¿ES POSIBLE AMAR A LOS ENEMIGOS?
Comentario al evangelio del domingo 19 de febrero
de 2017
7º ordinario
Mateo 5,38-48.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Estamos haciendo una lectura continuada del
evangelio según san Mateo en estos domingos del tiempo ordinario. Hemos entrado
al conocido sermón de la montaña, que contiene enseñanzas muy diversas y muy
sabias de nuestro Señor Jesucristo. En esta parte, Jesús nos viene haciendo un
repaso de algunos mandamientos de la ley de Moisés. Ésta es la manera como
Jesús nos enseña a leer el antiguo testamento. Los cristianos no podemos sacar
versículos o pasajes aislados del antiguo testamento, ni siquiera del nuevo
para aplicarlos sin más ni más a nuestra vida cristiana. No. Lo que tenemos que
hacer es confrontar cada pasaje con la enseñanza de Jesús, con su persona.
¿Cómo vivió nuestro Maestro tal cosa que leemos en la Biblia? Esa debe ser la
pregunta que acompañe nuestro estudio de la Palabra de Dios.
El domingo pasado Jesús nos dio la nueva
lectura de los mandamientos sobre el no matar, el no cometer adulterio, sobre
el divorcio, sobre los juramentos. Ahora nos ofrece su lectura propia y
autorizada sobre el mandamiento del amor al prójimo.
Primero nos dice: "Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por
diente”. Éste no es uno de los diez mandamientos de la
ley antigua de Dios. Sin embargo, sí es una práctica recurrente a lo largo del
antiguo testamento. Lo leemos y lo recitamos en los salmos, en pasajes de los
libros históricos, hasta en los profetas. Y hasta nos provoca escándalo cuando
leemos que Dios le manda a su pueblo exterminar a sus enemigos. Un ejemplo muy
claro lo vemos en el capítulo 15 del primer libro de Samuel. La venganza está
muy presente en el caminar del pueblo de Dios. Recordemos aquel conocido pasaje
del libro de Isaías que Jesucristo leyó en la sinagoga de Nazaret: "El
espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A
anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones
rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a
pregonar año de gracia de Yahveh” (Isaías 61,1-2). Las últimas palabras no las
quiso leer Jesús para el pueblo porque hablaban de esto: "el día de la venganza de nuestro Dios”.
¿Cómo tomamos esta enseñanza
de Jesús para nosotros mismos? Nos parecen impracticables. Es menos difícil
aceptar que Jesús nos manda no vengarnos, no desquitarnos. Lo que es más
difícil es ser dejados, llegar a ser masoquistas, que los demás nos hagan, nos
maltraten, y nosotros dedicarnos solamente a recibir y recibir golpes. Así tal
cual, como que no nos gusta ese cristianismo. Pero si leemos esta enseñanza en
todo el conjunto del evangelio, veremos que nuestro Señor vivió su vida, no con
violencia física hacia los enemigos de Dios y del pueblo, pero sí con una firme
claridad en cuanto a denuncia de la maldad, del egoísmo, de la muerte que hay
en el corazón de la gente del poder, de la gente del dinero, etc. Por eso lo
crucificaron. Si Jesús hubiera sido un masoquista, no lo habrían rechazado, al
contrario, los mismos poderosos lo habrían puesto como un ejemplo a seguir por
el pueblo más pobre. Pero lo condujeron a la muerte precisamente porque no
toleraron su obra de despertar al pueblo, de abrirle los ojos, de lanzarlo hacia
la creación de un mundo nuevo, de una sociedad donde prive la gratuidad y no el
egoísmo.
Si tenemos como
fondo y como base la vida de Jesús, entonces comprenderemos que es mejor que
nos hagan el mal a nosotros a que nosotros les hagamos el mal a ellos. Es mejor
que crucifiquen a Jesús a que el Hijo de Dios los crucifique a ellos. Suena
fuerte pero así se dieron las cosas.
Todavía más,
Jesucristo nos pide que amemos a nuestros enemigos, que les hagamos el bien.
Nos parece menos difícil tolerar que alguien nos haga el mal sin que nosotros
respondamos de la misma manera, pero llegar a amarlos, eso como que no nos sale
del corazón. Amar al que nos golpea, al que nos agrede, al que nos hace daño,
no sólo a nosotros sino a toda la sociedad ¿Es posible? Si lo entendemos a
fondo, sí lo es. Jesucristo nos remite a Dios nuestro Padre. Él manda la lluvia
y el sol sobre buenos y malos. Dios ama a los pecadores, ésta es la obra de
Jesús. No se trata de un amor romántico, sino de un amor compasivo. Sí podemos
llegar, poco a poco, a sentir compasión por los que procuran el mal para los
demás. Así como sentimos compasión por las víctimas de este mundo, así podemos
llegar a sentirla por los mismos victimarios, porque también son víctimas de
sus propias acciones, ya que se destruyen a sí mismos.
Esto no es
automático, no es cosa de magia. Es necesario que el cristiano crezca
paulatinamente en el espíritu de Jesús. Por ello insistimos tanto en que el
estudio de los santos evangelios debe ser el alimento diario de los cristianos.
Contemplar a Jesús en sus relaciones con todas las personas, los pobres, pero
también con sus oponentes, es algo que va nutriendo nuestra espiritualidad.
Pidamos el santo
Espíritu del Padre para que nos vaya fortaleciendo en estas enseñanzas de
Jesús. Y que nos haga pregoneros para todo nuestro entorno, testigos vivientes
de sus enseñanzas del sermón de la montaña.