Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
 
REUNIRNOS EN TORNO A JESUCRISTO RESUCITADO
Comentario al evangelio según san Juan 20,19-31.
2º domingo de pascua
 
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     La Palabra de Dios de la liturgia de hoy nos habla del Resucitado y de la vida de comunidad de sus discípulos, esto en las tres lecturas.
 
     El evangelio según san Juan nos habla de cuatro apariciones del Resucitado, que desde luego no serían todas, sino sólo paradigmáticas, porque la vida de Iglesia y la vida de cada uno de los cristianos ha de hacerse a partir del encuentro personal con el Resucitado.
 
     El primer encuentro del Resucitado que nos relata este evangelista fue con María Magdalena, una discípula apasionada por Jesús, como lo debe de ser todo cristiano, como lo debemos ser cada uno de nosotros. Este primer encuentro fue muy de mañana, el primer día de la semana que aún no se llamaba "domingo”.
 
     El segundo encuentro, ya por la tarde, fue con el grupo de discípulos, aunque faltaba Tomás. Y el tercer encuentro fue de nueva cuenta con todo el grupo pero ahora sí estando Tomás. Con esto el evangelista nos está ofreciendo la dinámica de aquella primera comunidad de discípulos: ellos se reúnen el domingo, y Jesús se hace presente en medio de ellos. No debemos pensar que sólo los domingos Jesús se hace presente, pero sí que el domingo se trata de un encuentro privilegiado. Y así lo vivimos nosotros, ¿no es así? Bueno, si en aquella ocasión faltaba sólo uno de once, ahora nos faltan noventa de cien, cada domingo.
 
     En la diócesis y en cada parroquia, ya que estamos en estado de misión permanente, en vez de tantas reuniones que nos dejan la sensación de no llegar a concretizar, deberíamos de meternos de lleno a una campaña para convocar, de muchas maneras, a todos los católicos, sin excepción, a que se reúnan cada domingo como discípulos de Jesucristo. No los invitamos a una función o un espectáculo en el que puedan quedar satisfechos, entretenidos o divertidos. Desde luego que no. Nosotros mismos no valemos mucho la pena como para que puedan preferirnos a una reunión de antro, baile, o reunión social de amigos. No les podemos ofrecer otra cosa más que a Jesucristo y nuestra pobreza. Ése es el atractivo principal: el encuentro con Jesucristo resucitado. A Jesús lo encontramos en muy diversos momentos de nuestra vida, pero la reunión dominical es un momento privilegiado, como lo vemos en el evangelio de hoy.
 
     No se trata sólo de reunirnos, sino de ir consiguiendo, poco a poco, hacer una vida de comunidad como la que hemos escuchado en la primera lectura: "La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía”. ¿Cómo la vemos? A esto sí que le podemos tener miedo, porque esta sociedad nos ha educado en una vida egoísta, encerrada en nosotros mismos, agarrada a nuestras cosas. Pero si dejamos que Jesucristo resucitado nos vaya transformando, entonces las cosas se irán dando paulatinamente.
 
     También acerca de esto escuchamos en la segunda lectura, que es del mismo apóstol san Juan: "Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios; todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste”. Reunirnos en torno a Jesucristo resucitado es dejarnos formar en el amor del Padre. Si no nos dedicamos a convocar a todos nuestros católicos y a todos los seres humanos a formar una gran familia en el amor, entonces todos los servicios religiosos que prestamos no sirven más que para entretener ocasionalmente a la gente, no son la salvación de Dios, porque Dios quiere salvarnos en la dinámica de su Hijo resucitado que nos quiere congregar en torno suyo.
 

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