("¡Qué grande será este reino! ¡Qué hermoso será este reino!”. (Beato Antonio Chevrier, El
Verdadero Discípulo, p. 95).
NO SEAMOS INGENUOS ANTE LAS RELIGIOSIDADES DE HOY
Domingo 33° ordinario, 16 de noviembre de 2025.
2 Tesalonicenses 3,7-12; Lucas
21,5-19.
Celebramos hoy la jornada
mundial de los pobres, no porque sea el único día del año que nos debemos
acordar de ellos, sino para irnos educando en este aspecto de nuestra fe que es
fundamental, como lo contemplamos en la práctica evangélica de nuestro Señor
Jesucristo. La atención efectiva hacia los pobres, los enfermos, los últimos,
los de abajo, los pequeños, los sufrientes, etc., verifica nuestra fe. Si nos
quedamos solamente en los rezos y las celebraciones, nuestra fe es vacía.
Muchas
personas ponen de pretexto que no ayudan a los que piden y no necesitan, o
piden para el vicio, la droga o el alcohol, o son flojos. Pues está bien, la
ayuda que ellos necesitan es otra, debemos ver cómo realizarla, pero la
orientación de nuestra religiosidad y espiritualidad está en relación con
ellos. No pensemos en limosnas. Dios no quiere que haya pobres ni abajados ni
oprimidos ni excluidos, etc. Nosotros, que somos parte de sus planes, tampoco.
Por eso nuestra vida cristiana ha de ser como la de Jesús: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lucas 4,18).
Nos hemos de salvar todos juntos.
En nuestra lectura continuada del evangelio
según san Lucas, por estos domingos del tiempo ordinario, hemos venido
siguiendo los pasos de Jesús, quien se encamina decididamente hacia la ciudad
de Jerusalén, hacia su martirio salvador. Después de algunas discusiones con
algunos grupos religiosos, nos quedamos con él frente al templo de Jerusalén,
una construcción grandiosa que atrae nuestra atención y nos provoca admiración.
Pero sorpresivamente Jesucristo nos dice: "Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de
todo esto que están admirando; todo será destruido”.
Ante esta predicción, cualquier judío se quedaría helado, porque amaban ese
templo. Nosotros los católicos también tenemos nuestros templos, y, en muchos
casos, ahí depositamos nuestra fe. Si nos quitan el templo, como que nos
quedamos sin nada. La religión de Jesús no era una religión de templo sino de
la vida, ahí donde la vida se desarrolla. Ahí hemos de vivir nuestra fe.
Comparemos la praxis liberadora de Jesús con
el culto en el templo de Jerusalén. Esa religiosidad de los judíos, la estamos
viviendo en gran medida hoy día los católicos: algunos, la minoría van al
templo pero no escuchamos con obediencia a Jesús en los santos evangelios, no
construimos este mundo según sus instrucciones. Otros, ni siquiera van al
templo, viven su religión católica de manera nominal. Y lo más grave de todo,
es que la jerarquía eclesiástica, obispos y sacerdotes, estamos muy conformes
con eso, con una religión de eventos socio-religiosos, pero no promovemos la
práctica evangélica en la obra de Jesús. Y dice él: ¡todo eso tiene que ser
destruido!, no sólo la religión cultualista, legalista, estéril porque no
salvaba, sino también la religión fincada en el templo de nosotros los
católicos.
Enseguida, los discípulos le preguntan a
Jesús por las señales que van a preceder a esa caída del templo. Jesucristo no
sólo les habla de las señales que van a preceder a la caída del templo sino
sobre todo a las señales que preceden a su segunda y definitiva venida, la
plenitud de los tiempos. Vivamos nuestra fe en esa expectativa, cada día, como
un presente. Jesucristo nos habla de líderes engañosos, de persecuciones,
guerras, revoluciones, juicios, muerte de sus discípulos. Lo bonito es que
después de esos acontecimientos veremos al Hijo del hombre venir en una nube con gran
poder y gloria. (vean Lucas 21,27 que no alcanzamos a leer ahora). También nos
fortalece Jesús con estas palabras: "Cuando
empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se
acerca vuestra liberación” (v. 28). Y más adelante: "cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca”
(v 31).
Ha habido muchas persecuciones contra los
cristianos a lo largo de la historia. Hoy día hay persecución religiosa en
muchos puntos de nuestro planeta: en el mundo musulmán, en Nicaragua, Cuba.
Aquí en México, en el siglo pasado fueron tres las más notorias: 1914-1915,
1926-1929, 1932-1937, pero en nuestros tiempos seguimos padeciendo la persecución
mediante leyes y medidas que marginan a la Iglesia. En las esferas del gobierno
hay gente enemiga de la religión. Hablan de diversidad y tolerancia en relación
con movimientos e ideologías, pero no incluyen a la Iglesia. Frente a nosotros,
hay intolerancia. La semana antepasada un legislador presentó una iniciativa en
el congreso federal para limitar el acceso de los ministros de los cultos en
las redes sociales. Lo bueno es que ya retiró esa iniciativa. Pero el deseo ahí
está.
¿Estamos preparados espiritualmente para el
martirio? Esta preparación se va haciendo día tras día en nuestra vivencia de
la espiritualidad cristiana.
Su hermano: Carlos
Pérez B., Pbro.