Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
¡HOSANNA!, VIVA EL HIJO DE DAVID
Domingo 17 de abril del 2011, de Ramos
Comentario a Mateo 21,1-11.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     No fue la gente de Jerusalén la que salió a recibir festivamente a Jesucristo. Los de Jerusalén más bien se preguntaban: "¿quién es éste?” Eran las gentes de Galilea, venidos para las fiestas de la pascua judía, mujeres y hombres, quienes lo conocían, y que habían sido testigos de algunos de sus milagros, que habían escuchado impactados sus enseñanzas, los que lo acompañaron en su llegada a esta ciudad. Son ellos los que respondieron: "Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”.
     ¿Por qué se dirigió Jesucristo a Jerusalén si las cosas iban saliendo tan bien allá en Galilea? Porque la obra del Padre no podía quedar solamente en algunos milagros particulares, en haber suscitado la esperanza sólo de aquellos pobres marginados de Galilea. La Obra del Padre es la salvación de la humanidad, era necesario por ello universalizarla, hacerle ver a todo mundo que el Reino del Amor, de la Paz, de la Justicia, era para todos, era universal.
     Si los sumos sacerdotes, los saduceos, los escribas y los fariseos hubieran abierto su corazón a esta propuesta del Reino en la persona de Jesús, no habría sido necesaria la cruz. Pero Jesucristo se topó con su cerrazón y su rechazo, y se sometió humildemente, como un verdadero ser humano desposeído, a la sentencia que ellos pronunciaran sobre él. La obra de la salvación (la palabra hebrea "hosanna” es un grito de salvación del pueblo) no se haría por obra del poder humano, todo lo contrario, sería obra del despoder de un marginado muerto en una cruz. Nosotros los creyentes leemos en estos acontecimientos la voluntad del Padre. La voluntad de Dios Padre no era la muerte de su Hijo eterno. Dios no es un dios de muerte. No. La voluntad del Padre es la vida de todos, y si para llevarla a cabo era necesario ir hasta el final, pues el Hijo obedeció hasta la muerte.
     Nosotros rememoramos esta entrada a Jerusalén. Nuestros signos son festivos, alegres, aunque habrá que llegar al viernes santo para dar paso a la Vida, el don de Dios.
 

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