Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





UNA PREGUNTA FUNDAMENTAL

Domingo 27 agosto 2017

Mateo 16,13-20.

Carlos Pérez B., pbro.

 

En nuestra lectura continuada del evangelio según san Mateo, hemos llegado a un punto crucial en nuestro seguimiento de los pasos de Jesús. ¿Podríamos repasar el camino andado hasta este capítulo? Sus predicaciones sobre el reino de los cielos (el sermón de la montaña, el envío de los doce y sus respectivas instrucciones, sus parábolas del reino), sus milagros (¿diez, quince?), sus controversias o conflictos (porque come con pecadores, sobre el ayuno, sobre su poder de curaciones), sus llamados a seguirle.

Ahora Jesús hace un alto para preguntarnos algo fundamental: ¿quién es él? ¿Qué piensa la gente de él? A todos los católicos de nuestros tiempos nos hace falta detenernos y hacernos esta pregunta seriamente, una pregunta que provoque una respuesta desde las profundidades de nuestro corazón, desde la verdad de nuestra fe. ¿Quién es Jesús? ¿Qué pensamos de él? ¿En qué lugar de nuestras vidas lo hemos colocado? No se valen respuestas meramente verbales, respuestas de memoria, respuestas mentales, frases huecas. Jesús no espera una respuesta académica o teórica de nosotros. En relación con Jesús lo único que se vale es responder desde la verdad de nuestra vida.

Jesucristo no es una imagen plástica, es decir, no es un retrato o una escultura. Los católicos podemos tener diversas devociones: el sagrado Corazón, el santo Niño de Atocha, el Señor de los guerreros, el Nazareno, etc. Hay imágenes que nos mueven a la ternura, como el Niño del pesebre de Belén; otras a la compasión, como el divino rostro. Las imágenes y las devociones son bonitas, inspiran el arte y la religiosidad. Pero la verdad es que nos hablan muy poco acerca de Jesús, y es poco lo que Jesús nos dice a través de ellas. Jesucristo es mucho más que todo el conjunto de sus imágenes y devociones. Si queremos saber quién es Jesús, tenemos que ir a los santos evangelios. Son los evangelistas los que nos hablan con más detalle y de manera más integral de la Persona de Jesús. Sólo en la lectura de los santos evangelios podemos estar seguros de que es Jesús el que nos habla, el que nos conduce, el que nos forma, el que nos enseña cómo debe ser nuestra vida, tanto personal, como social. Y en esa lectura de los santos evangelios, movidos por el Espíritu Santo, es como cada uno de nosotros puede dar una respuesta de fe firme ante Jesús: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.

Al hacernos las preguntas que escuchamos en el evangelio, lo que Jesucristo busca es provocar, incentivar nuestro discipulado. ¿Somos en verdad discípulos suyos, somos sus seguidores, queremos ser como él, queremos ser de él, queremos ir detrás de él? El verdadero discípulo (a), el que de veras quiere llegar a ser discípulo de Jesucristo, estudia todos los días los santos evangelios, porque en ese estudio se encuentra con Jesucristo, porque no hay otra manera de ser discípulo de un maestro mas que escuchándole, sentándose a sus pies, siguiéndole los pasos, contemplando sus acciones. No se trata de llevar un mero nombre (cristianos, católicos), se trata de ser discípulos en verdad. El Maestro habla y el discípulo aprende; el Maestro nos conduce y el discípulo se deja conducir en la vida.

Simón Pedro fue el primero en responder, y Jesús lo declaró bienaventurado. Sin embargo, versículos más adelante, le dirá ‘satanás’. Para que veamos que debemos estar siempre abiertos al misterio de Jesús, y no debemos dar respuestas definitivas a las preguntas que él nos hace.

Jesús nos habla de la Iglesia. Él quiere discípulos y los quiere formando una Iglesia. No quiere discípulos aislados, como cuando alguien dice: ‘Dios y yo’, ‘yo vivo mi fe a mi manera’. Jesucristo expresa claramente su voluntad de formar una comunidad, una familia, un equipo de trabajo por el reino. Ser la Iglesia de Jesús es parte integrante de nuestro discipulado, de nuestro ser cristianos. Y la Iglesia, en la mente de Jesús, no es precisamente esa superestructura que nos hemos hecho a lo humano, sino simplemente una comunidad-familia de discípulos, con una autoridad que es siempre servicio, algo que no se da precisamente en el mundo.

 

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