Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
LA GRATUIDAD DE DIOS
Domingo 31 de julio del 2011, 18º ordinario
Comentario a Mateo 14,13-21.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Cuando Jesucristo supo de la muerte de Juan porque los discípulos de él le informaron, tuvo el propósito de retirarse a un lugar solitario. Pensamos que la intención de Jesús era asimilar, al calor de la oración, la suerte de los profetas que sería la suya propia. Pero la gente no se lo permitió, porque lo fueron siguiendo por tierra. Al desembarcar, en vez de sentir algo de fastidio, como acostumbramos nosotros, porque la gente no nos deja en paz, mejor siente compasión por ellos y cura a sus enfermos. La salud quebrantada, corporal y espiritual, es el gran problema de las personas y de las familias de todos los tiempos. Varias veces utiliza el evangelista esta palabra aplicada a Jesús o en boca de Jesús: en 9,36 contemplábamos la compasión de Jesús por la muchedumbre porque la veía como ovejas sin pastor. Una compasión que se hace efectiva al enviarles obreros de Dios a esas gentes. Escuchamos esta palabra en el siguiente milagro de los panes, en la parábola del siervo que no quiso perdonar, del capítulo 18, también en su encuentro con los dos ciegos, del capítulo 20. En esta compasión formó Jesús a sus discípulos y lo hace también con nosotros.
     En la liturgia de hoy, la Iglesia nos prepara a este pasaje evangélico de los panes, con un anuncio muy bello del profeta Isaías: "Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar”. Desde la antigüedad los enviados de Dios proclamaron la gratuidad que lo distingue, una gratuidad que contrasta fuertemente con nuestro mundo tan metalizado. Ya nadie quiere dar paso sin huarache, todo debe ser remunerado. En Jesucristo vemos encarnada plenamente la gratuidad de Dios. Todos sus milagros los realizó gratuitamente, pensando siempre en los más necesitados. El alimento, la salud, la gracia tenían como principales destinatarios a los más pobres. ¿No debe ser así nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestra economía? Este es el mensaje que nos deja el milagro de hoy.
     Siempre recalcamos que en ningún momento el evangelista, o Jesús mismo, mencionan la palabra "multiplicar”. Y a nosotros nos encanta llamarlo "la multiplicación de los panes”. Las palabras del evangelista, que nos describen paso a paso la acción de Jesucristo, son:
- tomó los cinco panes y los dos pescados,
- levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición,
- partiendo los panes,
- se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.
     Estas son las acciones que Jesucristo le propone a este mundo, y son muy efectivas, sin magias, y desde luego que sin cálculos economicistas: tomar los bienes de este mundo y partirlos para que todos coman. Nuestro papel de Iglesia es servir a esta acción. No se trata de hacer las cosas irresponsablemente, fomentar la flojera, como nos acusan algunos críticos. No. De lo que se trata es de abrir el corazón a Dios que es quien gratuitamente nos ha dado todo este mundo tan lleno de recursos para alimentar a miles de millones de seres vivos. Y abrir el corazón a todos nuestros hermanos. No somos propietarios de los bienes de este mundo, sólo somos administradores, para que todos vivan.
 

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