Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
MARÍA, LA MADRE DE LOS CREYENTES
Sábado 1 de enero del 2011
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Con esta fiesta del primero de enero, nuestra fiesta patronal, la Iglesia nos invita a seguir contemplando y celebrando el misterio del nacimiento del Salvador del mundo, Jesucristo nuestro señor. Entremos de lleno al establo de Belén, coloquémonos entre los pastores y los magos del oriente, ahí junto a José y María que contemplan y gozan desde su corazón a este recién nacido. Él es todo para nosotros. Si este mundo, con toda su violencia y su inseguridad nos provoca sentimientos de dolor, de sufrimiento, este niño por el contrario nos convoca a la paz, al amor, a la fraternidad, a la espiritualidad profunda. Que este espíritu de la Navidad permanezca a lo largo del año.
     María, hablo de esa jovencita que Dios llamó para que tuviera un papel muy especial en su Plan de Salvación de este mundo, ser la madre del Salvador, al dar su sí a este plan, se coloca en la línea de los grandes creyentes del pueblo de Dios, una línea que parte de nuestro padre en la fe, Abraham. De él dice san Pablo que "esperó contra toda esperanza” (Romanos 4,18). Así María, veámosla como la gran creyente que se abandonó en los planes de Dios a pesar de que los signos de su tiempo no eran favorables a la salvación. La virginidad de María es un signo del poder de Dios. No la veamos como si Dios tuviera una aversión por las relaciones sexuales. La virginidad de María es de índole teológica, es creer que Dios puede hacer madre a una jovencita sin el recurso del varón, la parte dominante de aquella sociedad machista. Así también vemos hoy las cosas, Dios puede hacer un mundo nuevo de este estado de cosas. Los creyentes creemos en Dios: nos tocará ver o no el cumplimiento pleno de su reino estando aquí es cosa que no sabemos. Lo que sí sabemos y creemos firmemente es que Dios tiene un plan de salvación, de recreación de esta humanidad, y nos hará finalmente nuevos. En este plan de salvación los creyentes somos colaboradores, no espectadores. El creyente se siente comprometido profundamente con Dios. Seguimos los pasos de Jesús y formamos parte de este ejército de colaboradores entre los que se encuentra su madre.
 

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