EL PADRE NOS REVELA QUIÉN ES JESUCRISTO
Comentario al evangelio del domingo 12 de marzo de
2017
2º de cuaresma
Mateo 17,1-9.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Hay
una pregunta fundamental que debemos responder los que nos decimos cristianos: ¿quién
es Jesús? Y la cuaresma es precisamente un tiempo oportuno para ir clarificando
nuestra respuesta, la cual involucra toda nuestra persona, el sentido de lo que
somos.
Jesús
les hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿quién dicen los hombres que soy yo,
quién dicen ustedes que soy yo?’ (ver Mateo 16,13). Es Pedro el que responde a
nombre de nosotros los discípulos: "tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16,16). La respuesta de Pedro
es meramente verbal, porque cuando Jesús les revela lo que le sucederá en
Jerusalén, entonces se devuelve para disuadirlo, lo cual le reporta el severo
regaño por parte de Jesús llamándolo ‘satanás’. Por eso, porque no es fácil
pero además porque es sumamente importante el saber quién es Jesús, es por eso
que nos invita a subir al monte, para que sea el Padre eterno en persona el que
nos diga quién es Jesús. Lo hace con una revelación muy especial, que va más
allá de las palabras, cargada de signos: el rostro y las vestiduras de Jesús; los
personajes que aparecen junto a él, y conversando con él (es san Lucas el que
nos dice el contenido de la conversación: "su partida que iba a cumplir en Jerusalén” Lucas 9,31); Luego
la nube luminosa que los cubre y la voz que se escucha cuando Jesús ya se
encuentra solo: "Éste
es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Esta voz, junto con la presencia del Espíritu Santo, ya la habíamos
escuchado en el bautismo de Jesús (ver Mateo 3,17). Pero no comprendemos el
mesianismo de Jesús porque nos encontramos enraizados en nuestros propios proyectos,
ideas o programas, aspiraciones y criterios. Nos escuchamos más a nosotros
mismos, a nuestro mundo, a nuestras estructuras tan creadas por nosotros, tanto
sociales como eclesiásticas. Ahora que lo contemplemos ya crucificado como un
criminal, nos vamos a quedar con esa imagen etérea, en el aire, como nebulosa,
como si fuera un acto de magia la redención de nuestro mundo. No lo es. Es todo
un camino por el que debemos entrar nosotros.
A
los discípulos les costó mucho trabajo, mucha conversión, mucho proceso, el
llegar a entrar poco a poco en ese misterio del Cristo que se entrega
enteramente, de cuerpo entero, a la obra de la salvación de esta humanidad, por
el camino de la cruz, de la pobreza, de la humildad, del abajamiento, de la
solidaridad con los pobres, con los últimos. Es el camino del amor, de la
misericordia que tan palpable y evidente se muestra en Jesús. Es que la
tentación es el poder humano, el honor, el prestigio, los recursos materiales y
monetarios. ¿Salvar a esta humanidad sin contar con un buen presupuesto? ‘¡Por
favor!’, diríamos nosotros, y no se diga todo nuestro mundo.
Este
tiempo de cuaresma es propicio para que continuemos entrando en un estado de
conversión permanente, de nuestras ideas y programas, al plan de salvación de
Dios nuestro Padre realizado y por realizarse en Jesucristo, el siervo, el Hijo
todo obediencia.
No
nos quedemos, aún cuando sea bueno y necesario, en una cuaresma que consiste en
dejar de lado meramente nuestras pequeñas malas acciones: malos
comportamientos, pleitos, egoísmos, envidias, malos deseos, el consumismo y
materialismo. Qué bueno que lo hagamos, pero demos un salto más profundamente
espiritual, en el Espíritu del Padre: como cristianos cada quien en lo
personal, pero también todos juntos como Iglesia: entremos en un proceso de
conversión de nuestros esquemas para entrar en el camino de Jesús.