Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
LA PACIENCIA DEL SEMBRADOR
Domingo 17 de julio del 2011, 16º ordinario
Comentario a Mateo 13,24-43.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Se dice que en nuestro país los delincuentes comunes y los que integran el crimen organizado son los menos, que la inmensa mayoría son gente que trabaja, estudia, hace el bien. Estamos de acuerdo, aunque faltaría mencionar, entre los que hacen el mal, a una buena cantidad de políticos, empresarios, clérigos, malos padres, vecinos, etc. A mí personalmente me ha tocado en gracia de Dios conocer a personas muy buenas en mis correrías por las comunidades de las parroquias rurales y por los barrios de varias ciudades.
     Qué nos dice el Maestro de esta situación? A todos nos golpea ver cómo la maldad convive con la bondad, los malos con los buenos, aunque unos no sean completamente malos ni los otros absolutamente buenos, porque todos somos pecadores.
     Jesús está en la orilla del mar, sentado en una barca, enseñando a las multitudes, con comparaciones tomadas del mundo vivencial y cultural de sus escuchas. Jesucristo está hablando del Reino de los cielos, no lo olvidemos, no nos quedemos solamente en lo bonito de sus parábolas. Jesucristo nos está invitando a entrar en esa atmósfera del Reino, la novedad que él anuncia con su palabra y con toda su persona. La respuesta de Jesús es la parábola del trigo y la cizaña, dos hierbas, una buena y otra mala que crecen juntas en los campos de Dios. En el libro del Génesis leemos que Dios tuvo el impulso de acabar con toda la humanidad, porque su pecado era como un grande clamor que subía hasta el cielo. Sin embargo, Jesucristo, en la novedad de su Evangelio, nos dice que Dios, con esa paciencia tan impregnada de misericordia, en vez de arrancar a los malos les está dando la oportunidad de convertirse, porque eso es lo que quiere él, que todos se conviertan y que sanen, lo escuchábamos el domingo pasado en el versículo 15 de este mismo capítulo. ¿Podemos entrar en la paciencia que Dios tiene para con todos los seres humanos?
     Ahora, con la manera de entender el mundo ayudados por los descubrimientos científicos, tendremos que decir que el ser humano está todavía en construcción, el hombre y la mujer nuevos. La situación actual nos dice que estamos aún en la edad de piedra, al nivel de los animales salvajes, que para vivir tienen que matar y defender su espacio a punta de violencia. Con una mentalidad propia de los sistemas totalitarios podríamos querer desparecer a todos los malos para empezar con una nueva semilla de humanidad. Pero seguramente no hallaríamos a quienes dejar con vida, porque todos tenemos cola que nos pisen. Lo mejor, nos dice nuestro Señor, es dejar que crezcan juntos hasta el momento de la siega.
     Esto no quiere decir que no hagamos nada. No, de ninguna manera. Lo que nos dice Jesús es que no arranquemos a unos o a otros. Pero, lo sabemos por las otras parábolas, como la de la levadura que trabaja para fermentar toda la masa, no es su intención que nos quedemos con los brazos cruzados, todo lo contrario, tenemos una parte muy activa en este proceso de formación de la nueva humanidad según los pensamientos de Dios. Si hay tanta maldad en nuestro mundo es porque nos hemos dedicado a nosotros mismos, nos hemos encerrado en nuestro egoísmo, sólo pensamos, o pensamos demasiado en el dinero, en las cosas materiales, en nuestro bienestar propio y no en el de todos. ¿Qué hacía nuestro señor Jesucristo? En vez de dedicarse a sí mismo, salió de sí para dedicarse a los demás, con amor, con misericordia, él entregó su vida por completo a salvar a los pecadores. Y a esto se dedican los que son discípulos suyos.
     Es necesario acoger esta parábola del trigo y la cizaña en conjunto con las demás parábolas. No somos solamente las víctimas potenciales en esta situación de violencia y corrupción que padecemos, ni siquiera podemos ser meramente espectadores, mucho menos los factores de la misma; no, somos levadura del evangelio en medio del mundo. Seamos fermento en el seno de esta sociedad, de los valores del evangelio (amor, justicia, verdad, honradez, transparencia, perdón, reconciliación, vida), somos fermento del mismo Dios. Lo haremos, como Jesús, no con alardes o afanes de grandes, sino con humildad, desde abajo, desde lo pequeño, como la semilla de mostaza, desde la pobreza. Él es la semilla de mostaza: un humilde galileo, artesano, predicador ambulante, crucificado… y sin embargo, en él descansa la salvación de esta humanidad.
     Hay que aceptar que las pretensiones de nuestra Iglesia actual, especialmente de su jerarquía, van por otro camino. Hemos llegado a pensar que el poder, el dinero, los recursos materiales nos garantizan más éxito en nuestra labor evangelizadora y salvadora del mundo.
     Jesús nos motiva a toda la Iglesia y a cada cristiano a ser como un granito de mostaza.
 

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