Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
EL NUEVO MODELO DE IGLESIA
Encuentro regional de CEBS. 15-16 noviembre 2012
Parroquia de san Francisco Javier, Cd. Chihuahua
 
Carlos Pérez Barrera, pbro.
0. Me presento. Canto: "Iglesia sencilla”, "Iglesia peregrina”, "Id y enseñad”, "La Casa de mi Amigo”.

I. VER.-
     Estamos celebrando el 50º aniversario de la apertura del concilio Vaticano II. Se inauguraron las sesiones el 11 de octubre de 1962. El concilio se celebró en cuatro etapas, en cuatro otoños, de 1962 a 1965, en la ciudad del Vaticano. Se estuvieron reuniendo de septiembre u octubre a principios de diciembre unos 2 mil o 2,400 obispos de todo el mundo, para platicar, para deliberar, para discernir, para tomar acuerdos sobre el nuevo rumbo y la nueva imagen que la Iglesia debíamos tomar en estos tiempos nuevos. Porque la verdad ya no podíamos seguir siendo esa Iglesia avejentada que éramos hasta ese momento. El papa Juan XXIII fue el que convocó a este concilio.
     A partir del concilio nuestra Iglesia ha cambiado bastante, gracias a Dios, y todavía hay muchas cosas que tenemos que cambiar. El concilio sólo nos abrió la puerta pero la tarea aún es enorme, como lo vamos a ver en este tema.

     Si algunos de ustedes tienen más de 60 años recordarán cómo era nuestra Iglesia antes de los años 60s.

- En aquellos años la Misa se celebraba en latín y de espaldas al pueblo. Es difícil entender y aceptar cómo nuestra liturgia se fue transformando con el paso de los siglos hasta quedar en ese rito. Como que se nos perdió el evangelio y nos fuimos despegando de aquella última cena que celebró Jesucristo con los suyos alrededor de una mesa, en el idioma de su gente. / Gracias a Dios ahora la misa la celebramos en español y en la lengua de cada pueblo, y de frente a la asamblea. Ahora las lecturas de la misa son más variadas, más abundantes. Hay más variadas oraciones y más plegarias eucarísticas. Pero todavía falta mucho para que nuestra gente tenga una participación mayor en nuestras celebraciones, y para que éstas celebren y reflejen más la vida. En las comunidades, lo quiero mencionar más delante, estamos en ese plan.

- Antes no se leía la Biblia como parte de nuestra vida cristiana, sólo lo hacían unos cuantos estudiosos. Ni siquiera los mismos clérigos la tenían como parte de su espiritualidad. Sólo recitaban salmos y unas pocas lecturas en lo que se llamaba "El breviario”. Apenas un poco antes del concilio empezaron a publicarse para el público las biblias en español. Ahora se promueve que todas las personas tengan su Biblia, que la estudien, que la conozcan para que tengan un contacto más directo con la voluntad de Dios. Incluso los niños llevan su Biblia al catecismo, y cada tema incluye alguna cita bíblica.

- Antes la Iglesia y todos los católicos, al menos los más devotos, vivían muy encerrados en su religiosidad, pensábamos que todo lo del mundo era malo. Ahora, en cambio, estamos más abiertos al mundo, a sus valores, nos sentimos enviados al mundo, para llevar salvación e incluso para recibir salvación de él, porque el Espíritu de Dios sopla donde quiere. Ahora hasta parece que se nos ha pasado la mano, los católicos en general somos más del mundo que del evangelio.

- Antes, este encierro lo vivíamos hasta en las cuestiones religiosas: la primera preocupación de cada católico era salvarse a sí mismo. Ahora tenemos más conciencia de que somos enviados a llevar la buena noticia de Jesucristo a todo el mundo. Somos más Iglesia misionera.

- Antes, nuestra religiosidad era de tipo piadoso, de prácticas religiosas, en cambio, ahora cada vez vamos tomando más conciencia de que somos operarios en el proyecto de Dios, su Reino; nos sentimos colaboradores de la obra de la salvación para que este mundo vaya siendo un mundo de la paz de Dios para todos, de su amor, de su justicia, de su verdad.

- Antes la Iglesia la hacían los sacerdotes y los obispos, los llamados clérigos. Y todavía conservamos mucho de esa mentalidad. Ahora los laicos tienen conciencia de ser Iglesia, participan en muchos ministerios y servicios, incluso en actividades no propiamente religiosas como movimientos sociales, que es el campo de la pastoral social. Pero aún falta mucho para que los laicos tengan una participación decisiva en el rumbo que debe tomar nuestra Iglesia.

- Y algo que se nos hace sumamente importante y es el tema que ahora nos reúne, es éste: siempre hemos sido una Iglesia de masas: los católicos van a misa los domingos, un porcentaje muy bajo, quizá un 10%, pero la mayoría va a Misa en muy contadas ocasiones, pero vamos como masa anónima, no nos conocemos, quizá nos veamos de vez en cuando, sólo nos interesa cumplir con la misa. La misa ocasional es el único contacto que tienen muchos católicos con la Iglesia, muchos sólo se acercan cuando tienen un bautizo y un funeral. Pero ahora nuestra Iglesia, aunque muy lentamente, está tomando una nueva forma, un nuevo rostro: una Iglesia de pequeñas comunidades, de comunidades vivas y activas en la obra de Dios para este mundo. Desgraciadamente, aunque las pequeñas comunidades son la experiencia original de nuestra Iglesia, desde sus primeros tiempos, estas nuevas comunidades no siempre han sido vistas con buenos ojos, han sido acosadas, miradas con sospechas, hostigadas, cuando debieron ser fomentadas con toda decisión tanto por párrocos como por obispos, porque la vitalidad de la Iglesia depende de la vitalidad de sus pequeñas comunidades. Veamos:

Un nuevo modelo de Iglesia.-
     Dos cosas nos han llevado a tomar una nueva conciencia de lo que somos y estamos llamados a ser y a hacer: Por un lado la lectura de la Biblia nos ha conducido a tener un contacto más cercano y directo con nuestro señor Jesucristo, con su obra, con su Persona. Y por otro, el mundo también nos ha cambiado, con su conocimiento de la realidad, de la creación, del interior del hombre-mujer, de su dignidad.

II. PENSAR.-
¿Cuál es la Iglesia de rostro nuevo que queremos ser?

IGLESIA DISCÍPULA DE LA PALABRA.- La palabra "iglesia” viene de la raíz de un verbo griego que significa "llamar, convocar”. En este caso la Iglesia la forman los llamados, los convocados; no tanto los que se creen buenos, sino los que se saben invitados y quieren responder a ese llamado de Dios. Estamos adquiriendo conciencia de que somos Iglesia por el llamado de Jesucristo. Y ese llamado no se queda sólo en el origen, sino que es constante. Jesucristo nos está llamando constantemente, nos está convocando para ser su Iglesia, sus discípulos, su familia, para ser sus operarios, sus enviados. No debemos perder ese contacto con el llamado o con la palabra del Maestro que nos convoca. Por eso el nuevo modelo de Iglesia ya no es una iglesia encerrada en sus tradiciones, dogmas o ritos inmutables, sino pendientes siempre de la Palabra de Dios. Queremos ser una Iglesia que escucha atentamente la Palabra de Dios, que la discierne, que se pone a la obediencia, una Palabra que se escucha y discierne a nivel personal, en comunidad, en Iglesia. En las Cebs la Biblia es el libro indispensable en todas sus reuniones, tiene su lugar propio en el momento del juzgar, el momento de la iluminación. El método Ver-Pensar-Actuar en cierta manera nos da identidad a las Cebs.

IGLESIA COMUNIÓN.- Jesucristo nos ha convocado con su Palabra y con su ejemplo para vivir el amor y la comunión con todos los seres humanos: a nivel universal porque estamos convocados a ser una sola familia humana, pero también en otros niveles: diócesis, parroquias, Cebs. La comunión o la vida en el amor no es una mera idea que se queda en el aire. En la Iglesia la vida de comunión se vive real y palpablemente en las pequeñas comunidades, siguiendo el testimonio de las primeras comunidades cristianas: Hch 2,42-47. Si la comunión se vive en las Cebs, entonces se podrá afirmar también a nivel universal, de lo contrario, si no vivimos la comunión realmente con los hermanos, la comunión universal será sólo una teoría.

IGLESIA FRATERNAL.- Cristo nos ha hecho hermanos, iguales, nadie es más que nadie en esta Iglesia, y todos los seres humanos están convocados a vivir la igualdad y la fraternidad en esta Iglesia. Vean Mateo 23,8-12. Todos los ministerios están al servicio de la Iglesia y al servicio del mundo. Todos los cristianos somos servidores calcados en el Maestro que no vino a ser servido sino a servir. La jerarquía de la Iglesia se distingue de la jerarquía del mundo en que esta última se erige por encima de los demás, como un privilegio personal. En la Iglesia, en cambio, el primero es el último de todos. Veamos Marcos 10,35-45.

LA IGLESIA DE LOS POBRES.- La Iglesia de Jesucristo es la Iglesia de los pobres. Esto no es un invento nuestro, es la intención del Maestro al haber fundado la Iglesia con aquellos hombres y mujeres pobres de Galilea que lo siguieron, que fueron testigos de su resurrección y que se dejaron unir por él para formar la comunidad de sus discípulos. La expresión "Iglesia de los pobres” está consagrada por la misma jerarquía de la Iglesia. En ocasiones se nos acusaba que queríamos hacer una Iglesia paralela, algo así como una iglesia protestante. Pero resulta que el Papa Juan XXIII se ha referido a la Iglesia con ese nombre, porque no hay otra, fundada por Jesús, más que ésa. El Papa Juan Pablo II dice en una de sus encíclicas: "para poder ser verdaderamente la Iglesia de los pobres” (Laborem Exercens, 8). La Iglesia nace desde la base de la sociedad. Los pobres son los primeros convocados a formar la Iglesia de Jesucristo. Veamos 1 Cor 1,26-28. ¿Por qué los pobres han sido los primeros llamados? Se dice que porque los pobres son más buenos que los ricos, o porque están más dispuestos a cambiar que los ricos, o porque tienen menos ataduras que los ricos. Todo eso es cierto, pero la razón más fuerte y profunda de esta predilección por los pobres es la misericordia de Dios. En los pobres, pequeños, enfermos, necesitados, pecadores, extranjeros, en los que son menos por cualquier razón, es donde se manifiesta más palpable y transparente el amor y la misericordia de Dios. Y así como Dios, Jesucristo quiere que seamos nosotros. Jesucristo nos pide que seamos compasivos como Dios: vean Lucas 6,36. Sólo en la medida en que los pobres vayan siendo protagonistas seremos la Iglesia de Jesucristo. Hablamos por eso de una Iglesia que se encarna en las clases populares. No se trata de que exclusivamente los pobres sean llamados a formar la Iglesia. Llamados son todos ricos y pobres, pero la Iglesia gira en torno a los pobres. Quizá la parábola del samaritano nos ayude a entender esto (Lc 10,30), o la parábola del rico y Lázaro (Lc 16,1), o más claramente Mt 25,31. Todo el que quiera formar parte de la Iglesia tendrá ese centro puesto por Jesús: los pobres, los pequeños, los más débiles. ¿Entendemos esto? A nuestra Iglesia en general todavía no le cae el veinte de la importancia de llegar a ser verdaderamente la Iglesia de los pobres, como condición de nuestra autenticidad de Iglesia de Jesucristo.

IGLESIA MISIONERA.- No nos ha llamado Jesucristo para trabajar cada quien por su salvación personal, o para vivir nuestra religión encerrados en nosotros mismos, sino para trabajar por la salvación de todo el mundo, y no como los buenos de la película, sino en calidad de humildes servidores. Los cuatro evangelios coinciden en que Jesucristo, al resucitar, envió a sus discípulos al mundo a llevar la buena noticia de la salvación. Vean Marcos 16,15. Como en la Iglesia naciente (Hch 8,1.4), es bonito ver que son los laicos los que esparcen el evangelio de Jesús con entusiasmo, porque ellos viven en medio del pueblo, tienen contacto con todas las gentes. Las Cebs le dan ese rostro misionero a nuestra Iglesia.

IGLESIA SERVIDORA DEL MUNDO.- A partir del concilio hemos venido tomando conciencia de que somos parte del mundo, que no fuimos separados de él por Jesucristo sino todo lo contrario, enviados a él. Unas palabras revolucionarias para las religiosidades y políticas de todos los tiempos son las que Jesucristo le reveló a Nicodemo, un hombre muy religioso, que como buen fariseo, pensaba que lo mejor para salvarse era separarse del mundo. Jesús le dijo: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. (Juan 3,16s). Al igual que su Maestro, la vocación y la identidad de la Iglesia es el servicio, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. Ya vimos Marcos 10,41-45. Nuestro servicio de calidad es la caridad, la promoción social, la salvación, la transformación de este mundo en el Reino que el Padre del cielo tiene proyectado realizar en su Hijo, el anuncio de esa buena noticia que es el Evangelio de Jesucristo en persona. Quién no distingue en la vida de las Cebs el sello que Jesucristo nos imprimió después de las bienaventuranzas: "Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”. (Mateo 5,14-16). En el concilio los obispos denunciaban como un mal muy grande la separación que habíamos establecido con el mundo y con la vida. Dicen ellos: "El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época”. G. S. 43. Para entablar esa unidad entre la fe y la vida de una manera activa, las Cebs nos valemos del método Ver-Pensar-Actuar. Este método, en su forma moderna, se empezó a utilizar en las juventudes obreras, la JOC, a principios del siglo pasado. Y otros grupos y movimientos lo hemos adoptado como parte de nuestra vida y de nuestra espiritualidad. Los obispos y los sacerdotes deberíamos de promoverlo para todos, desde el catecismo. Nos llena de alegría ver cómo a partir de las Cebs se ha promovido la medicina alternativa, las cooperativas, los comedores populares y muchas otras iniciativas. ¿No ha sido éste un rostro nuevo de nuestra Iglesia?

IGLESIA DEL ESPÍRITU.- Decía Moisés, cuando el Espíritu de Dios se derramó sobre los 70 ancianos, que él desearía que todo el pueblo de Dios fuera profeta (ver Núm 11,29). En pentecostés fue lo que sucedió, según la explicación del apóstol Pedro, que Dios está cumpliendo lo que dijo en la antigüedad por medio del profeta: "Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu” (Hch 2,17-18). En la vitalidad de las comunidades de base vemos que el Espíritu Santo trabaja en todos los miembros de la Iglesia, no sólo en la jerarquía, o no sólo en unos cuantos líderes que dicen poseer dones del Espíritu; más aún, estamos aprendiendo a mirar la obra del Espíritu más allá de la Iglesia, porque es el Espíritu el que nos precede. Él es el que nos conduce hacia la verdad plena, según palabras del mismo Jesucristo (ver Jn 16,13).

El Espíritu imparte su enseñanza interior y ejerce su energía de muchas maneras. En el corazón de cada uno, ante todo, en la vida de las Iglesias particulares, donde surgen y se hacen oír las diversas necesidades de las personas y de las varias comunidades eclesiales, mediante lenguajes conocidos, pero también diversos y nuevos.

La Iglesia reconoce que cada fiel y cada comunidad es poseedora de dones y carismas, por lo cual hay que estar atentos a ellos: "También se escucha al Espíritu cuando suscita en la Iglesia diferentes formas de carismas y servicios. Por este motivo, en el Aula sinodal se pronunciaron reiteradamente palabras que exhortaban al Obispo al encuentro directo y al contacto personal con los fieles de las comunidades confiadas a su cuidado pastoral” (Pastores Gregis, 28).

Quiero hacer notar una diferencia fundamental con algunos movimientos de tipo carismático, no por denostar esos movimientos, que tienen muchas cosas buenas, sino para hacer notar lo que es propio de nosotros. En algunos grupos, me ha tocado en algunas parroquias, y parece que ya se ha puesto de moda, una persona habla en lenguas y otra interpreta, y el resto del grupo sólo atiende las instrucciones que se reciben por medio de una sola persona. Eso ahorra trabajo de discernimiento, pero también desmerece la reflexión del grupo y termina infantilizando a las personas: sólo hagan lo que se les dice. Entre nosotros es distinto: la reflexión, el discernimiento, el intercambio de razones, de propuestas, el debate, la toma de decisiones, etc., es parte del trabajo que realiza el Espíritu en la comunidad. No se trata de que una persona se apropie del Espíritu, sino de que entre todos discernamos sus impulsos.

LA IGLESIA DE LA ALEGRÍA.- Antiguamente los católicos más devotos se distinguían por su seriedad, las mujeres gustaban vestirse de negro, se consideraba que no era propio de un buen católico el reírse a carcajadas porque eso era cosa del mundo. Sin embargo, Jesucristo ha venido a contagiarnos de la fiesta de Dios, en sus parábolas gusta de comparar el Reino de Dios con una fiesta de bodas. Su discurso de la montaña, el primero de los cinco que trae el evangelio según san Mateo, se abre precisamente con la palabra: "bienaventurados”, y no precisamente bienaventurados los ricos, sino los pobres y los pobres de espíritu. Si nuestra gente por las circunstancias tan adversas de nuestro mundo y de nuestros tiempos se ha visto envuelta en la tristeza y el dolor, sepa que su vocación es la alegría plena del Dios de la vida. La petición de Jesús al Padre es que nuestra alegría sea plena (Juan 16,13). La misión de las Cebs es vivir y comunicar esta alegría sencilla de los pobres al mundo y a toda la Iglesia.

NO SON LAS ÚNICAS NOTAS de esta reinvención de la Iglesia por las comunidades de base, pero creo que éstas son muy importantes.



III. ACTUAR.-
-        ¿Cuáles son los retos que vemos para impulsar este nuevo modelo de Iglesia?
-        ¿Qué obstáculos vemos?
-        ¿Qué oportunidades debemos aprovechar? 

 

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