Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
¿QUIÉN ES EL DISCÍPULO, JESÚS O PEDRO?
Comentario al evangelio del domingo 24º del tiempo ordinario
13 septiembre 2015
Marcos 8,27-35.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     ¿Quién dice la gente que soy yo, quién dicen ustedes que soy yo?, nos pregunta Jesús también a nosotros. En Marcos leemos que Pedro respondió: "tú eres el Cristo”. En Lucas: "tú eres el Cristo de Dios”. Y en Mateo: "tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Cómo quisiera uno hacerle llegar esta pregunta a todo católico; a nosotros pero también a los católicos del catolicismo light. Incluso nos interesa lo que el mundo no creyente piensa acerca de Jesús. Algunos lo conocerán y aunque no crean que él es el Hijo de Dios, lo respetarán por su grandeza humana. Otros, por culpa de nosotros, sentirán un rechazo por todo lo que huela a religión.

     No se puede ser católico sin responder a fondo esta pregunta: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Lo conozco?, nos estamos preguntando en este mes de la Biblia. ¿En qué lugar de mi vida tengo colocado a Jesús? Lo que quisiéramos es que todos nos vayamos haciendo verdaderamente discípulos suyos, como lo escuchamos hoy en el evangelio.

     ¿Qué quiere decir la palabra Cristo, en griego o la palabra Mesías, en hebreo? Quiere decir Ungido. Los judíos ungían con aceite de oliva a los profetas, a los sacerdotes y a los reyes. Esto quería decir que no era el pueblo el que los elegía, sino Dios, porque eran una sociedad teocrática, no democrática. Así fue ungido el rey David por el profeta Samuel (1 Sam 16). En el caso de nuestro Cristo, su unción fue algo muy especial, porque no fue ungido para gobernar o para dominar al pueblo, sino ungido por el Espíritu para servir al pueblo: en la pobreza, en la entrega plena de la vida.

     ¿Qué clase de Cristo era él? "Se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día. Todo esto lo dijo con entera claridad”. Tres veces les hará Jesús este anuncio a sus discípulos, y las tres veces ellos reaccionarán contrariamente a sus anuncios, según el evangelio de san Marcos. En este primer anuncio es Pedro el que lo reprende; en el segundo, los discípulos discuten quién es el mayor, cuando les acaba de anunciar su entrega hasta la muerte; y ante el tercer anuncio los hijos de Zebedeo le pedirán sentarse en los primeros lugares en su reino, cuando Jesús les había anunciado que él tomaría el último lugar, el lugar del servidor; y para rematar, los otros diez se ponen celosos ante los hijos de Zebedeo.

     Al igual que los discípulos, los cristianos de hoy asumimos la misma actitud de falta de entendimiento ante el camino que tomó el Ungido de Dios. Como Pedro, nosotros también quisiéramos reprender a Jesús porque no aceptamos que le pase nada malo a él, pero tampoco a nosotros. Y sobre todo, no queremos ese camino que él nos propone.

     No es que no entendamos intelectualmente lo que nos está diciendo Jesús, sino que no lo entendemos vitalmente. Fijémonos que nuestro rumbo, como seres humanos, es al contrario. Nosotros buscamos el poder, el honor, los primeros puestos, las alabanzas o el bien decir de los demás, el premio, la comodidad, el dinero, etc., nosotros nos amamos a nosotros mismos. Es lo ordinario de nuestra vida, lo ordinario de esta sociedad que nos estamos construido: esta vida la alimentamos en la tele, en la calle, en internet, en nuestras pláticas informales, en nuestras idas al comercio. Este camino contrario al de Jesús también se da en la vida clerical, hasta en las altas esferas de nuestra Iglesia. Falta mucho para que nos vayamos haciendo cristianos y una Iglesia más cercana al evangelio, más discípula de Jesús, más servidora, entregada plenamente a servir a la salvación de todos los seres humanos. Decimos que falta mucho porque lo que vemos es una Iglesia y unos cristianos que a lo más nos ponemos a rezar de vez en cuando, pero que estamos metidos en la escalera y en la corriente del mundo.

     Jesucristo reprendió a Pedro diciéndole que se colocara detrás de él, porque Pedro, al igual que nosotros, es el discípulo no el maestro. Nuestras Biblias y el leccionario de la Misa no traducen bien esta reprensión que le hizo Jesús a Pedro. Jesús no le dijo "apártate de mí, satanás”, sino "colócate detrás de mí, satanás”. Pedro no le va dictar a Jesús el camino, sino al revés. Pedro tiene que caminar detrás de Jesús, y nosotros también. Por ello es tan necesario que nos pongamos a estudiar a Jesucristo, toda su persona y su obra, en los santos evangelios. No podremos colocarnos en el seguimiento de Jesús si no leemos cada día un pasaje de los evangelios con obediencia.

     Revisemos nuestra vida para que veamos si no estamos trazando cada uno nuestro propio rumbo prescindiendo del evangelio de Jesucristo.
 

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