Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
JESÚS NOS ENSEÑA A MIRAR
Comentario a Marcos 12,38-44.
Evangelio del Domingo 32º ordinario
11 de noviembre de 2012
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 

    En nuestra lectura continuada del evangelio según san Marcos, los domingos de este tiempo ordinario, hemos llegado con Jesucristo y sus discípulos, desde Galilea, a la ciudad de Jerusalén, concretamente al templo, como lo leemos en el capítulo 11. Al llegar al templo, Jesucristo ha entrado en conflicto con los dirigentes y notables religiosos de ese lugar expulsando a los vendedores y enseguida sosteniendo un enfrentamiento con los notables del pueblo: los escribas, los ancianos y los sumos sacerdotes. Luego de estos enfrentamientos, el evangelista nos presenta a Jesús muy observador y crítico: primero de los escribas y luego de los oferentes en el templo. Jesús está hablando con el pueblo, quien lo escucha con agrado (v. 37).

     Nuestra gente no tiene en buen concepto la observación y la crítica, a pesar de que todos la practicamos, si no abiertamente por lo menos en voz baja. Ya ven cómo les gusta el recorte a los comentaristas de espectáculos, y les gusta porque es a la gente a la que le gusta estar pendiente de la vida de sus artistas. Así sucede en nuestros círculos de amistades, en nuestras calles y colonias.

     Pero Jesús no es un fijón y un recortón en el sentido vulgar. Jesucristo es observador de la vida de la gente, y profundamente crítico. Lo hace para evangelizarnos con los mismos hechos de nuestra vida. En realidad todo el evangelio de Jesús contiene muchos hechos de la vida que nos conducen a mirarnos en un espejo, pero para que nos miremos con la mirada de Dios, que es la luz del evangelio. Así la Palabra de Jesús cae bien aterrizada en nuestras vidas y nos llama a la conversión viéndonos a nosotros mismos. Aprendamos de Jesús a observar a las personas, nuestras costumbres sociales y económicas, también políticas y religiosas. Aprendamos de Jesús a mirar la vida en profundidad, seamos críticos de nosotros mismos, para colocar el evangelio como el criterio de nuestra forma de vivir, como la norma suprema de nuestra vida.

   Primeramente, pues, Jesucristo describe la vida y las costumbres, los afanes de los escribas, que eran los maestros del pueblo. Esa mirada profunda de Jesús le sirve al pueblo como una advertencia, para que no se dejen llevar o sorprender por el riesgo del engaño, como sucede hoy día con innumerables líderes religiosos que viven de la gente. Pero también es una advertencia que les sirve a sus discípulos para que no vayamos a caer en los mismos vicios que los escribas. La Iglesia que Jesucristo quiere es una Iglesia distinta, sencilla, contraria a esas pretensiones de los escribas de amplios ropajes (¿algo parecido con nuestra liturgia?), que buscan el trato diferenciado de las gentes (pensemos en los títulos honoríficos que nos gustan tanto en los niveles clericales), y que buscan también los primeros lugares (¿no se ve esto en la política, en la sociedad, en la Iglesia?), y por último, que depredan los bienes de las viudas (algunos miembros del clero se dan un buen nivel de vida a costa de la gente sencilla). En general, todos debemos estar en guardia contra las costumbres, afanes y pretensiones mundanas que tenemos como gente normal, y cambiarlas por los afanes de Jesús, quien con toda sencillez, era capaz de sentarse frente a los cofres de las ofrendas para observar a las personas. ¿Se imagina usted a un arzobispo sentado en la banqueta, a las puertas de catedral, viendo cómo la gente da limosna a quienes la piden?

      Así nos lo presenta este evangelista. Me encanta esta imagen de Jesucristo. Yo lo veo sentado en algún escalón, o en el piso, recargado en la pared, porque pienso que ahí no había bancas para los mirones. Y seguramente no llamaba la atención su presencia en ese lugar porque no iba revestido con los amplios ropajes que caracterizaban a la clase sacerdotal.

      Pero Jesucristo no fija su mirada y su crítica sólo sobre los personajes importantes del pueblo, sino también en aquellos a quienes nadie les pone atención, a los pobres. Y qué enseñanza saca Jesús de su observación de la vida y de las personas. Sólo Jesucristo, cuya especialidad no eran las matemáticas sino el evangelio, era capaz de decir que esta pobre viuda había dado más que todos. Porque sólo Jesús alcanzaba a mirar el corazón de las personas. Después de su observación, para cumplir su tarea de Maestro, Jesús nos llama para formarnos en sus criterios, en su manera de ver las cosas.

     En esta viuda pobre nosotros reconocemos al mismo Jesucristo, que llegó al templo de Jerusalén no a ofrecer unos dineros, que no tenía, sino a sí mismo, por completo, y no para el culto del templo, sino para provecho de la salvación de la humanidad entera.
 
Avisos.-
-  Este comentario al evangelio de hoy lo pueden escuchar el domingo a las 9:30 a.m. en el 106.1 de AM.
-  Nuestra parroquia de María Madre de Dios ha empezado, gracias a Dios, con la cimentación de nuestro templo parroquial. Agradecemos los apoyos económicos que nos hagan llegar.

 
 

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