VIVAMOS PARA DIOS, NO PARA EL DINERO
Comentario al evangelio del domingo 26 de febrero
de 2017
8º ordinario
Mateo 6,24-34.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Seguimos repasando
el sermón de la montaña, un discurso de Jesús que nos ofrece el evangelista san
Mateo. Hoy nos detenemos en una enseñanza que nos produce escalofríos, como
tantas enseñanzas de nuestro Señor. No me produce tantos escalofríos lo que nos
dice del dinero, aunque también, sino sobre todo del abandono en la providencia
de Dios.
Jesucristo dijo hace 2 mil años que no se puede
servir a Dios y al dinero. En aquellos tiempos muchas personas vivían sin
dinero. Pensemos, como comparación, cómo vivían nuestros ancestros indígenas
hace dos mil años en este continente americano. Aún ahora, muchos indígenas en
lo más abrupto de la sierra, viven sin dinero, consumen lo que producen.
Pero las gentes de esta sociedad moderna,
mecanizada y cibernética, ya no nos podemos imaginar un mundo sin dinero. Si el
dinero se desapareciera de repente de los bancos y de nuestros cajones y bolsillos,
sentiríamos como si se hubiera acabado el mundo: ‘¿Qué vamos a hacer sin
dinero?’, nos preguntaríamos sumamente preocupados. Pero la verdad es que el
dinero no se come, ni se bebe, ni nos sirve para trasladarnos como los autos, ni
para dormir como las camas, ni para cubrirnos como la ropa. Bien podríamos
vivir sin dinero si los seres humanos tuviéramos más raíces en la creación así
como los animalitos del campo. Pero nuestra imaginación no ha echado raíces en
el evangelio de Jesús. Para eso nos falta muchísimo.
Como cosa de utopía, pero no irrealizable, nos
invita Jesús a que pongamos nuestra entera confianza y seguridad en Dios
nuestro Padre. ¿Qué tanto nos estremecen las preguntas que nos hace?: ¿por qué
se preocupan por la comida, y por el vestido? Como nos hemos sustraído de la
naturaleza, como nos hemos metido a una vida altamente artificial, las palabras
de Jesús nos suenan por demás extrañas, o muy alejadas de nuestra vida. Pero
Jesús, que es un contemplativo de la naturaleza, que ha vivido muy en contacto directo
con esta maravillosa creación de Dios (recordemos que él se pasó un tiempo
prolongado de desierto, sin llevar lonche, comiendo lo que austeramente se
puede encontrar en el desierto), por eso para él es muy posible poner en
práctica sus propias enseñanzas.
Los ejemplos que nos pone, nos deben llegar al
corazón y a toda nuestra vida: "Miren
las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin
embargo, el Padre celestial las alimenta… Miren cómo crecen los lirios del campo,
que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en todo el
esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la
hierba del campo”. Esto
nos debe hacer pensar muy pausadamente y en serio.
Los seres humanos somos los únicos que dependemos
del dinero para vivir y sobrevivir. La vida sobre esta tierra tiene miles de
millones de años. Nosotros apenas si tendremos unos cien mil años. Pero de que
nos hemos inventado el dinero e infinidad de previsiones, hará apenas unos 3
mil años. Durante miles de millones de años los seres vivos se han alimentado
sin necesidad del dinero ni de tantos inventos. ¿Por qué nosotros vivimos como
si dependiéramos de él?
Ahora que el Sr. Trump vive amenazando nuestra
vida de manera constante, los mexicanos deberíamos de proponernos, ya no
digamos vivir sin depender del dinero o de los dólares, sino al menos irnos
haciendo a la idea que los frijoles y las tortillas no nos van a faltar. ¿Apoco
la vida se nos va a ir si este señor se lleva las maquiladoras, y las armadoras
de automóviles, y las remesas de los paisanos? Eso sí, para no caer en la
delincuencia, tendríamos que inventarnos una sociedad muy solidaria. Todos
vamos a comer frijoles, nada de que algunos van a querer sacar ventaja. Lo
triste es que ya no sabemos vivir sencillamente. La vida y la economía se nos
han complicado en extremo.
Bueno,
estas cosas las pienso y las digo para provocar la imaginación evangélica. Pero
lo que sí debemos llevarnos en el corazón es que no podemos servir a Dios y al
dinero. El dinero, mientras lo tengamos a la mano, nos debe servir para dar a
conocer el evangelio, para servir al reino de Dios, para crear un mundo como
Dios lo quiere. Si nos es para eso, el dinero sólo sirve para perdernos, para
fomentar nuestra ambición, para corrompernos, para destruirnos.
Y
sobre la comida y el vestido, no nos compliquemos la vida. Seamos cada día más
sencillos. Que nuestra primera preocupación sea el reino de Dios y su justicia.
Seamos más cristianos y menos mundanos.