Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
MESÍAS EVANGELIZADOR DE LOS POBRES
Comentario a Lucas 1,1-4 y 4,14-21, evangelio del domingo 24 de enero del 2010, 3º ordinario
Carlos Pérez Barrera, pbro.
 
     Hoy comenzamos una lectura continuada del evangelio según san Lucas en los domingos del tiempo ordinario de este año. Hemos escuchado cómo comienza la comunidad de san Lucas su evangelio. Parece una carta o una obra dirigida a una persona. El nombre del destinatario puede ser simbólico, al menos no se conoce en otro lugar del Nuevo Testamento, mas que al comienzo de Lucas y Hechos. El nombre de Teófilo significa, en griego, el que ama a Dios. Así es que esta obra está dirigida a todos los que buscan y aman a Dios.
     También, ya en el cap. 4, leemos cómo es el comienzo del ministerio o actividad de Jesucristo. El Espíritu Santo lo condujo a Galilea, después de haber estado en el Jordán y luego en el desierto. Jesucristo visitaba las sinagogas de los pueblitos de Galilea, los sábados, ya que la gente se congregaba en ellas para que le leyeran, los que sabían leer, la Palabra de Dios, y para que se la explicaran en lenguaje sencillo los estudiosos de esa Palabra, que eran los escribas.
     Así es que Jesús fue un sábado a la sinagoga de su pueblo de crianza, Nazaret, y se levantó para leer la Palabra de Dios a la gente. Le entregaron el rollo del profeta Isaías, y él buscó, porque conocía bien las Sagradas Escrituras, a pesar de que en aquellos tiempos todavía los libros sagrados no estaban divididos en capítulos y versículos, no obstante, Jesús no batalló para encontrar un pasaje que podemos localizar en nuestras Biblias en Isaías 61,1-2. Sería conveniente que usted lo viera en su propia Biblia.
     Jesucristo leyó el pasaje y se fue a sentar a su lugar. La gente se quedó a la espera de algún comentario por parte del que había hecho la lectura. La gente de los tiempos del profeta seguramente no alcanzó a saber a quién se refería Isaías en ese pasaje, si a un personaje en especial, o al pueblo escogido. Pero en los nuevos tiempos Jesús se lo hace ver a estos pobres galileos: ese pasaje se refería a él. Lo dice con estas breves y lapidarias palabras: "Esta Escritura que acaban de oír ustedes, se ha cumplido hoy”.
     Ésta es la presentación solemne que hace el evangelista acerca de Jesucristo, de su misión. La de Jesús no es una presentación oficial en el templo de Jerusalén, con la aprobación de los sumos sacerdotes, ni una unción con aceite, como se hacía con los reyes y profetas. La de Jesús es una unción en un pueblito insignificante, pero una unción del Espíritu Santo, cuyos testigos son estas gentes pobres de Galilea.
     Es necesario que nos fijemos con toda atención, y que acojamos con toda obediencia la presentación que hace Jesús de sí mismo:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.
     Ésta es la misión que recibe el Hijo de Dios en este mundo, y ésta es la misión de la Iglesia y de cada uno de los cristianos: la evangelización de los pobres, la liberación de los oprimidos. Ir hacia los que son menos en nuestro mundo es lo que hace que Jesucristo sea una Buena Noticia. Por lo general el movimiento de nuestro mundo es ir hacia arriba, llegar a los que detentan el dinero y el poder. El Evangelio es distinto. Y Jesucristo es para los pobres no por un sentimiento romántico religiosista, sino para levantarlos de su pobreza, para sacarlos de la esclavitud hacia la libertad, para hacerlos verdaderamente hombres y mujeres, como Dios los quiere. Y en esa humanización de los pobres nos humanizamos todos. Este es el grande misterio que Jesucristo nos viene a revelar.
     Pero, hay que decirlo con claridad, parece que nuestra Iglesia anda por otro lado, más encargada de rezos y devociones, de ritos y ceremonias que de liberar a los oprimidos. Se le tiene miedo (la conveniencia disfrazada de temor) de reducir la liberación al mero ámbito económico y social. Pero prescindir de esos ámbitos convierte a la liberación cristiana en mera fantasía. Y así le conviene al mundo del poder. En los santos evangelios comprobamos que la actividad de Jesucristo no se redujo al mero ámbito espiritualista, sino que fue integral. La evangelización de los pobres, el devolverle la vista a los que no ven y la liberación de los oprimidos fue algo que se hizo bellamente palpable en cada uno de sus milagros. Y su actividad libertadora se extiende hasta la vida eterna.
 

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