¿CUÁL
ES LA BUENA NOTICIA PARA ESTE MUNDO?
Domingo
de resurrección, 16 abril 2017
Carlos
Pérez B., pbro.
Todos los domingos nos reunimos
los católicos para celebrar la resurrección y la vida plena que Dios derrama
sobre todos nosotros y sobre nuestro mundo por medio de su Hijo Jesucristo. De
una manera especial lo hacemos ahora, después de haber celebrado la vigilia
pascual.
Jesucristo es la vida del mundo,
lo celebramos con profunda convicción.
Litúrgicamente
hoy es domingo de resurrección. Pero si lo decimos así, escuetamente, como que
no somos precisos al expresar lo que en realidad estamos celebrando, viviendo,
creyendo y testimoniando. Cristo murió en una cruz y resucitó al tercer día. No
podemos separar ambas cosas porque estaríamos tergiversando la obra de Jesús.
Ni siquiera podemos dejar atrás o en el olvido sus milagros y sus enseñanzas en
Galilea. Es más, ni tampoco podemos pasar por alto toda la encarnación del Hijo
de Dios. La fiesta de hoy, que además se prolonga todos los días de la
cincuentena pascual, y en realidad todos los días de nuestra vida y de nuestra
historia, es la celebración de esos treinta y tantos años que Jesucristo vivió
en su vida mortal, una vida que es gloria y salvación para toda esta humanidad.
Los santos
evangelios, mientras que nos cuentan con más lujo de detalle la pasión y muerte
de Jesús, no hacen lo mismo con su resurrección. De su pasión y muerte nos dan
cuenta de la traición de Judas, de las negaciones de Pedro, de la última cena y
las enseñanzas que no dio en ella, del abandono de los discípulos, de los dos
juicios que se le siguieron en casa de Caifás y en el palacio de Pilato, de las
burlas, de los azotes, nos dicen que murió como a las tres de la tarde, de sus
últimas palabras antes de morir, de los malhechores crucificados junto a él,
para hacernos ver que el que estaba en medio de ellos igualmente lo era. Pero
en cambio, de su resurrección no nos dicen ni la hora ni el modo como se
levantó. Los evangelistas, o mejor dicho, las comunidades cristianas, sólo nos
dejan el testimonio del encuentro con el Resucitado. Cada uno de los cuatro
evangelios nos platica a su modo la experiencia que tuvieron de ese o esos
encuentros. Los relatos de la resurrección no son la crónica a secas de los
acontecimientos, sino la vivencia personal que los ha impactado.
El relato de
san Mateo tiene esta particularidad. Cuando se produjo el terremoto y que el
ángel hizo rodar la piedra para luego sentarse sobre ella, ya Jesús había
resucitado con anterioridad. No fue ése el momento de su resurrección. El ángel
no bajó para levantar a Jesús, sino para dar testimonio de su resurrección, y
para darles un recado sumamente importante y revelador. Les dijo a las mujeres,
que en el caso de Mateo eran solamente dos: María Magdalena y la otra María: "vayan de prisa a decir a sus discípulos:
‘Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo
verán’ ”. Y lo mismo ratifica Jesús resucitado que les sale al encuentro: "Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan
a Galilea. Allá me verán”.
¿Qué significa
esto? Que al Resucitado hay que buscarlo y encontrarlo en Galilea. ¿Por qué en
Galilea? Porque en Galilea encontramos esa preciosa vida encarnada del Hijo de
Dios, ahí están todos esos años vividos entre nosotros, su encarnación en
Nazaret, su sermón de la montaña, su llamado continuo a seguirlo, sus milagros
realizados en los enfermos, el pan distribuido a las multitudes, su pesca
milagrosa, también sus conflictos con los notables de los judíos, ahí en
Galilea nos encontramos con la vida nueva que hizo surgir en nuestros ánimos,
la alegría, la esperanza, la fe y la confianza en ese Dios Padre que él nos
reveló e hizo germinar en nuestros corazones. En Galilea nos tomó para sanarnos
de raíz, para sanar a toda esta humanidad. Nos tomó con sus manos creadoras y
recreadoras para regenerar nuestras roturas, nuestras heridas y marcas de
muerte. Ése mundo fantástico es Jesús en Galilea. Galilea es todo nuestro mundo
si Jesús sigue actuando y dando vida.
Cuando
nosotros salimos a dar testimonio del Resucitado, no nos encerramos en una
frase vacía: ‘Jesús resucitó’, sino que con toda nuestra vida, con la fuerza
vivificadora del Resucitado trabajamos para levantar a este mundo nuestro que
yace entre los muertos. En Jesús, Dios pronuncia su sentencia de vida sobre
esta humanidad, es la buena noticia de la que somos portadores con todo nuestro
ser.