Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
PRESENTACIÓN
 
Este es un libro que sus autores jamás hubiéramos deseado escribir. Fue sólo después de años de luchas interiores y de intercambio de pareceres que finalmente nos hemos decidido a hacerlo. Podría parecer un libro negativo o perjudicial para la Iglesia, pero en el ánimo de sus autores es todo lo contrario, es una forma de mostrar nuestro amor a la Iglesia y la corresponsabilidad que todos debemos asumir para que ella pueda cumplir su misión en el mundo de la mejor manera posible. En contraste con los hechos que aquí desaprobamos, cualquiera podrá descubrir el modelo de iglesia que amamos y deseamos ver realizada entre nosotros.
 
Este libro quiere ser un testimonio y una denuncia. Es el testimonio de todo un pueblo, el pueblo de Dios que forma la arquidiócesis de Chihuahua, que lleva ya diez largos años de sufrimiento al ver la viña del Señor destrozada, abandonada y sin cultivo. Nos hacemos eco de tantos buenos cristianos, católicos tradicionales que aman a su Iglesia, que la han servido toda su vida, que han amado siempre a su obispo y a sus sacerdotes, con los que se han sentido identificados en una misma fe y en una misma tarea, y que ahora están continuamente escandalizados, desmoralizados, confusos. No hay lugar a donde uno vaya, casi no hay persona con la que uno hable, o corrillo en el que uno participe, que no perciba uno una fuerte animadversión y los más duros comentarios hacia el obispo. Esto produce en todos una sensación de ambivalencia dañina, de atracción y rechazo, como pasa con los hijos en una familia donde las relaciones con el padre o la madre son conflictivas. Algo muy valioso se ha roto en el corazón de los chihuahuenses. Chihuahua se parece ahora, en su fisonomía eclesial, a un bosque quemado. Las relaciones de confianza filial, de respeto y veneración de los fieles con su obispo, que se han ido construyendo a lo largo de siglos, se han visto de pronto arrasadas, como arrasa el fuego los árboles del bosque. Daño profundo, pues ya se sabe cuánto tiempo se requiere para que un bosque se recupere, para que los fieles, a partir de la figura totalmente desprestigiada de un obispo, vuelvan a ver a otro obispo con la confianza, el amor y el respeto que se le debe.
 
Es también una denuncia, una denuncia respetuosa pero firme de este tipo de situaciones que se dan en la Iglesia. Los autores reafirmamos con absoluta y firme convicción nuestra adhesión al Papa y a la Santa Sede, nuestra fe católica y nuestra fidelidad en el ejercicio del ministerio sacerdotal y de nuestra consagración bautismal. Igualmente, reconocemos la legítima autoridad de José Fernández Arteaga (de aquí en adelante JFA) como obispo nombrado por el Papa, la prueba es que lo hemos obedecido en todo. Pero al mismo tiempo queremos dejar constancia de que hemos sido desoídos. De que no se ha tomado en cuenta nuestro sufrimiento. De que se ha pospuesto el bien de esta arquidiócesis a otros intereses, tal vez nobles, pero que están por debajo de la "suprema ley”, que es "la salvación de las almas” (CDC, c.1752)
 
Ya ni siquiera es nuestra intención insistir ante la Santa Sede en la remoción del protagonista de este libro. Lo hemos hecho varias veces por las vías correctas y con todo respeto y no hemos sido atendidos. Ni siquiera se nos ha enviado un visitador apostólico para que verificara la justicia de nuestras peticiones. Ya nos hemos resignado a tenerlo con nosotros hasta que cumpla el plazo que el derecho canónico le señala para presentar su renuncia. Hemos sufrido diez largos años, doce si se cuenta desde su llegada. El Señor nos dará fortaleza, calma y dignidad para sufrir otros siete. Sólo queremos pedir que se tome más en cuenta este tipo de situaciones para que no se repitan, para que otra diócesis no tenga que sufrir la misma situación. Para que se reconozca que el nombramiento de un obispo no compromete la infalibilidad de la Iglesia y que el removerlo cuando no cumpla las condiciones más elementales que exige su cargo, no es un signo de debilidad, sino de sabiduría y de justicia.
 
También queremos dejar constancia de que este libro no es un ataque personal contra el que lo ha motivado. Al contrario, le deseamos lo mejor para su bienestar personal y para la salud de su alma. Creemos que, como cualquier otra persona, tiene cualidades con las cuales puede servir a la Iglesia. Lo único que faltó fue encontrar el lugar y la misión adecuados en los que pudiera ejercer mejor esas cualidades. Somos conscientes de que en estos años no sólo nosotros, sus diocesanos, hemos sufrido. Creemos que él ha sufrido todavía más. Basta verlo en su rostro, con el ceño siempre fruncido, en su aislamiento, en su actitud evasiva. Le deseamos también a él la paz y la alegría de que tanto él como nosotros nos hemos visto privados en estos años.
 
En todo lo que hemos escrito hemos tratado de ser lo más objetivos posible. Hemos asentado las cosas tal como las hemos visto y oído. Si algún dato no corresponde a la realidad, pedimos disculpas y estamos dispuestos a enmendarlo inmediatamente. Pero también queremos advertir una cosa: los posibles errores aislados e imprecisiones que se pudieran encontrar en este libro-testimonio, de ninguna manera podrán invalidar el conjunto, dada la abrumadora cantidad de hechos, plenamente comprobados, que aquí se presentan. Más aún, la mayor parte de los datos de esta triste realidad han quedado y se quedarán para siempre sin revelar. Los autores ni siquiera hemos hecho una investigación exhaustiva. Sólo hemos utilizados los datos que estaban más a nuestra mano. Desde un principio los sacerdotes descontentos con la situación hemos querido trabajar solos, sin involucrar a los laicos, por ser éstos una inmensa mayoría con la cual hubiera sido muy difícil guardar la discreción y evitar que la cosa trascendiera al gran público. Aun ahora, son muy pocos los laicos que participan en este libro, pero si se quisiera conocer la opinión de la mayoría bastaría hacer una buena encuesta entre ellos. Creemos que este tomo se multiplicaría por muchos. De todos modos, si alguna persona desea aportar su testimonio, todavía será bienvenido.
 
Con este libro no queremos ni aceptamos entablar una polémica que dividiría más a nuestra arquidiócesis y desanimaría más a los católicos. No vamos a responder en público a puntos de vista diferentes. Lo que hemos escrito es lo que hemos visto, por lo menos como lo hemos visto nosotros, los que firmamos. En todo caso, a la autoridad suprema le rogamos que haga una pesquisa a fondo para que sepa cuál de las dos maneras de ver las cosas es la más objetiva y generalizada y se forme su propio juicio. No hemos querido, por tanto, mencionar, acusar o culpar a ninguna otra persona, por ejemplo por el hecho de simpatizar con JFA o de colaborar con él. Todos somos miembros de esta porción del Pueblo de Dios, y el día en que él ya no esté con nosotros, por la razón que sea, nosotros, los laicos y sacerdotes que formamos la arquidiócesis, seguiremos aquí y no tiene caso abrir o ahondar heridas con las que después tendríamos que convivir. Si alguno no está de acuerdo con nuestros planteamientos, opciones o interpretación de los hechos reseñados, respetamos su posición. El centro de nuestra atención no es nadie más que JFA.
 
También queremos dejar muy claro que hemos tratado de ser muy cuidadosos para no meternos en el fuero interno, en la vida privada y en las intenciones de JFA. Hemos puesto nuestra atención en hechos públicos, o por lo menos conocidos por un cierto número de personas, y que se refieren estrictamente a su actividad pastoral.
 
Finalmente, dos aclaraciones:
 
1. En esta edición, si bien destinada a un público restringido, hemos suprimido los nombres de algunas personas que dieron testimonios, así como de otras que aparecen implicadas en los mismos, a fin de proteger su privacidad, pero contamos con una versión original exactamente igual a ésta, pero con notas al pie de página en las que sí hemos asentado todos los nombres que no vienen en este texto. Esa versión original está a disposición de las autoridades de la Iglesia que tengan derecho a conocer esos datos para comprobar su veracidad.
 
2. Perdone el lector la falta de unidad y las repeticiones que se dan inevitablemente en este libro. No olvide que recoge testimonios de muchas personas, y los "autores”, que somos en realidad simples compiladores, hemos preferido dar prioridad a esos testimonios, tal como se dijeron o escribieron, en lugar de asegurar un estilo fluido y uniforme.
 

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