¿QUÉ ES
LO QUE NOS MUEVE A LOS CRISTIANOS?
2º Domingo
de pascua, 23 abril 2017
Carlos
Pérez B., pbro.
La mayoría de los
pasajes evangélicos dominicales los leemos cada tres años en la Misa. El pasaje
de hoy, en cambio, lo leemos cada año. Es el evangelio o la buena noticia de
los ocho días, cuando volvió Jesús ya resucitado a hacerse presente en medio
del grupo. Una experiencia que nos reúne también a nosotros cada domingo. No
venimos a Misa por obligación (eso esperamos), ni para ver qué nos dice el
sacerdote, o porque el coro canta muy bonito, mucho menos porque no tenemos
otra cosa que hacer el domingo y es la oportunidad de ver gente. No.
Nos reunimos cada
domingo para encontrarnos como comunidad de discípulos en torno a la mesa de
Jesucristo crucificado y resucitado. Para nosotros los que queremos vivir en
serio nuestra fe, encontrarnos y congregarnos alrededor de Jesús es un momento
de vida, una experiencia de vida. No podemos vivir sin estar con Jesús en
infinidad de maneras. La Misa es una manera privilegiada, no la única, pero sí
intensa. Y encontrarnos unos a otros como comunidad, como familia, como equipo
de trabajo apostólico de Jesús, también eso es la Misa. Jesucristo nos ha
cautivado con todo su ser, con su proyecto de vida para este mundo tan
maltrecho por el egoísmo de los seres humanos, un proyecto que le viene del
Padre y Creador de la vida.
El encuentro o
comunión con Jesús, lo vive todo cristiano cada día y cada momento del día. Si
de veras se es discípulo de Cristo, entonces Cristo está siempre presente en la
vida, como el corazón, como los pulmones, como cualquier parte de nuestro ser
que nos acompaña siempre en donde estemos, aún inconscientemente.
¿Quién es Jesucristo
en nuestras vidas? Esta es la cuestión que nos tenemos que plantear y
replantear constantemente en la Iglesia, porque hemos hecho de nuestro
catolicismo una rutina, una estructura rutinaria que brota o se fundamenta sólo
en un hecho pasado, en un recuerdo que se lleva en la mente pero que no es
capaz de mover a nadie. Es la situación de Tomás después de la muerte de Jesús:
‘yo necesito ver para creer… necesito meter mis manos y mis dedos en sus
llagas’. ¿Dónde se le quedó el Maestro galileo, sus enseñanzas, sus milagros,
su entrega tan impactante de la vida? En el pasado. Pensamos, los que
estudiamos un poquito los santos evangelios, que Tomás en realidad representa a
cantidad de ‘cristianos’ que en algún momento de su vida dieron ese paso de fe
pero que se les quedó en la infancia, o en la juventud; que se bautizaron o
hicieron su primera comunión como un
evento pasajero. Yo necesito ver para creer. Si no hemos comprendido la vida y
la obra de Jesús realizada en esos treinta y tantos años, y si no nos
encontramos personalmente con él, entonces andamos buscando hechos o
acontecimientos espectaculares que nos impacten momentáneamente como a los no
creyentes. Y nos volveremos a entusiasmar de manera pasajera para luego volver
a nuestra rutina religiosa.
¿No será esta la
situación de tantos católicos que se dan el lujo de participar en la misa y en
la vida de la comunidad creyente muy de vez en cuando? Además de sus creencias
meramente mentales, ¿hay otra cosa que los una a Jesucristo y a su Iglesia?
Para nosotros, la
vida nueva de Jesús es lo que nos mueve, la que nos fortalece, la que nos
ilusiona, la que nos vitaliza y dinamiza, la que nos hace ir al mundo con la
convicción de que Dios puede seguir transformando este mundo hasta que llegue a
ser como él lo proyectó desde un principio y por lo cual su Hijo Jesucristo
entregó la vida día tras día desde Galilea a Jerusalén hasta terminar de
entregarla en la cruz.
Qué pasaje tan maravilloso es el que escuchamos en la primera lectura: "Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Los que eran dueños de bienes o propiedades los vendían, y el producto era distribuido entre todos, según las necesidades de cada uno". ¿Quién puede dudar que esta experiencia de comunidad es fruto de la pascua de Cristo? Ésta es la sociedad que queremos, éste es el mundo que Dios quiere.