DE OJOS Y CORAZÓN ABIERTOS
Comentario al evangelio del domingo 26 de marzo de
2017
4º de cuaresma
Juan 9,1-41.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Nos
estamos encaminando hacia la pascua de Jesús, el paso final de su entrega plena
de la vida por la salvación de esta humanidad. Ahora la Iglesia nos ofrece este
pasaje maravilloso de la transformación de un ciego de nacimiento. Sí, le llamo
‘transformación’ porque no se trata de una mera curación. Jesucristo realiza
una obra magnífica en este hombre y esto es una señal de la voluntad salvadora
de Dios Padre.
Jesucristo
y los discípulos se encuentran con un pobre hombre pidiendo limosna a la vera
del camino. La gente que pasaba por ahí seguramente le daba alguna moneda. Los
dignatarios de la religión judía lo despreciaban porque veían en él como una
encarnación del pecado. Así lo injuriaban diciéndole: "has nacido entero en pecado” (v. 34). De esta mentalidad
participan los mismos discípulos; le preguntaban a Jesús: "¿Quién pecó, él o sus padres para que haya nacido ciego?” Esa era
la lectura que hacían de la enfermedad, de la pobreza, de las desgracias que
sufrían las personas.
Jesucristo
tiene una mirada diferente. El evangelista nos dice que vio a este hombre. Y
así como le ve, limosnero, tirado a la orilla del camino, invidente, así
alcanza a ver la obra que Dios quiere hacer en él y en todo el pueblo. Todos
veían en él el pecado, Jesús ve lo que Dios quiere realizar. Así mira Jesús con
sus ojos profundos a toda esta humanidad, tan desastrosa, tan desintegrada, en su
conjunto y en cada individuo; la nueva creación que Dios quiere realizar en
todos. El ciego será la señal como un botón de muestra del todo, con lo que
Jesús demostrará que él es la luz del mundo, la luz para este mundo de tinieblas. Sobre
esto san Pablo nos hace una bella reflexión en la carta a los efesios que escuchamos
como segunda lectura: "En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor,
son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la
bondad, la santidad y la verdad”.
Porque
es luz para este mundo, así realiza Jesús esta señal: escupe en el suelo y hace
lodo con la saliva. Posiblemente a nosotros nos parezca por demás antihigiénico
este gesto. Pero el evangelista nos está remitiendo a la creación del ser
humano al comienzo de la creación, Dios tomó barro de la tierra y con él formó
al hombre, y luego le insufló aliento de vida. Jesucristo se está colocando en
esa clave de creación y recreación del hombre. Una vez que le unta ese barro en
los ojos, lo envía a que se lave en la piscina de Siloé, que quiere decir
‘enviado’; porque Jesús hace las cosas como un enviado del Padre, en plena
sintonía con su santa voluntad. El ciego recupera la vista pero ahí no termina
el trabajo de Jesús. Él es la luz del mundo en todo sentido: no sólo le abre
los ojos, sino también los labios, la mente, el corazón. Este ciego será un
hombre abierto al mundo y a Dios. Al que antes era nada, ahora lo vemos
discutiendo con los fariseos, defendiendo a Jesús con más sentido de las cosas
que ellos, reflexionando sobre las cosas de Dios mejor que ellos, y finalmente
postrándose ante Jesús como un verdadero creyente que acoge en su vida la obra
de Dios.
Éste
es el ser humano que Dios quiere crear y recrear en su Hijo Jesucristo. Los
cristianos, hay que decirlo con San Pablo, somos hijos de la luz, no de las
tinieblas. Y trabajamos para que todos vayamos siendo hombres y mujeres de la
luz, de mirada abierta y profunda, de labios y mente abiertos, de corazón
abiertos a estos cielos nuevos y nueva tierra que Dios quiere crear. Nada más
lejos de esto que una persona encerrada en su religiosidad, eso fueron los
fariseos; nada más lejos de esto que una iglesia encerrada en sí misma, en sus
dogmas y verdades, en sus leyes e ideas fijas como lo eran en aquel tiempo los
dignatarios de la religión judía. Es la sentencia de Jesús: "Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado;
pero como dicen que ven, siguen en su pecado”.
Hay
que mirar a Jesús en los santos evangelios, mirar cómo era y vivía él, para
darnos cuenta cuál es la obra que Dios quiere realizar en nosotros y en todo
nuestro mundo: plasmarnos en su Hijo, tan libre, tan entero, tan abierto, tan
completo como ser humano. Después de esta señal, Jesucristo nos hará una bella
reflexión sobre su Persona: "Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a
salvo… Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10,9.11).
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