzaron a Jesús: "Señor, ¿es verdad que son
pocos los que se salvan?” O mejor aún, no sé si se habrán puesto a pensar en su propia salvación.
Los católicos todos, ¿estamos seguros de que nos vamos a salvar? ¿Habrá algunos
que con cierta seguridad y temor piensen que se van a ir al infierno? Quizá
muchos católicos ya sean indiferentes a estas cuestiones en este ambiente de
secularismo que estamos viviendo.
Es importante que nos
fijemos en la manera como comienza este pasaje evangélico: "Jesús
iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén”. Es importante porque Jesucristo no va a turistear a Jerusalén, ni
pierde tiempo en el viaje. Él va a encontrarse con la cruz, con la entrega
plena de la vida, por la salvación de esta humanidad. Y, en el camino,
aprovecha para lo que es su labor propia de Maestro, enseñar. Con su manera de
ser y de vivir, mejor que con sus palabras, responde a la pregunta que recibe
en el camino.
En la Iglesia católica, a
pesar de las innumerables señales de muerte que estamos viviendo, vemos el
futuro de la humanidad con mucho optimismo: vamos caminando decididamente al
reino de la paz, de la gracia, de la salvación, justicia, amor por el camino
que nos ha trazado nuestro Maestro y Señor. Ese camino es su Persona y su
Evangelio. Esta seguridad nos la transmite el mismo Jesús, quien sufrió la
muerte en cruz por ese futuro que, por cierto, nos enseña a vivir como un
presente. Todo esto hay que vivirlo en los santos evangelios, y no decirlo como
frases sin contenido.
Jesucristo no responde si
son pocos o muchos los que se van a salvar, sino en el camino que nos conduce
al Reino de Dios. ¿Cuál es ese camino? La puerta angosta. Como que todos
entendemos lo que nos quiere decir Jesucristo con esa figura. En Mateo 7,13
encontramos la enseñanza de Jesús más explícita y con detalles que nos ayudan a
entender mejor: "Entren por la entrada
estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la
perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y
qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran”.
Así ha de ser nuestra vida cristiana y la vida
de todos los seres humanos, porque la enseñanza de Jesús es de alcances
universales, más allá de las diversas religiosidades.
"¡Esfuércense!”, es la palabra que encontramos en el
leccionario romano; "¡Luchen!”, es la
palabra de la Biblia de Jerusalén. ¿Saben cuál es la palabra griega que
encontramos en el evangelio según san Lucas? "Agonicen”. Estas tres palabras nos ayudan a entender el mandato de
Jesús. Toda nuestra vida cristiana y humana la hemos de vivir en una lucha
constante, impulsados y orientados por los valores evangélicos que nos enseña Jesús. Hay que hacerles llegar este mensaje a todos
nuestros católicos y a todos los seres humanos en general: Dejemos ya esa religión facilona y
tranquilona que a nada nos compromete, a la que estamos acostumbrados, esa
religión de mera asistencia a actos y ritos, y de cumplimiento de meras
prácticas piadosas; o a esa vida de fines de semana que hasta los medios de
comunicación nos invitan: ‘trabaja duro en la semana, y de la tarde del viernes
al domingo date a la buena vida’. E implícitamente nos dan a entender que nos
olvidemos de los problemas de nuestra sociedad o no busquemos meternos en
ellos.
O nos ponemos a trabajar duro
nosotros los cristianos, o le dejamos a los no creyentes la tarea de construir
una sociedad nueva, en paz y armonía; para luego lamentarnos, llorar y rechinar
nuestros dientes, nosotros, que vivimos una religiosidad tan católica y nos
dejen fuera, y veamos que otros, los paganos, los ateos, los comunistas, los
ambientalistas, indigenistas, feministas, etc., se sentarán al banquete del
Reino.
"Ustedes se quedarán afuera y
se pondrán a tocar la puerta, diciendo ¡Señor, ábrenos!’ Pero él les
responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’. Entonces le dirán con insistencia:
‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él
replicará: ‘Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí,
todos ustedes los que hacen el mal’. Entonces llorarán ustedes y se
desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en
el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera. Vendrán muchos del oriente y
del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de
Dios”. ¡¡¡Palabra del Señor!!!
Recordemos las palabras de la carta a los
hebreos, segunda lectura, que nos invita a acoger la reprensión de nuestro
Señor: "Ya se han
olvidado ustedes de la exhortación que Dios les dirigió, como a hijos,
diciendo: Hijo mío, no desprecies la
corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor
corrige a los que ama, y da azotes a sus hijos predilectos. Soporten,
pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que
no corrija a sus hijos?”
Su hermano: Carlos
Pérez B., Pbro.