Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
JESUCRISTO QUIERE SEGUIDORES MÁS QUE DEVOTOS
Domingo 23 de enero del 2011, 3º ordinario
Comentario a Mateo 4,12-23.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Estamos empezando la lectura continuada del evangelio según san Mateo en estos domingos del tiempo ordinario, del 3º al 9º, hasta empezar la cuaresma.
     El evangelio nos habla hoy de una cosa que nos está costando bastante entender y asimilar en nuestra manera de vivir nuestra fe. Vean el texto evangélico en su Biblia…
     ¿Qué predicaba Jesucristo? "Conviértanse porque ya está cerca el Reino de los cielos”. El Reino de los cielos era el tema central de la predicación y de toda la actividad de Jesús, y de manera más marcada en san Mateo, quien menciona la palabra "rey” y "reino” cerca de 50 veces en sus 28 capítulos. Es preciso estarnos preguntado, por eso, continuamente: ¿qué es eso del Reino de Dios? Porque es necesario entenderle bien a Jesús, de lo contrario, nosotros andaremos por nuestro lado y él por el suyo.
     El Reino de Dios o de los cielos es un proyecto que tiene en su mente Dios nuestro Padre, en su corazón, un proyecto para esta humanidad, un proyecto integral, no meramente espiritualista o intimista. Dios quiere que su paz reine en este mundo, su justicia, su amor, su gracia, su verdad, en una palabra, Dios quiere reinar efectivamente, gobernar a esta humanidad, conducir con su Espíritu, con sus leyes sabias, humanas, divinas, o más aún, Dios quiere ser un Padre, formar una familia con nosotros. Etc., etc. Hay muchas maneras de expresar este proyecto de Dios para la humanidad.
     Sólo entendiendo qué es eso del Reino de los cielos, podemos explicarnos mejor, sin distorsionarlos, las enseñanzas y los milagros de Jesucristo. Todo está en función del Reino de Dios, su pobreza, su manera de vivir, su relación con las personas, sus preferencias, sus conflictos, su pasión y su cruz, su resurrección. Jesucristo entregó su vida, día tras día, desde su encarnación, por el Reino de su Padre, él se puso enteramente al servicio del Reino.
     Algo sumamente importante de este proyecto es la manera como Dios ha querido realizarlo. Primero mediante la encarnación de su Hijo eterno, de su ministerio, de su pascua. Pero también el ministerio de Jesús consistió, además de sus enseñanzas y sus milagros, en el llamamiento de las personas. La tarea del Reino, ¡qué cosa más bella!, Dios ha querido realizarla en equipo, en comunidad, colectivamente. Por eso Jesucristo, desde el principio de su ministerio, llamó a ayudantes, a colaboradores, seguidores, discípulos. Los hizo sus enviados. Y continúa llamando discípulos en su seguimiento en nuestros días. Él no quiere que seamos solamente católicos, católicos de devoción, de rezo, de nombre. Eso es otra cosa. Él nos dice "sígueme”, "síganme y los haré pescadores de hombres”, de personas. Ésta es nuestra identidad de cristianos, ser seguidores de Jesús. Este mensaje es lo que tenemos que hacerle llegar a todos nuestros católicos, que se den cuenta de qué se trata. Jesucristo nos invita a trabajar para él y con él en esta tarea de ir haciendo el Reino de Dios con esta humanidad. Una tarea que ciertamente no se acaba en este tiempo, sino en el tiempo de Dios, cuando él tenga dispuesto darle plenitud al trabajo de su Hijo. Mientras tanto, nosotros estamos invitados a echarle todas las ganas a la obra del Reino: repitamos, una humanidad donde reine el amor, la paz, la justicia, la verdad de Dios, la fraternidad de los hijos.
 
     Quisiera hacer un pequeño comentario extra sobre la segunda lectura, el capítulo primero de la carta de san Pablo a los corintios, ahora que estamos en la semana de oración por la unidad de los cristianos. Muchos decimos creer en Cristo pero estamos agrupados en muy diversas iglesias y sectas. Esto no sería problema si estuviéramos en plena comunión de amor y de verdad. Pero la verdad es que estamos muy divididos, separados, no celebramos unidos nuestra fe, no nos sentamos juntos a escuchar la Palabra del Maestro ni a la misma Mesa del Señor. Esto es un problema al que no debemos habituarnos, es una realidad negativa que no debemos aceptar, aún sin decir quién tiene la culpa o quién es el separatista. Sólo se trata de reconocer que no estamos en comunión y a ella es a la que el Señor nos convoca. Lo expresa san Pablo tan claramente. Véanlo en su Biblia:
"Hermanos: Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar... Me he enterado, hermanos, por algunos servidores de Cloe, de que hay discordia entre ustedes. Les digo esto, porque cada uno de ustedes ha tomado partido, diciendo: "Yo soy de Pablo", "Yo soy de Apolo", "Yo soy de Pedro”. "Yo soy de Cristo". ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados ustedes en nombre de Pablo?”
 
¿No se refiere san Pablo precisamente a nosotros?
 

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